por Adolfo Kuznitzky
Los días 5, 6 y 7 de septiembre se realizaron en la Academia
Nacional de la Historia las Jornadas Internacionales
de de Historia de España auspiciados por la Oficina Cultural de la
Embajada de España y los Institutos de Historia de España de la UBA y de la UCA
donde el Dr. Adolfo Kuznitzky impartió la
siguiente ponencia:
Introducción
La Inquisición
española marcó con tanta fuerza la historia de España que puede considerarse que
tanto su vigencia como su fenecimiento dividen a la misma en dos épocas. A la
trascurrida luego de su abrogación podemos denominarla como posinquisitorial y
es en ese marco temporal, que arranca en el siglo XIX hasta nuestros días, que
consideraremos cómo se concibió al judaísmo español, que dada la expulsión
producida en 1492, era inexistente. Por otra parte, los judeoconversos se
integraron, aunque no con pocas dificultades, totalmente a la sociedad
mayoritaria cristiana con excepción del caso de los Chuetas de Mallorca que
fueron discriminados étnicamente hasta muy avanzado el siglo XX y la pervivencia
de algunos tics etnoreligiosos en el resto de España de escasa importancia
social. Este grado de fusión fue casi total al punto que resulta casi imposible
determinar genealógicamente quienes descienden de conversos, a pesar de que
estudios genéticos recientes dan cuenta que el veinte por ciento de la población
española desciende de judeo conversos[1]
No obstante, para
ubicar en el contexto histórico el tema que abordamos resultará útil hacer unas
breves consideraciones sobre la historia de los judíos españoles que fue
singular bajo diversos aspectos, siendo los principales el cuantitativo porque
ninguna nación europea albergó a tantos, al punto de considerarse como un
porcentaje, si bien discutido, considerable de la población, y el cualitativo
que deriva de las conversiones masivas al cristianismo.
Por otra parte, el
judaísmo preinquisitorial o medieval cumplió un importante papel y pudo
convivir, aunque no siempre armoniosamente, con con la casta musulmana y
cristiana y a esta última sirvió de distintas maneras colaborando, por ejemplo,
activamente en la Reconquista lo que también fue posible porque el cristianismo
español, hasta la llegada de las órdenes mendicantes fue más tolerante con ellos
que en resto de Europa. Esa inserción hizo que la judería de España tuviera un
nivel muy superior al de las otras naciones permitiendo que se destaquen muchos
de sus integrantes, lo que ocurrió incluso posteriormente con los conversos de
ese origen y su descendiente, entre los cuales podemos mencionar al Obispo de
Burgos Santa María, Santa Teresa de Jesús y Fray Luis de León.
Antecedentes
históricos
Todo lo brevemente
analizado nos da una idea del importante aporte judaico al ser español, cuya
dimensión provocara tantas polémicas, sobre todo la que protagonizara Américo
Castro y Claudio Sánchez Albornoz y que se enhebra con el aspecto que
consideraremos, constituyendo el mismo una de las más relevantes singularidades
mencionadas; el filosemitismo español de los siglo XIX y XX.
De esta manera y habiendo sido la España
postinquisitorial una nación que no solamente no tenía judíos sino, que al decir
de Joseph Pérez, se había olvidado totalmente de ellos, los “redescubre” en las
campañas militares españolas en el norte del África y la sorpresa fue mayúscula.
De esta manera se enteró España de que al otro lado del Estrecho de Gibraltar,
vivían miles de sefardíes, descendientes de los expulsados en 1492 y vieron a
los españoles como sus liberadores[2]. En relación a ello se escribió en el
diario El Liberal de julio de 1887 bajo el título “Impresiones de Marruecos. Los
Judíos” lo siguiente:
“Si se observan fisonomías es necesario remontarse al
recuerdo de aquellos semblantes… ¡cuántas caras españolas entre los judíos de
Tetuán! ¡Cuántas caras judías entre los españoles! Si hoy renaciera lo de los de
cristianos viejos y nuevos, la antropología, con más certeza que un inquisidor,
diría a muchos cristianos fervientes y hasta fanáticos sois
judío…”.[3]
A partir de ese
momento se crea una corriente de simpatía hacia los sefarditas dispersos por el
mundo dado que conservaban el idioma castellano y que pronunciaban como los los
españoles del siglo XVI[4] y muchas
costumbres de esa época. Sánchez Albornoz nos señala que advertía en ellos
rasgos de españolía, que no veía en los judíos cuando vivieron en España puesto
que, como es sabido, su postura frente al factor judaico en la historia de
España es negativa en algunos aspectos llegando a decir “ Más aún, una tajante
oposición enfrenta lo hebraico y lo hispano…Es más fácil unir el agua con el
fuego que hallar vínculos de parentesco entre lo hispánico y los hebraico”.
