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viernes, 29 de noviembre de 2013

Misceláneas judías para la pausa del Sábado


 

26 de Kislev de 5774
Jag Janucá Sameaj!

Las luminarias de Janucá (fragmento)
de Rafael Cansinos Assens

¡Oh, luminarias de Janucá, estrellas piadosas del Exodo que consteláis con vuestro fulgor inmortal los caminos de tinieblas en que Israel peregrina por entre las naciones, rodeado de todos los peligros; estrellas numerosas, más que todas las estrellas del cielo, más que todas las arenas de los ríos y los mares que se hubiesen convertido en estrellas; luminarias jubilosas que tachonáis con espléndido fulgor el negro velo del cielo de diciembre, semejante al manto de los recuerdos, y confortáis el corazón del israelita con vuestras llamas festivas, convirtiendo la morada más pobre en un templo de dios y en un alcázar regio; luminarias de Janucá, más festivas aún que la del sábado, más solemnes, puesto que sólo brilláis de año en año; luminarias de victoria, alegres como los fuegos que se encienden al retorno de los vencedores, trasunto de las teas de larga cabellera con que son recibidos los que triunfan; luminarias que de un extremo a otro del mundo consteláis en el mes sagrado de Kislev la dilatada extensión del Exodo, renovando en las gargantas israelitas los clamores de júbilo con que el anuncio de la victoria de los Macabeos fue acogida en Jerusalem aquel día remoto en que la patria, siempre en peligro, fue una vez más salvada por la fortaleza de Adonay! ¡Oh, santas luminarias, con qué íntimo e inefable fulgor brilláis en aquel crepúsculo de Kislev en el reducido oratorio donde unos cuantos israelitas descendientes de los expulsados de España, supervivientes de todos los azares y de todos los exterminios, se habían reunido para afirmar sobre aquella tierra amada y dura el sentido de su inmortalidad como pueblo, encendiéndoos, ¡oh, luces santas!, en la llama de la tradición sobre las cenizas de todos los recuerdos!
(...)
Habíanse reunido todos, desde los cuatro extremos de la tierra, para presenciar el milagro de ver encenderse las luminarias de Janucá en el país de los inquisidores, y estaban allí como atónitos de verse providencialmente reunidos, cual si fueran los mismos expulsados que después de tantos siglos de ausencia volviesen a hollar la tierra inolvidable y vedada. Y parecían ellos mismos asombrados de encontrarse alli de nuevo en aquel oratorio reducido, pero suyo, sagrado como un templo e inviolable ya por la tolerancia de las leyes españolas, a salvo de persecuciones y mortandades. Parecían dudar de la maravilla, y, no obstante el júbilo de su encuentro, permanecían un poco cohibidos en sus asientos, inquietos, como debieron de estarlo los conjurados de Diego Susán en sus asambleas nocturnas, temiendo escuchar de pronto en la puerta los aldabonazos de la Inquisición. Y cuando, a instancias de todos, el doctor Nordsee encendió una a una las simbólicas luminarias, que fueron surgiendo con la lentitud de las estrellas, y el anciano rabí de Palestina, después de mecer sobre su regazo, como a un niño, al rollo de la Ley, exilado con sus ascendientes y retornando con ellos, leyó el relato bíblico de la victoria de los Macabeos, ninguno pudo contener el llanto y todos sintieron la necesidad de decir algunas palabras para mitigar su emoción; todos sintieron la necesidad instintiva del salmo, del salmo no escrito, espontáneo, según brotó en cada lance de su historia, jubiloso y amargo, de los labios de sus ascendientes.

                                                                      ********* 

Rafael Cansinos Assens (Sevilla, 1882 – Madrid, 1964) fue un escritor, poeta, novelista, ensayista, crítico literario y traductor español perteneciente a la Generación de 1914 o Novecentismo.
Nació en Sevilla en 1882 y con quince años, en 1898, fallecido su padre, se traslada con su familia a Madrid, ciudad que ya nunca abandonaría.
Su educación fue profundamente cristiana de la mano de su madre, ferviente católica, y de las de sus dos hermanas mayores, que llegaron a ser novicias. La rama paterna, «Cansino», era consciente a mediados del siglo XIX de su herencia conversa, lo que llevó a un jovencísimo Rafael a investigar el origen de su apellido, encontrando evidencias de un pasado familiar marcado por la expulsión de los españoles de religión judía en 1492 y que dividió a las familias sefarditas. Es a partir de este momento cuando comienza en él el proceso de asimilación al judaísmo, que ya le acompañará, con no pocos contratiempos, hasta el último minuto de su existencia.
Ha publicado numerosas obras: ensayos, poesía, narrativa, memorias. Entre los más reconocidos: "El candelabro de los siete brazos", prologado por su amigo Jorge Luis Borges y "Bellezas del Talmud" publicada en 1919 que pone por vez primera en español, traducido del inglés y francés, una antología talmúdica.
Desaparecida la comunidad judía española después de la Guerra Civil, su relación con el judaísmo y sus publicaciones son a través de la Sociedad Hebraica Argentina y de su íntimo amigo César Tiempo.










miércoles, 27 de noviembre de 2013

"Diálogo entre dos mundos"

Por Jack Fuchs y Silvia Lef

Jack:
     Me encantan nuestros diálogos. Son como un juego de ajedrez,
donde disfrutamos la partida, la jugada del otro. Impensada. Está
bueno el juego en sí, independientemente del resultado. Nadie gana o
pierde. Dialogamos, simple y sencillamente. ¿No?

Silvia:
     Por supuesto. Está re-bueno seguir tus temas y tus questions/preguntas.

Jack:
  Quiero "hacer una revolución", una protesta pública, por los
incumplimientos de las pre-pagas, por los servicios que no funcionan
en regla, por las dilaciones en la atención, por todo lo que no anda
bien. ¿Qué opinás? ¿Podré hacerlo?

Silvia:
    ¿Por qué no? Why not?
¿Harás pancartas? ¿Un piquete? ¿Cortarás las calles?

Jack:
    Pensé re-asociarme al Bund para encaminar toda esa rebelión.
Cuando lo organice bien, te cuento.Mientras tanto, quiero seguir
hablando de este tema que nos ocupa últimamente: la igualdad. Pienso
que es una utopía, no existe, no hay igualdad. Mirá, los derechos de
un niño y comparalos con los de un adulto. ¿Son equiparables? ¿Acaso
se podría hablar allí de igualdad de derechos?

Silvia:
     El niño requiere siempre de la contención y del acompañamiento
del adulto. Es deber de este último asistirlo y prodigarle al primero
todo cuanto necesita, comenzando por el primer alimento: el amor.

Jack:
      La mujer y el varón son distintos, casi como dos especies. Según
el relato bíblico, Dios hizo primero al varón y de su costado, luego,
a la mujer. Uno depende del otro. Difieren en la naturaleza. Nunca
serán iguales. La mujer va detrás. Está muchas veces dejada,
abandonada por el hombre que se enamora de otra y aquélla se queda sola.
Ella es distinta. Siempre está. En las artes, en las ciencias, en la
política, 0,001 de mujeres y muchos más varones se destacan. Ayer en
la asunción en la Legislatura, todos varones y sólo 3 mujeres. Nada.
¿Qué opinás?

Silvia:
    Opino que hay dos versículos bíblicos acerca de la Creación. El
que mencionás (cfr. Génesis 2, 21) y el otro que dice: "los co-creó, ben
zajar y nekeibá/ masculino y femenino" (cfr. Génesis I, 27). De
modo tal que si partimos de un otro supuesto, nadie sojuzgaría ni
esclavizaría al otro sino más bien, en el mejor de los casos, se
co-elegirían.
Hay casos de mujeres que se desenamoran y abandonan, dejan, eligen a
otro compañero. No creo que eso sea privativo de los varones y/o del
sexo masculino. Además, ¿considerás una analogía entre las mujeres y
los niños?

Jack:
     Y sí. Ambos son débiles y dependientes. Mirá la historia. El niño
no existía, era un adulto en miniatura y la mujer si no es por el
varón, tampoco.Ella sola no puede hacer nada.

Silvia:
      Estás super machista hoy. Parecés freudiano en cuanto no habría
en el inconsciente la representación de la mujer, ni de la muerte propia.
Serían "pura falta". El emblema preponderante es el del articulador
simbólico de la falta, asociado con lo masculino. Ahora bien, parecés
lacaniano, en cuanto hay des-encuentro entre ambos sexos y "no hay
relación sexual". Un verdadero enigma el amor, que suple estas
imposibilidades.

Jack:
      Si un perro muerde a un hombre no es noticia, pero si un hombre
muerde a un perro, sí es noticia. Acá es igual. Lo que prevalece es lo
que te digo. No hay igualdad  entre los dos sexos, ni la va a haber jamás. Hay obligaciones.
El hombre se cansa de la mujer  y la deja, se va con otra. Debería quedarse y seguir
igual.

Silvia:
     El amor a veces se termina. Mejor ser feliz que no serlo.
¿Vos te quedarías con alguien que no te plenifica?
¿No buscarías un buen amor?
¿No pensás que la mujer tiene idénticos derechos?
¿Por qué le arrogás a un sexo un don preferencial respecto del otro sexo?
¿O, acaso, prescribirías el matrimonio a la fuerza, como obligatorio,
y su continuidad, aunque no funcione?

Jack:
    La verdad es que el divorcio me horroriza. Vi un caso de dos
profesionales. Con nietos, hijos, él se fue con otra y la dejó. ¿Y
ella? Se quedó sola.

Silvia:
     Si no eran felices y si el vínculo no funcionaba, ¿por qué forzarlo?
¿Dónde estaría escrito que hay que seguir igual, como si nada? ¿No es
mejor, intentar un cambio? ¿No es lo mejor para ambos? No te olvides
que el lazo es de dos, no de uno solo.

Jack:
     El hombre trabaja y tiene obligaciones. Hay rutinas que no elige,
no por ello abandona el trabajo y tira todo al cuerno. Acá es igual.
¿Por qué dejar(la)?

Silvia:
    ¿Has objetalizado a la mujer y la has convertido en objeto pasivo
del amor para el otro?
¿Y su voluntad? ¿No es acaso sujeto también? Ademas, ¿no vas a
comparar el amor con un trabajo? ¿O, si? ¿De uno solo? ¿Co-trabajo?

Jack:
      Este tema me gusta mucho. Quiero seguir(lo) la próxima.
¿Podremos seguir hablando de ésto?
Espero que no sea muy traumático para ti.

Silvia:
     Cuantas veces quieras. Es un tema nodal. Si lo elegís es porque
te importa y te plantea dudas. Sigámoslo hablando hasta el cansancio.
No me resulta en absoluto traumático. La verdad es que respeto tu
posición pero ni me identifica, ni comparto tu valorización de la
diferencia. Mi identidad como mujer es muy otra respecto de lo que
planteás.

Jack:
   Otro gran tema para tocar la próxima son las conductas humanas
irracionales. Necesito espacio, hago una guerra. Me molesta el otro,
lo mato. Después vienen las justificaciones estúpidas y las excusas.
Así, son las guerras.

Silvia:
    ¿Guerra entre los dos sexos también?

Jack:

     "¿(...)?"


Silvia:
      ¿Sos Yacub, ya Israel, quien lucha contra el malaj y vence con
la Palabra, con la Letra, con la Ley? ¿No será que el ángel/malaj está
dentro tuyo, al modo del Deus sive natura spinoziano? ¿Y si está en
vos y no fuera de vos, la lucha es intrapsíquica, con un otro aspecto
tuyo?

Jack:
     ¿Seré un Patriarca del Siglo XXI, talmúdico y freudo-lacaniano?
¿Estaré pre-escrito en el Génesis/Bereischit, en el Libro de la Creación?

Silvia:
        "¿(...)?"

viernes, 22 de noviembre de 2013

Misceláneas judías para la pausa del Sábado

19 de Kislev de 5774

"Los crímenes de Moisés Ville. Una historia de gauchos y judíos" de Javier Sinay
(fragmento)