Resalta lo opuesto que considera a lo judaico de lo español, al sostener que no
hay tarea más difícil de armonizar o avenir, y que nada de lo esencial de la
contextura temperamental de los hebreos ha dejado huellas entre los españoles,
concediendo, y esto es lo que remarcamos, que los rasgos de pura españolía
pueden encontrarse en los judíos de origen español dispersos por el
mundo.[5]
Esos rasgos hispánicos
que veían en los sefarditas también fueron contrastados, por quienes
participaban de esa sefardofilia, con los ashkenazíes (judíos del centro y el
este de Erupora), considerando, como es el caso de Pulido, a los primeros
superiores y que se sienten españoles extrañando la patria perdida y a los otros
como degenerados y mezquinos,. Lo curioso es que esta superioridad es
autopercibida por ellos mismos como es el caso de Italia cuando los judíos que
provenían de España no admitían que se les confundiese con los tudescos
(provenientes de Alemania), como solían decir dado que presumían de ser
españoles, y, por lo tanto, hidalgos [6] o en el
caso de las ínfulas aristocráticas que tenían, seguramente heredadas en su
origen español., Tal era su convicción en ese sentido, que de ello da cuenta
Pinto, el miembro de esa comunidad en Amsterdam que con mucho dolor se dirigió a
Voltaire por sus expresiones ácidamente antijudías, señalándole que no debía
confundirlos con los judíos de Europa del Este[7].
La campaña filosemita se corporizó en Emilio Castelar que
presidió el gobierno en 1881, que había
escrito un libro Recuerdos de Italia en el que hace hincapié en el carácter
español de los sefardíes, tarea en la que fue seguida por el doctor Angel
Pulido, que se llevó una enorme sorpresa al encontrarse con judíos que hablaran
español, y desde entonces dedicó su vida este tema y escribe un libro que se
titulará Españoles sin patria y la raza sefardí con el objetivo reconquistar al
pueblo judeoespañol para mostrar al mundo que España ya no es más la nación
intolerante y fanática[8]
Análisis de la
naturaleza de la sefardofilia.
mSe crearon institutos de estudios relacionados con la
historia de los judíos españoles y lo curioso es que el interés o la denominada
Sefardofilia no se limitó a los sectores liberales sino también a los sectores
más tradicionales cuyo representante más genuino y eminente fue Menéndez y
Pelayo, a pesar de que para él la estirpe liberalesca
representaba una idea ajena por completo y aún contraria a la esencia de
España que equiparaba catolicismo y casticismo porque era consustancial a
España, doctrina que sirvió de base y fundamento al nacionalcatolicismo tal como
se forjó en la España de Franco. No obstante, Menéndez y Pelayo admiraba el
talento metafísico y la actitud del pueblo judío para las altas especulaciones
intelectuales y en un epigrafe que escribe les dedica el siguiente homenaje: “A
los sefarditas repartidos por el mundo, que, con nostalgia inextinguible,
recuerdan a España dedica esta página reivindicatoria [9].
Su concepción
filosófica e histórica es la de una nación eterna, en una visión esencialista y,
por ende, ahistórica, porque sólo concebía una Hispania católica, sin
heterodoxias y, lamentablemente, al estudiarla, llega a la conclusión de que la
historia de España es una historia de heterodoxias.
Incluso es dable
atribuir a Menéndez y Pelayo cierta simpatía por los judeoconversos porque
cuando considera a la limpieza de sangre entiende que se trata de un “antipático
asunto” y para exculpar a los españoles de esa actitud Américo Castro
aparentemente recoge de él una extraña teoría[10] y es la
que atribuye a los judíos haber inspirado a los racistas españoles al considerar
a la religión judía como étnica. En ese afán exculpatorio llega a decir que “la
sociedad española acogía con los brazos abiertos a los neófitos, insinuando de
alguna manera que los conversos no correspondieron condignamente a esa fraternal
acogida”.[11]
Con esos antecedentes
no resulta extraño, a pesar su casticismo esencialista, que fuera convencido con
los argumentos filosefarditas de Pulido, juntamente con Pérez Galdós, Unamuno,
Echegaray, Pardo González, y Valera[12]
No obstante todo lo
expuesto Pérez señala que se hizo poco desde el punto de vista político y
social, sobre todo porque el antijudaísmo se mantuvo muy activo, y en ese
sentido la hispanista belga Christiane Stallaert sostiene que los tics
etnoreligiosos permanecían vigentes en pleno siglo XX, y que padeció nada menos
que el apóstol de la reivindicación de los sefarditas, Ángel Pulido, al tener
que adoptar la precaución de declarar en 1905 en su libro su pertenencia
etnoreligiosa expresando “Somos cristianos descendemos de cristianos
viejos”.