Sueño de un periodista

Mijl Hacohen Sinay tenía 20 años cuando puso un pie en Rosario. La familia había decidido marcharse de Moisés Ville luego de enterarse de que el padre, Mordejai Reuben, había fracasado en su misión a la JCA y de que el administrador Michel Cohan no tenia intenciones de dictar una amnistía. Todavía con aquel en Europa, Mijl consiguió  trabajo en Rosario, en el negocio de trigo de un judío alemán de apellido Sergetty. Estuvo dos meses en esa ciudad, pero entendió que Buenos Aires – ese infierno, ese paraíso – llamaba cada vez más fuerte.
Y llegó a la capital del país en febrero de 1898.
Si hoy recorro la Buenos Aires judía – una ciudad dispersa, integrada dentro de la gran ciudad, de ningún modo limitada a los pasadizos textiles del Once, a las torres de Belgrano o a los departamentos de Villa crespo – me pregunto qué quedó de aquella otra ciudad judía que conoció mi bisabuelo. Probablemente, muy poco. Apenas, diría, la sinagoga de la calle Libertad – inaugurada en Rosh Hashaná el 26 de septiembre de 1897 -, que resplandecía cuando mi bisabuelo la vio por primera vez. No era la de hoy, pues el edificio definitivo fue terminado en 1932, pero era, sí, el primer gran templo de la ciudad. La calle Libertad seguía siendo el epicentro de la vida judía en la década de 1930, cuando la recorrió Roberto Arlt y la retrató en una aguafuerte que titulo “Comerciantes de Libertad, Cerrito y Talcahuano”: “Han transformado las tres calles. Les han dado una vida ficticia, una vida oriental. El que no ha viajado se imagina que así debe ser Gaza o Jerusalén”.
En 1898, en una ciudad que había incorporado a los pueblos de Belgrano y Flores como barrios propios apenas once años atrás, el barrio judío – la semilla de lo que Arlt vería – ya estaba bien delimitado desde la calle Libertad hasta Callao y desde Tucumán hasta Cuyo (hoy Sarmiento). Allí se mezclaban los cuenteniks – vendedores ambulantes que iban de puerta en puerta ofreciendo y cobrando a cuenta – con los proletarios de la Idisher Arbeter Farain (o Sociedad Obrera Israelita), los lectores de la Biblioteca Rusa con los ortodoxos rusos (no tan diferentes de los lubavitchers de hoy), y los cambalacheros de los bazares con los tenebrosos que se dedicaban sin pudor a la trata de mujeres y a los que se conocía mejor como “tmeim”, o impuros.
Aunque su comercio era celebre en todo el mundo y todavía seria mayor con la Zwi Migdal – la red polaca de prostitución que aglutinaría a 459 delincuentes y que seria desbaratada recién en 1930 -, algunos de ellos ya había caído en desgracia: en ese mismo año de 1898, la Policía de la Capital publico una Galería de Sospechosos con unos doscientos tratantes , registrado en el proceso acelerado de control poblacional (dactiloscopia, fotografía, antropometría) al que también eran sometidos los ladrones, los anarquistas, los homicidas y todo aquel que, entre la multitud amorfa, tuviera cara de virus social.
Con profesión de rufianes, según se indicaba, aparecían retratados de frente y de perfil en fotografías grandes y prístinas que todavía hoy son elocuentes; ahí estaban Herman Feytel, nacido en Egipto, gordo y un poco bruto; León Mund, de Rumania, con un ojo de vidrio; Adolfo Schuarst, demasiado enclenque para el oficio; Felipe Rosemberg, austriaco, de cabellos incontrolables; Abraham Zecler, de mirada clara y amenazante; Isaac Miltz, de París, grande y malo como un oso enojado; y la única mujer de la Galería, Risfka Racien, de Varsovia, una madama de expresión agria. Todos ellos llegaron en circunstancias cubiertas de sombra y caminaron por Libertad, por Cerrito y por Talcahuano; y probablemente lo volvieron a hacer cuando la policía los largó. Otro, un tal Jacobo Jacovich, se ganó sus doce líneas en el diario La Prensa el día de Navidad de aquel año 1898, cuando estropeó a patadas a una de sus mujeres en un conventillo en Libertad y Lavalle.
Los hombres de la Congregación Israelita de la Republica Argentina también caminaban por esas calles, aun topándose con quienes los despreciaban, como el doctor Glow – el protagonista de la novela La bolsa, publicada por Julián Martel como folletín de La Nación  en 1891 -. En un país donde un cuarto de la población era inmigrante, surgía entre los mas rancios el resquemor. “Al extranjero que viene a nuestra tierra, naturalícese o no, maldito lo que le importa que estemos bien o mal gobernados”, pensaba Glow cuando hablaba de una invasión sorda y lenta, donde un tal Barón de Mackser aparecía como enviado secreto de Rothschild y avivaba el crack de la economía argentina en 1890.
El judío era el más extranjero entre los extranjeros.
En el barrio israelita también había refugiados recién llegados de las colonias. A lo largo de 1897 – el año de la revuelta en Moisés Ville y del viaje a París de mi tatarabuelo, el rabino Mordejai Reuben Hacohen Sinay -, la hostilidad, la pobreza y el pesimismo hicieron estragos en todas las colonias: de las 983 familias asentadas en los pueblos de la JCA, cerca de doscientos desertaron. Muchos de los moisesvillenses desalojados vivían en conventillos, y otros dormían en los bancos de la plaza Lavalle – una plaza decadente, que todavía no tenia su Teatro Colón ni su Palacio de Tribunales -, junto a los mendigos de una ciudad que avanzaba en su esplendor de belle époque sin detenerse a recoger a los que quedaban en el camino.                                                                                                                           
                                                  ****************************

Javier Sinay (Buenos Aires, 1980) es periodista. Publicó Sangre joven. Matar y morir antes de la
adultez (Tusquets, 2009) que mereció el Premio Rodolfo Walsh en la XXIII Semana Negra de Gijón (España) y 100 crímenes resonantes que conmovieron a la sociedad argentina (Planeta, 2010), en coautoría con Norberto Chab. Escribe habitualmente para diarios y revistas nacionales. Ganó tres Premios Perfil a la Excelencia Periodística y un Premio TEA Estímulo.
Los crímenes de Moisés Ville. Una historia de gauchos y judíos surge a partir de un artículo publicado en 1947 titulado Las primeras victimas judías en Moisés Ville y firmado por Mijl Hacohen Sinay, bisabuelo de Javier Sinay. A partir de allí comienza un recorrido de investigacion policial, documental, periodístico, histórico, lingüístico y familiar en el que intentará dar con ese costado poco conocido y brutal de la relacion entre los gauchos y los judíos en los años de la colonización.
Esta novela se encuentra disponible en nuestra Biblioteca.

martes, 19 de noviembre de 2013

"Diálogo entre dos mundos"

Por Jack Fuchs y Silvia Lef

Jack:
      Te quiero contar lo de la Catedral. Nos reunimos a las 19 hs
pero no empezó hasta que ese grupo que quería impedir el acto se fue.
Fue episódico. Aprovecharon que el lugar es abierto, como una plaza.
Eran manifestantes en contra de la institución religiosa, en contra
del Papa. No era algo eminentemente antisemita sino anti democrático.
Fijate que el simbolismo del recordatorio de la noche de los cristales
rotos es universalista. Hice 180 copias del poema, al modo del himno
de los sobrevivientes y se lo dis a Skorka. El leyó un párrafo y me
nombró. Repartimos el texto entre los asistentes y hubiera necesitado
más ejemplares porque eran muchos más. Hubo como diez oradores en
total.
       Ahora, me gustaría seguir con el tema del otro día. El del
casamiento y el de los derechos del hombre. ¿Qué te parece?

Silvia:
     Sigo tu discurso, voy tras tus temas.
¿Pensás que hay un solo género, el humano y que tiene diferencias en
los derechos, respecto del varón, respecto de la mujer?

Jack:
     Y si. Iguales no son. Una vez hace cincuenta años, alguien me
dijo que parecen dos especies distintas y creo que es así. Son
diferentes. Son distintos. Parecen salir de raíces o de antecesores
otros. ¿Por qué será?
     Antes, el casamiento era lo que permitía tener relaciones
sexuales. La gente se casaba y de ese modo quedaba habilitada para
ello. No había otra forma. Ahora, van a la cama y ya no se casan, el
casamiento ya no tiene sentido. Los diferentes ya no se unen
legalmente, sólo se casan los iguales porque tienen la ley que antes
no tenían. A ellos, les sirve la unión legal.

Silvia:
   ¿Pensás que hay casamientos entre personas del mismo sexo y no
entre personas de distinto sexo?

  Jack:
     Sí, lo pienso. Además, la gente ya no necesita casarse. No tiene
sentido. ¿Para qué?
Se terminó éso. Algunas mujeres quieren casarse pero están sujetas a
la voluntad del varón que no coincide. Así, conviven sin casarse y a
veces no tienen hijos porque ellos ya tienen y no quieren más. Ahora,
decime: ¿por qué la mujer obedece al hombre? ¿Por qué es esclava suya?
¿Qué la obliga a deponer su deseo?

Silvia:
      ¿Lo ves del lado del machismo?
¿Pensás que un sexo se impone social y culturalmente al otro sexo?
¿No pensás que la mujer no pocas veces huye del compromiso legal,  o tal
vez, no lo estima como antaño?

Jack:
     Mirá. Hice una pequeña estadística. Hablé con una que vivió en
pareja y ahora volvió con sus padres. Se dejó porque el varón no
quería asumir responsabilidades. El no quería hijos y ella sí. El no
quería casarse y ella sí.

Silvia:
    ¿Se buscó otro que quiera todo eso que ella también quiere?

Jack:
     No, lo dejó pero está triste porque lo quiere a él, aunque
reconoce que no coinciden en sus deseos.

Silvia:
     Bueno, ella eligió dejarlo. Ahí jugó su voluntad. No es que él la
sojuzgó o que ella fue avasallada por la voluntad de él. Ambos eligen
vez a vez. O siguen y resuelven de algun modo las diferencias, o se
dejan y cada cual hace su camino, vehiculizando las propias
modalidades y anhelos. Por ahí, si vuelven, los dos ceden en algo y se
hace posible el vínculo.

Jack:
     Otro caso: una que lloraba porque él no quería darle lo que ella
quería y ella lo quería a él, no a otro. Muy egoísta el tipo y ella se
lo aguantaba. Como soy viejo y confiable, le dije: ¿y vos, no valés?
¿Por qué no tenés un hijo igual, aunque él no quiera?

Silvia:
     ¿Sola?
¿Con él?
¿Con otro?

Jack:
     No sé, pero me parece que el hombre la arrastra a la mujer a un
lugar feo. Ella se queda ahí y llora, como que no vale. Trata de
convencerlo y el tipo nada. Total, asi se armó el vínculo y ya nada
puede cambiar.

Silvia:
      ¿Por qué no?
¿Acaso vos no has cambiado tu nombre Yacub por Israel?.
Y,  como Israel, ¿luchás con el malaj, intercesor divino entre Cielo y Tierra. Y,   mejor aún, en ese desafío le ganás la batalla con tu imbatible fe y con tu esgrima oral?

Jack:
¿Soy el Patriarca del Siglo XXI, el que apuesta a la Letra, a la
Palabra, a la Circuncisión, a la Ley?

Silvia:
    "¿(...)?"

viernes, 15 de noviembre de 2013

Misceláneas judías para la pausa del Sábado

 12 de Kislev de 5774

Orquesta de Dovid Hofshtein *

¿Quién dice - ¡qué me mire a los ojos! -
que las multitudes sólo escuchan tambores?
Quién lo dice:
- ¡Un tambor ventrudo y algunas trompetas
bastan para acompañar a las masas!
Quién dice:
-¡Para las masas alcanza con fanfarrias!

¡Lo dicen los antiguos amos!

Nosotros decimos:
-¡Queremos, hemos de conseguir,
una vida caudalosa para cada uno!
Decimos
que los luchadores-obreros y constructores
poseen un oído sensible y delicado...
¡Nada de "pan y circo
para esclavos"
sino todo lo que creó la humanidad
para nosotros y para ellos,
hombres de la nueva siembra,
hombres libres con plenos derechos!

¡Y no sólo pan
ni redoble de tambores,
y no sólo rabia y amargas maldiciones
a las cadenas de ayer!
Una mano poderosa
guía la construcción de nuestra patria
y una savia sensible y delicada
nutre su flexible fuerza.

Y dulce flautas y violines
acompañan la construcción,
recuerdan penas y pérdidas;
sonidos de cornos se estiran a lo lejos
y anuncios consoladores
de alegrías venideras
en tiempos cercanos,
en orgullosos días y noches:
¡también necesitamos de vosotros,
violines y flautas!
¡Vosotros, flautas y violines
acompañáis la construcción,
las penas y alegrías
de nuestro mundo!

Traducción: Eliahu Toker
............................................................................................................

Dovid Hofshtein nació en 1889 en Korotichev, en la provincia de Kiev, Ucrania. Su padre era agricultor y Dovid, estudiando en una escuela elemental judía, vivió casi permanentemente en el campo hasta los 17 años, cuando se emplea como maestro en una aldea. Estudia en la Universidad de Kiev botánica y filosofía. Comienza a escribir poemas en hebreo, luego en ruso y ucraniano para pasar por fin al idish. Tras la Revolución de octubre es uno de los responsables de las ediciones de las juventudes comunistas judías de Ucrania. Maestro de la poesía idish, es uno de los líderes de la Escuela de kiev. El régimen stalinista lo arrestó en 1948 y lo fusiló en 1952.

Presentación de libro


Artes Plásticas


martes, 12 de noviembre de 2013

Exposición didáctica


"Diálogo entre dos mundos"

Por Jack Fuchs y Silvia Lef
Jack:
     Pienso mucho en los cambios socio-culturales. Hoy la gente no se casa más. Las mujeres aceptan el dominio del varón y conviven sin unirse legalmente. Dime, ¿por qué?
Silvia:
       Hay más libertad en esta generación que en anteriores. Hay otras uniones, más libres que en otras sociedades. Aparte, la mujer es sujeto de voluntad como el varón. Son co-equipers, en el mejor de los casos. No hay subordinación, dominio, machismo instituído, salvo excepción.
Jack:
      Mujeres que deponen la maternidad porque el hombre ya tuvo hijos de una unión anterior y no quiere volver a tener(los) en esta nueva unión. Mujeres que deponen el matrimonio porque los varones no quieren volver a casarse. Dime, ¿por qué?
Silvia:
     Creo que en los casos más felices, hay paridad. Varón y mujer se unen eligiéndo(se), sin presiones sociales, sin otra obligación más que la que les prescribe su propio deseo, el de cada cual. Unico imperativo categórico: amarse, porque quieren hacerlo, compartir derechos y obligaciones, porque les sale elegir(lo). Recordá lo que dice el artículo 1137 del Código Civil argentino: "Lo que las partes pactan entre sí vale para ellas como la Ley misma".