Si bien los resultados de la causa defendida por Pulido
fueron relativos, avanzó mucho en el campo intelectual y científico. Se fomentó
el interés académico por los estudios hebraicos y entre ellos a los
medievalistas y especialistas en historia de la literatura, como la escuela de
Ramón Menéndez Pidal, quien vio en aquella producción conservada por la
tradición oral entre los sefardíes de Marruecos una confirmación de sus tesis
sobre el viejo
romancero medieval, es decir, se interesó por la cultura sefardí como testimonio
vivo de su españolidad.
Desde finales del
siglo XIX, el folklore judeo-español suscitó una serie de investigaciones que
procuraron recoger, publicar y comentar aquel tesoro insospechado,. También los
músicos se ocuparon en el mismo sentido[13]
Por otra parte,
tenemos lo que para Pérez constituye un filosefardismo de derechas del que
participaron activamente intelectuales como Giménez Caballero y Foxá, que luego
confluirán en el falangismo, una suerte de fascismo español. Entendemos que esta
corriente debe ser diferenciada de la nacionalcatólica por razones ideológicas,
del que como vimos Menéndez y Pelayo fue un precursor, a pesar de que ambas
apoyaron a Franco. Para comprender esa actitud, según ese autor, hay a partir de
la visión negativa que muchos militares africanistas solían tener de los
“moros”, considerados como unos bárbaros y degenerados y, por el contrario, los
sefardíes se les antojaban mucho más educados y medio españoles. A partir de
ello la Junta de relaciones culturales organizó una gira por los Balcanes para
que Ernesto Giménez Caballero pronunciase varias conferencias en las comunidades
sefardíes, rechazando el antisemitismo de Pío Baroja, y escribió en La Gaceta artículos sobre esa tendencia.. En tareas
parecidas, tanto los diplomáticos Agustín de Foxá como José María Doussinage
propiciaban el “Sefarditismo económico” por el que se trataba de mostrar,
reiterando los argumentos de Pulido, que eran superiores a los otros judíos
debido a su mezcla racial con los castellanos y creían que podían ser un arma de
penetración española.[14]
Esa tendencia también
es contemplada por Gonzalo Álvarez Chillida quien señala que el rey Alfonso XIII
y sus gobiernos desde el inicio del protectorado español en el Norte de
Marruecos, en 1912, apoyaron el filosefardismo habida cuenta del apoyo de los
hebreos de la zona a la penetración española y como consecuencia de ello –
señala – surge ese filosefardismo derechista en el que militarán en los años
veinte intelectuales que destacaron más tarde – según hemos visto – en el
falangismo, como los mencionados Ernesto Giménez Caballero y Agustín de Foxá.
Ahora bien, este autor distingue – a nuestro juicio acertadamente – entre una
derecha liberal y otra antiliberal y autoritaria y la instalación de la
república, por distintas razones, hizo virar drásticamente a estos dos
intelectuales que acabaron abrazando la causa antisemita. Aún siendo así, la
situación, estos sectores siguieron haciendo una no tan sutil diferenciación
entre los hebreos sefarditas y los de origen ashkenazi, con lo cual el
filosefardimo, si bien alto relativizado, no desapareció. Veremos el caso de la
ilustre pluma del periodismo y la intelectualidad derechista como es el caso de
Luis Astrana Marín, cuya prédica era esencialmente ideológica porque en España
no había casi judíos y llegó a decir “No habrá paz en el mundo mientras existan
los judíos”, con un sesgo potencialmente exterminador, pero que aún deja lugar
para hacerse eco del filosefardismo y expresó: “Yo, aunque antisemita sin
rebozo…dejo aparte a los verdaderos sefardíes, porque antes que antisemita soy
español… Ése ya no es el judío que yo combato… Ese judío no es propiamente
judío”. Esto no hace más que evidenciar el antisemitismo de derechas y cómo
preocupaba a los españoles la sangre judía que ellos mismos llevaban, lo que lo
hace decir también: “ de tantos judíos como hay, no sabe ya quién lo es ni quién
no lo es”.[15]
Por esas razones el
antisemitismo español presentó ciertas singularidades que no fue común a las
otras naciones europeas movió a Stanley Payne a hablar de la “Paradoja española:
el prejuicio tradicional y sefardofilia”.
El carácter paradójico
que señala este autor quedó evidenciado, además, en situaciones como, por
ejemplo, el filosemitismo catalán que produjo reacciones adversas en otras
regiones y provocó que los habitantes de algunas de ellas por rivalidades
anteriores, adjudicaran a su adversario una supuesta descendencia judía para
desprestigiarlo y como forma de insulto.