Jack:
     Si uno es soltero y el otro también, ¿por qué no se casan?
Lo económico son excusas. Creo que el varón no quiere comprometer(se) y la mujer sí. Creo también que ella es víctima de él porque se le pasa el ciclo biológico y luego ya es tarde. El es egoísta y ella altruista. Dime, ¿por qué?
Silvia:
      Creo en la libertad. Nadie obliga a otro a permanecer a su lado. Si alguien elige convivir con otro es porque en ese lazo halla lo que necesita y si hay sojuzgamiento, dominio, sado-masoquismo será una patología compartida por ambos. Nadie es víctima de otro, salvo en el caso de delitos, claro. Si no, lo deja y se va. Revisa su elección y hace una nueva, reparatoria de aquella. Vos siempre elegís y el otro también siempre elige. A veces bien, a veces, mal. Pero nadie está obligado a ofrendar(se). Si te quedás es porque querés. Respecto del momento actual, hay uniones de hecho, parejas de hecho que no tienen el menor complejo por no haber(se) casado. Algunos huyen del matrimonio civil, otros lo vuelven a elegir, a pesar de haber fracasado alguna vez. No hay fórmulas. Hay flexibilidad. Hay muchas variables: caso por caso. Hay gente feliz y hay gente infeliz. El matrimonio per se tampoco es ninguna garantía. Hay gente que ha padecido mucho al disolver un vínculo y no quiere repetir esa experiencia, por lo cual busca un lazo libre y que lo plenifique. Tal vez en algun momento lo formalice con algun tipo de unión, tal vez no.
Jack:
     Estoy desorientado. Hay gente que tiene un buen pasar. Son libres los dos. Podrían casarse y no lo hacen. Otros casos, se enamoran de imposibles. Uniones que no podrán efectivizarse. ¡Qué raros los humanos! Dime, ¿por qué?
Silvia:
     Hay gente que halla el amor donde menos lo esperaba. Pensá que las sociedades evolucionan y la gente se va desprejuiciando lentamente. Hoy día hay uniones civiles entre iguales que en otra época no existían. De ese modo, las personas que se eligen pueden tener derechos como las otras y realizar su vida social sin complejos ni discriminación, ni segregación. Pueden casarse, cambiar el sexo, modificar la identidad, adoptar hijos. No lo harían si no les fuera posible con leyes que se los permitan. Además la legislación protectora de las diferencias está amparada. De la Rúa, cuando era senador nacional en el 87, propuso una Ley maravillosa que es la 23592, antidiscriminatoria. Salvaguarda al otro para que no sea perseguido, burlado, maltratado ni por sexo, ni por religión, ni por ideología, raza, identificación diferente. Con esa ley se han defendido y se defienden los otros y sus diferencias.
Jack:
    Hay uniones que no entiendo. La verdad es que vengo de una generación donde los roles estaban determinados socialmente de un modo. La gente se casaba for ever/para toda la vida y no había otra cosa. Hoy se casan y se descasan. El divorcio generó otros problemas.
Silvia:
     El divorcio vincular permitió disolver el lazo conyugal cuando no funcionaba la institución matrimonial. Gracias a esa ley,  mucha gente pudo rehacer su vida y reapostar a una otra y nueva elección. Tal vez venís de una generación donde no existía la indisolubilidad del matrimonio que es una solución cuando no hay entendimiento y/o felicidad. ¿Seguirías unido a alguien que no te hiciera feliz? ¿No sufrirías si la legislación no te diera solución legal?
 
Jack:
       Dime ¿por qué la gente ya no se casa como antes. ¿Qué ha sucedido? ¿Ya no se quieren? ¿Ya no se aguantan? ¿Ya la familia desapareció?
Silvia:
      Hay bastantes casamientos. Además hay otro tipo de uniones. Cada caso es un mundo y cada mundo tiene sus leyes. Hay gente que se quiere, más y/o menos. Hay gente que se desquiere. Hay gente que se lleva bien, hay gente que se lleva mal. Hay gente que goza y hay gente que sufre, aguanta y que no es feliz. Hay familias diversas. Hay cambios sociales, culturales. La mujer y el varón trabajan lo dos, cambian pañales los dos, van al super los dos. En algunos casos, hay más paridad; en otros, más disparidad. No hay fórmulas generales, cada cual deberá hallar la suya propia. Hoy hay familias nuevas, ensambladas, diversas.
Jack:
     ¿Por qué la gente ya no se casa? Dime, ¿por qué?
Mientras pensás el por qué, te voy a dar para nuestros lectores dialógicos un poema acerca de la Noche de los Cristales, el 13/11/13 lo repartiré en el acto recordatorio a las 19 hs en la Catedral.  Es un Himno que nos representa a los sobrevivientes de la Schoá.

ES BRENT (ARDE!)
de Mordechai Gebirtig

Arde, hermanos, arde,
Nuestro pobre pueblito está ardiendo.
Malignos vientos con cólera
arrancan, destrozan y expanden
más aún las llamas salvajes.
Todo alrededor ya arde.
Y ustedes parados, mirando
con las manos cruzadas,
y ustedes parados mirando.
Nuestro pueblito está ardiendo.

Arde, hermanos, arde,
nuestro pobre pueblito está ardiendo.
Las lenguas de fuego
Ya lo tragaron todo.
Y ustedes parados...

Arde, hermanos, arde,
Puede, Dios libre, llegar el momento
en que nuestra ciudad junto con todos nosotros
sea convertida en cenizas
y queden como después de una batalla
sólo vacías y negras paredes.

Y ustedes parados...

Arde, hermanos, arde,
La ayuda sólo depende de ustedes.
Si amáis al pueblito,
Tomad las vasijas y apagad el fuego.
Apagadlo con vuestra propia sangre.
Demostrad que podéis hacer eso.
No estáis parados, hermanos con los brazos
cruzados.
No estáis parados, hermanos, apagad el fuego.
Nuestro pueblito está ardiendo.

Traducido del idish por Moisés Kijak.

Nacido en 1877, Mordechai Gebirtig es considerado uno de los escritores más populares de canciones y poemas Idish. "Es brent" es su canción más famosa, escrita en respuesta a un pogrom que tuvo lugar en 1936 en el pueblo de Przytyk.
Se convirtió en el himno de los sobrevivientes del Holocausto, quienes sintieron que estos versos reflejaban su tragedia.
La canción sigue siendo interpretada, a través de los años en las conmemoraciones del Holocausto.
Gebirtig fue ejecutado en el gueto de Cracovia en junio de 1942. En esta especial ocasión, siento la necesidad de compartir estos versos, tan hondos y tan dolorosos.
Es mi manera de recordar. Jack Fuchs
 

Silvia:
    Eres Yacub, ya Israel: el Patriarca del Siglo XXI, quien se resiste a que las instituciones cambien. Quien apuesta sine qua non al Pacto de Fe, a La Letra, a la Palabra vale Acto, a la Circuncisión, a la Ley..

Jack:
     "¿(...)?"

viernes, 8 de noviembre de 2013

Misceláneas judías para la pausa del Sábado


5 de Kislev de 5774



Durante la noche del 9 al 10 de noviembre de 1938 y llevado a cabo por las tropas de asalto de las SA conjuntamente con la población civil,  se sucedieron  una serie de pogromos y ataques combinados ocurridos en la Alemania nazi y Austria, conocida con el nombre de La Noche de los Cristales Rotos, en alemán: la Kristallnacht.



Todos los torrentes van al mar
Memorias (fragmento)
de Elie Wiesel

Se preparaba la tragedia y la vida fluía en mí, fuera de mí; prestaba poca atención a ello. Crecía, maduraba, aprendía textos mas difíciles, mas oscuros. ¿Hitler? Sus ladridos no penetraban en mi conciencia. Las leyes de Nuremberg, Los Juegos Olímpicos, el asesinato de Von Rath, la Noche de los Cristales Rotos: Adriano y la Inquisición habían hecho cosas peores. Con tal que el Tercer Reich se derrumbara por sí solo, que las grandes potencias europeas no cedieran, que Hitler y sus acólitos reventaran, con tal que no hubiera guerra…
Hubo guerra. Estalló un viernes. Lo recuerdo: era el mes de Elul y todos nos preparábamos para las Grandes Fiestas. Por la mañana, tocaban el shofar para incitar a las almas pecadoras al arrepentimiento. Se afirma que ese mes los propios peces tiemblan en el agua. En un rincón del beith – hamidrash, vistiendo sus chales de oración y con las filacterias ceñidas, mi padre y sus amigos comentaban las ultimas noticias. Excitados, hablaban en voz demasiado alta, de modo que sus mayores les reprendieron: “Shhh…¡Estamos orando!” Me parece todavía oír aquel “shhh” y poder traducirlo: qué idea hablar, agitarse, mientras algunos judíos se dirigen al Rey del universo. Qué idea para los pueblos y sus ejércitos matarse mutuamente por un pedazo de tierra o unas pocas frases cuando Dios esta escuchando a sus fieles…
La discusión se interrumpió. Prosiguió el oficio y concluyó, como de costumbre, con el Cádiz. A lo lejos, retumbaban ya los cañones, la Muerte actuaba y los primeros huérfanos aprendían a llevar su luto. Mi existencia no se vio perturbada por ello. Aquel viernes recibí mi panecillo trenzado habitual de manos de mi abuela; acudí a los baños rituales para purificarme al acercarse la reina del Sabbat; me puse una camisa blanca, mi hermoso traje y me abrí a la paz del séptimo día de la creación que, en principio, no debe ni puede ser perturbado por la pasión de los hombres.
Nada excepcional ocurrió aquel Sabbat. En el oficio matinal supe que un célebre predicador estaba de paso y que por la tarde pronunciaría un sermón. Pequeño de talla, casi era preciso abrir mucho los ojos para verle. ¿Cómo lograba aquel hombrecillo tener una voz tan grave y llena? Esperaba oírle hablar de la actualidad, pero tenía otras prioridades. Describió, canturreando, el feroz e implacable castigo que esperaba a los infieles, culpables de transgresiones y depravaciones sexuales  que yo era demasiado joven para comprender. Aseguraban que era miope, casi ciego, pero parecía orientarse por el infierno como si hubiera vivido allí desde el nacimiento, antes incluso.
Durante las siguientes semanas, nuestra ciudad acogió a refugiados polacos, portadores de malas noticias: el ejército hitleriano era invencible y su furor implacable.

                                                         *****************
Elie Wiesel (Sighet, 1928) 

Escritor estadounidense de origen rumano. Fue educado según las tradiciones judías del Talmud, las celebraciones festivas y el hasidismo, y se inició en el conocimiento de la cábala. El 16 de mayo de 1944 fue capturado por los alemanes nazis e internado junto con sus familiares en el campo de concentración de Birkenau, para luego ser trasladado a Auschwitz y Buchenwald.

Único sobreviviente de su familia, al finalizar la Segunda Guerra Mundial se estableció en París y estudió filosofía y literatura en la Universidad de la Sorbona. Al terminar sus estudios se dedicó al periodismo y trabajó para publicaciones de Francia, Israel y Estados Unidos. En 1956 se radicó en Estados Unidos; obtuvo la nacionalidad de este país, y con el asesoramiento de F. Mauriac logró publicar en francés su novela La noche (1958), primera parte de una trilogía donde abordó en profundidad el drama del holocausto judío, y que completó años más tarde con El alba (1960) y El día (1961).

Con la intención de contribuir a evitar que en el mundo se vuelva a repetir una situación de barbarie como la producida en los campos de concentración nazis, se dedicó con fervor a practicar el ejercicio de la memoria, como reafirmación de la vida. Su permanente intervención en foros internacionales de derechos humanos, así como su función como Presidente de la Comisión del Holocausto del presidente Carter y su incansable actividad en favor de la fraternidad humana, le valieron en 1986 el Premio Nobel de la Paz. Sus memorias, publicadas bajo el título de Todos los torrentes van a la mar (1996), son un conmovedor testimonio del cautiverio nazi, y un fervoroso alegato por la paz mundial.

martes, 5 de noviembre de 2013

Evento cultural



"Diálogo entre dos mundos"

Por Jack Fuchs y Silvia Lef

Jack:
     Aquí estoy con los temas relativos al documental "El árbol de la muralla".
     Maravillosa la noticia de reconocimiento por parte del Ministerio de Educación.

Silvia:
     Previamente, te habían nombrado "ciudadano ilustre" en la Legislatura. Ahora este merecido reconocimiento a la transmisión del mensaje cosmopolítico y humanitario. Casi como el del Talmud, al modo de un legado de un Otro para cualquier otro humano como semejante.
      Donemos el link de You Tube para que todos te escuchen


Jack:
link del "Arbol de la muralla" 
http://www.youtube.com/watch?v=DOXHxr6HVVw
Silvia:
       Propongo también colocar una noticia de Página 12 relativa a la presentación que se hiciera en el Museo de la Schoá del documental.
¿Te acordás?
      ¿Quién sos?

Jack:
     ¿Yacub, el Patriarca del Siglo XXI?

Silvia:
   Quien ahora es Israel, el que lucha con la Palabra, con la Letra, con la Ley, con la Torah para erradicar el homicidio del mundo contemporáneo. Quien propone la esgrima talmúdica para hacer la Transmisión del amor universal.

Jack:
       "¿(...)?"

viernes, 1 de noviembre de 2013

Misceláneas judías para la pausa del Sábado

28 de Jeshvan de 5774

Ministerio de Casos Especiales ( Primera parte, capitulo 1)
de Nathan Englander
Los judíos se dan sepultura tal como viven: amontonados, invadiendo el espacio ajeno. Las lápidas apretujadas, los cadáveres enterrados codo con codo, cabeza con pie. Kadish llevó a Pato entre las hileras irregulares sobre el suelo irregular del lado de Socorros Mutuos. Cubrió con la mano el foco de la linterna para atenuar la luz. Sus dedos brillaron anaranjados, rojos en los intersticios, cuando pasó el puño por la piedra.
Estaban buscando la tumba de Hezzi Doble Filo y no tardaron mucho en encontrarla. Su parcela era un montículo definido. La lápida estaba inclinada hacia atrás. Kadish tuvo la impresión de que el viejo había intentado salir arañando la tierra. También parecía que, de haber esperado otro invierno, la hija de Doble Filo no habría tenido necesidad de contratar a Kadish Poznan.
El mármol, había descubierto Kadish, se trabaja no por su dureza, sino por su porosidad. Como ocurría con el resto de los mármoles en el cementerio de la Sociedad de Socorros Mutuos, la lápida de Hezzi estaba picada y cuarteada, y las letras estaban borrosas. En su mayoría eran de granito. Si la naturaleza y la contaminación no hacían su tarea, los vándalos locales ya se encargarían. En el pasado Kadish había borrado esvásticas a fuerza de estropajo y reparado con cemento las piedras rotas. Comprobó la firmeza de la que cubría la tumba de Doble Filo.
—Como mover una muela floja —dijo—. No sé por qué nos tomamos la molestia... dentro de poco no quedará rastro de este lugar.
Pero Kadish y Pato sabían por qué se tomaban la molestia. Comprendían muy bien por qué las familias recurrían a ellos con tanta urgencia ahora. Era 1976 en Argentina. Vivían en la incertidumbre, acechados por el caos. Buenos Aires había padecido olas de secuestros y rescates. Imperaba el terror y el asesinato estaba a la orden del día. No era tiempo para sobresalir del montón, ni para los gentiles ni para los judíos. Y casi todos los judíos sentían que, por el solo hecho de ser judíos, ya se diferenciaban bastante.
Los clientes de Kadish eran los que tenían algo que perder: el sector respetable y exitoso de la comunidad cuyo pasado familiar no era intachable. En épocas menos convulsas se habían limitado a ignorar y negar. Cuando el último de la generación de Socorros Mutuos se marchó en silencio, cuando todas las parcelas de ese lado estuvieron ocupadas, los descendientes esperaron lo que consideraron un tiempo decente para un grupo indecente, y sellaron el cementerio para siempre.