Cuando Álvarez
Chillida se refiere a Franco lo describe como filosefardí desde sus años en la
guerra de Marruecos, para lo cual recuerda el apoyo judío a los españoles, y
que, en 1926, publica un artículo titulado “Xauen la
triste”, en la Revista de tropas coloniales,
en el que resaltaba la gran dignidad y las virtudes de los hebreos que
acompañaron a los españoles en su retirada de la ciudad ciudad rifeña a finales
de 1924. Imagen que contrastaba con el salvajismo que atribuía al enemigo
musulmán. Desde aquellos años africanos Franco mantuvo la amistad con varios
notables judíos de aquel territorio, algunos de los cuales le ayudó activamente
cuando la sublevación de julio de 1936. Ya en 1942, con el Eje en el apogeo de
su poder, Franco inserta en un guión cinematográfico que escribiera y que
denominara RAZA ese pensamiento. En el mismo, el protagonista principal, que
sería él, guía a su madre por Toledo y frente a la Iglesia Santa María la
Blanca, que fue anteriormente sinagoga, le cuenta que los judíos se purificaron
al contacto con España y que los judíos de Toledo se opusieron a la crucifixión
cuando fueron consultados por los fariseos. Para él, la superioridad de la
nación española se manifestaba por su capacidad de purificar hasta a los judíos,
convirtiéndolos en sefardíes, bien diferentes de sus correligionarios., Ese
filosefardismo se había manifestado oficialmente ya un año antes cuando el
Consejo Superior de Investigaciones Científicas creo la Escuela de Estudios
Hebraicos, que comenzó a editar la revista Sefarad.[16]
Otra manifestación de
lo que podríamos filosefardimo oficial o político fue la que se expresó en el
gobierno de Primo de Rivera en el año 1924 concedió la nacionalidad española a
protegidos de origen español entre los que se encontraban los sefardíes de la
diáspora
Conclusiones.
La génesis del
filosefardismo la podemos rastrear en la singularidades de la historia de los
judíos de España y los conversos de ese origen según las consideraciones
introductorias que hicimos, pero en la España posinquisitorial debemos tener en
cuenta, de acuerdo a lo enseña Pérez, que el antisemitismo moderno nacido en la
Mitleeuropa hizo poca mella y <no ingresa a España [17]. Al no existir judíos se exteriorizó
solamente en la faz ideológica conspirativa y no racialmente. De esta manera las
referidas singularidades se podrán evaluar, concretamente, en diferentes
acontecimientos y contextos como, por ejemplo, la guerra civil y la actitud de
Franco frente a la segunda guerra mundial y el Holocausto.
También vimos que esa
tendencia puede ser clasificada de distintas maneras según sea su vertiente,
cultural académica, política, oficial o histórica.
[1] Diario El País; “Sefardíes y moriscos siguen aqu”í;Javier Sampedro 5 de
diciembre de 2008.
[2] Pérez, Joseph; “Los Judíos en España”; Ed.
Marcial Pons; Madrid 2005; p. 296.
[3] Stallaert, Christiane, Ni una gota de sangre impura, Editorial: Galaxia
Gutenberg, Barcelona, 2006; p. 251
[4] Pérez; ob. cit; p.
278
[5] Sánchez Albornoz, Claudio; “ España, Un
Enigma Histórico”; Ed. Hispano América, Barcelona 1973; “ Españoles ante la
Historia”; pp 163-4-76-
[6] Pérez; ob.cit.;
p..264.-
[7] Poliakov, León; “ Historia del
Antisemitismo”II; “De Mahoma a los Marranos”; Ed. Siglo XX, Buenos Aires 1968 y
Ed Raíces, Buenos Aires 1988. ob. cit., pág. 222: “No usan barba y su vestimenta
no presenta ninguna particularidad; los más ricos conceden tanta importancia a
la elegancia y el fasto como los más encumbrados de los otros pueblos europeos,
de los sólo se diferencia por su religión…”; pág. 262. “(…) El personaje del
judío barbudo… les irritaba especialmente que se fundiera en una misma imagen
poco halagadora a todos los judíos”.
[8] Perez; ob. cit; p.
301
[9] González Blanco, Pedro : “ Contribución de
los Judíos Españoles a la Cultura Universal “; Ed. Cajica Mexico; p.
95
[10]Netanyahu, Benzion; “Los Origenes de la
Inquisición; Ed. Critica; Barcelona 1995; .p. 884.
[11] Netanyahu; ob. cit; p.
145
[12] Pérez; ob.cit; p.
302-
[13] Perez; Ibid.; 303
[14] Pérez; ibd,; p.
308.-
[15]Álvarez Chillida, Gonzalo, El Antisemitismo en España: la imagen del judío 1812-2002,
Marcial Pons Ediciones de historia, Madrid, 2002; p.. 313; Álvarez
Chillida, Gonzalo e Izquierdo, Ricardo Benito; El
Antisemitismo en España; pp.181; 187 y 189.
[16] Álvarez Chillida; El Antisemitismo en
España; p. 189
[17] Pérez; ob. cit.; p
295.-
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