Cuando Kadish quiso visitar la tumba de su madre y encontró la puerta cerrada, fue a pedirles la llave a los otros hijos de Socorros Mutuos. Ellos negaron toda participación en el hecho. Incluso los sorprendió enterarse de la existencia del cementerio. Y cuando Kadish les recordó que sus propios padres estaban enterrados allí, se mostraron igualmente incapaces de recordar los nombres de sus progenitores.
Por dura que fuera la posición que habían tomado, nacía de una terrible vergüenza.
La Sociedad de Socorros Mutuos no solo fue un escándalo para la ciudad; en el pináculo de su gloria, en la década de 1920, fue una desgracia inconmensurable para todos los judíos argentinos. ¿Cuál de sus detractores no disfrutó al ver en el diario matutino la foto de un rufián esposado, de un caftán en hilera? ¿Quién no sintió justificado su oprobio al ver a los famosos proxenetas judíos de Buenos Aires acompañados por sus putas judías de labios carnosos? Pero ya hacía mucho tiempo de aquello en 1950, cuando Kadish se descubrió encerrado del lado de afuera del cementerio. Para entonces, la terrible industria llevaba más de veinte años clausurada como negocio judío. Los edificios que pertenecían a la Sociedad de Socorros Mutuos habían sido vendidos, la guarida de los proxenetas abandonada. Sin embargo, había una sola posesión que no podía caer en desuso. Sí en la falta de arreglos. Y también en la desidia y el abandono. Pero, a la manera de una adivinanza, ¿cuál es la única cosa construida por el hombre cuyo uso está garantizado a perpetuidad? Algo que los muertos usan para siempre: el cementerio.
Ese cementerio era también la única institución establecida por los proxenetas y las prostitutas de origen judío de Buenos Aires construida con una concesión de los judíos honrados. Aunque tenían el corazón de piedra para todo lo que estuviera relacionado con los judíos de Socorros Mutuos, no podían darles la espalda en la muerte. La comisión directiva de las noveles Congregaciones Judías Unidas en Argentina fue convocada y se llegó a un atolladero. Ningún judío tendría que ser enterrado como un gentil, Dios los ayude. Pero los judíos decentes de Buenos Aires tampoco tendrían que yacer entre prostitutas. Compartieron su inquietud con José Talmud, quien, como líder de Socorros Mutuos, ocupaba la cabecera de su propia comisión directiva.
—Se acuestan con ellas cuando están vivas —sentenció José—, ¿por qué no acurrucarse en sus brazos cuando están muertas?
Finalmente se llegó a un acuerdo. Se construiría, hacia el fondo del terreno, un muro idéntico al que rodeaba la necrópolis, delimitando así un segundo cementerio que en realidad sería parte del primero: técnica pero no halájicamente, que es como los judíos resuelven todos los problemas que se les presentan.
El muro existente tenía dos metros escasos de altura, una barrera funcional destinada a proteger un espacio sagrado. La instalación de un cementerio judío en una ciudad obsesionada con sus muertos había indicado un nivel de aceptación con el que las Congregaciones Unidas solo se habían atrevido a soñar. Y habían querido demostrar su buena voluntad en el diseño.
Pero ser aceptados un día no significa que nos darán la bienvenida al día siguiente... y los judíos de Buenos Aires no pudieron resistir la tentación de hacer planes para épocas oscuras. De modo que sobre aquel muro modesto levantaron otros dos metros de reja de hierro forjado, cada barrote coronado por una flor de lis. Todas esas puntas y aristas a cuatro metros del suelo le dieron al muro una sensación de rechazo, un carácter desgarrapantalones y una altura imposible de escalar. Las Congregaciones Unidas se permitieron un destello de grandeza en la entrada, con columnas y coronada por una cúpula. Antes de lograr el equilibrio entre ellos, los judíos lo habían alcanzado con el mundo exterior.
Dos grupos de miembros de comisiones directivas se encontraban de pie observando la construcción del nuevo muro. El rabino de la sinagoga occidentalizada había rehusado asistir. Era el joven rabino a la vieja usanza el que se paseaba nerviosamente, asegurándose de que ciertos estándares fueran respetados y horrorizado de encontrarse presidiendo la ceremonia.
Cuando la argamasa se secó, los directivos de las Congregaciones Unidas regresaron para la instalación de la reja. Se sorprendieron al ver a los proxenetas reunidos de su lado. Era un panorama que aquellos judíos honrados habían esperado no volver a ver jamás. Una hilera de afamados rufianes de Socorros Mutuos estaba frente a ellos, incluyendo al todavía robusto Hezzi Doble Filo, a Coco Burstein y a Hayim-Moshe «el Tuerto» Weiss. A las espaldas de José Talmud se erguía el muy corpulento y muy legendario Shlomo el Alfiler.
—El muro ya es lo suficientemente alto —dijo José Talmud—. La reja es un insulto innecesario.
Los judíos de las Congregaciones Unidas no pensaban que fuera un insulto; pensaban que se complementaría agradablemente con la reja que rodeaba el cementerio. Varias feas amenazas ya estaban implícitas. José no tuvo necesidad de agregar nada más. Señaló el muro y se limitó a decir:
—Esta será toda la separación.
Los judíos decentes pusieron caras largas. Miraron al rabino, pero él no pudo apoyarlos. Un sólido muro de dos metros era una separación según cualquier parámetro: bastaría para una mechitza o un sukkah o para acorralar a un buey corneador. Mientras se discutían los puntos más delicados, José Talmud hizo una seña. Un nervioso Doble Filo empezó a acercarse y Shlomo el Alfiler cerró los dedos de su mano derecha en un puño apretado como un garrote. Feigenblum, primer presidente de las Congregaciones Unidas y padre del segundo, vio la maniobra por el rabillo del ojo. Consideró que era un momento excelente para acatar la palabra del joven rabino e iniciar una rápida huida.
Los proxenetas no querían ser ciudadanos de segunda, como tampoco querían serlo sus hermanos que habían exigido la construcción del muro. Cuando tuvieron que colocar la fachada de su cementerio ordenaron una réplica —pero un metro más alta— de la gran entrada con cúpula que daba la bienvenida a los deudos del lado de las Congregaciones Unida.
Gracias a Dios, una vez más, todo llegó a buen término. José Talmud pudo morir en paz y ahorrarse ver a sus dos hijos, ambos abogados, recibiendo a Kadish en el living de sus grandes casas y negando su origen. Lo mismo ocurrió en los encuentros con la hija del Tuerto y el hijo de Henya el Mudo. Todo lo que esos hijos tenían había sido obtenido y pagado a la manera de Socorros Mutuos.
Fue Lila Finkel —de cuya madre, Bryna la Vagina, se decía que era dueña de una perspicacia incisiva y también de una concha de oro puro— quien se hizo cargo de desasnar a Kadish.
—Respirá hondo —dijo Lila. Kadish obedeció—. ¿Podés olerlo en el aire? —le preguntó.
Kadish pensó que podía.
—Así huele la buena fortuna, Poznan. Estamos en temporada de prosperidad y nunca nos había ocurrido antes, por lo menos no de esta manera.
Era el apogeo de Evita, de la liberación de los obreros, de los descamisados. Las fábricas estaban en pleno ascenso con Perón, y Lila le describió a Kadish el cuadro de la clase media ascendiendo con ellas y haciendo lugar para los judíos. Todo lo que le pedía era que se uniera a ellos y mirara hacia el futuro. No había ninguna razón para remover recuerdos desagradables y ya olvidados. Kadish no se dejaba convencer y la paciencia de Lila comenzaba a agotarse.
—Pensá un poco —dijo, dándose un golpecito seco en la sien—. ¿A quién le va mejor? —Otra adivinanza—. ¿Al hombre sin futuro o al hombre sin pasado? Por eso levantaron el muro. Para que un buen día los judíos pudieran unirse y nosotros pudiéramos entrar en el cementerio de las Congregaciones Unidas con alegría, no con tristeza, y para que todos nosotros, mirando ese muro, pudiéramos olvidar juntos lo que hay del otro lado.
Salvo que a Kadish Poznan el futuro no le parecía más brillante que el pasado. Todavía no había conocido a Liliana ni se había casado con ella, y faltaba mucho para el nacimiento de su hijo. Al no poder visitar la tumba de Favorita, su madre, Kadish no tenía absolutamente a nadie.
—¿Y qué? —dijo Lila—. En la historia de todos los pueblos hay épocas que es mejor olvidar. Esta es la nuestra, Poznan. Dejala ir.
Entre los hijos que no reconocían la existencia de sus padres había otro, aparte de Lila, que se había sentido muy molesto por lo que Kadish decía. Cuando volvió al cementerio y se agachó para entrar, Kadish descubrió que habían agregado una cadena a la puerta, hecho una soldadura al tuntún y, como última medida, usado alquitrán para tapar los agujeros de ambas cerraduras. Le dio una patada que hizo retumbar la cúpula y asustó a una paloma que salió volando de lo alto. Kadish recordó lo que Lila le había dicho y volvió al sector de las Congregaciones Unidas. Entró por la puerta siempre abierta, cruzó los cuidados senderos hasta llegar... y llegó, raspándose los zapatos contra el ladrillo al trepar el muro. Allí encaramado y contemplando el sector de Socorros Mutuos, Kadish se preguntó si alguna vez habrían levantado un muro que nadie se las hubiera ingeniado para cruzar. Aquel no era precisamente un desafío. No pretendía detener a los vivos, sino separar a los muertos.
Fue una buena solución para Kadish y, cuando se propagó el rumor, para el resto de la comunidad judía a ambos lados del muro. De tanto en tanto divisaban a Kadish trepando hacia el sector de Socorros Mutuos o dejándose caer, ya de regreso, entre las parcelas de las Congregaciones Unidas. Pero nadie se dio jamás por aludido. Capaces como eran de olvidar hasta al último muerto enterrado en ese cementerio de rufianes, no les resultó difícil sumar a uno más. A partir de entonces, fue como si no existiera. Los judíos también se olvidaron de Kadish Poznan.
Y las cosas continuaron de ese modo durante mucho, muchísimo tiempo. Así trataban a Kadish cuando se enamoró de Liliana, y cuando ella, Dios la bendiga, se enamoró de él. Los judíos de Buenos Aires hicieron lugar para ella en su olvido: no era un asunto menor, teniendo en cuenta que su familia militaba en las filas de las Congregaciones Unidas. (Lamentablemente, también sus padres se plegaron. ¿Qué se hace con una hija que insiste en casarse con el hijo de una puta? ¿Por qué Liliana se había buscado al único judío orgulloso de ser hijo de una prostituta?) Y así continuó la situación para ellos cuando Evita murió dos años más tarde, y continuaba igual cinco años después, cuando Perón fue derrocado. Las visitas de Kadish a la tumba de su madre se volvieron más frecuentes después del nacimiento de Pato. Su madre era el único eslabón inquebrantable con el pasado.
Ni siquiera el nombre de Kadish le había sido puesto por su familia; el joven rabino lo había elegido y esa amabilidad a medias era lo máximo que le habían ofrecido los judíos honestos. Enfermizo, débil y por puro instinto de supervivencia, Kadish consiguió pasar su primera semana de vida a duras penas. Su madre —una mujer creyente— pidió que llamaran al rabino a la casa de José Talmud para salvarlo. El rabino no cruzó el umbral. Parado al rayo del sol en la calle Ombú, vislumbró en el vestíbulo al bebé en brazos de Favorita. Su juicio fue instantáneo:
—Que su nombre sea Kadish para alejar al ángel de la muerte. Un truco y una bendición. Que este niño sea el que llora y no el que es llorado.
Suponiendo una paternidad ausente más allá del acto físico (y comercial), el rabino dio a Kadish el apellido que acompaña la leyenda: por Poznan sabemos que el retoño nacido de varón con prostituta no resultará bueno. Favorita repitió el nombre: Kadish Poznan. Lo alejó apenas de su cuerpo y lo dio vuelta, como si fuera a tomarle las medidas. El rabino no sonrió ni se despidió. Simplemente retrocedió hasta la alcantarilla, sintiendo que le había hecho un bien al niño. Que el nombre de Kadish lo salvara. Y si el niño era honrado, que se liberara del apellido por sus propios medios.
De haber sabido el origen de su nombre, Kadish no se habría sentido condenado. Era feliz con su familia. Creía en un futuro brillante para su hijo. Y por mucho que le crujiesen las rodillas cuando trepaba ese muro, por muy livianamente y con muy poco jadeo que intentara aterrizar, tampoco había abandonado su propia esencia. Si ella lo hubiera reconocido en los veinticinco años transcurridos, Kadish le habría dicho a Lila Finkel que en parte tenía razón. Por dura que fuese la vida, tenía sentido vivirla con un poco de esperanza. Quizá por eso Kadish nunca había necesitado a sus congéneres judíos ni ellos a él.
Ese equilibrio se mantuvo en la época de los Montoneros y el ERP Y después del derrocamiento de Onganía. Durante esas dos décadas la comunidad prosperó y alcanzó cierto estatus. Y Kadish estaba convencido de que él habría prosperado más que nadie si alguno de sus proyectos hubiera resultado.
Los judíos no sintieron gran necesidad de confiar y alegrarse cuando Perón volvió al poder. Seguramente eso no los hizo pensar en el tratamiento que le habían dado a Kadish Poznan durante todos esos años. La comunidad dio un respingo colectivo cuando, en el recibimiento de Perón, se produjo una masacre entre la multitud que había acudido a darle la bienvenida. Hubo algunos en Once y Villa Crespo que agitaron las rodillas nerviosamente durante el breve reinado de Perón, y hubo dos hermanos en dos grandes casas en Palermo que empezaron a comerse las uñas en serio cuando murió.
Perón dejó a su pueblo con una bailarina de cabaret en la Casa Rosada, incapaz de conducirlo. En esa época de gran incertidumbre y rumores ominosos, algunos afortunados empezaron a temer que los envidiosos y mal dispuestos hurgaran en el pasado. Aunque los cadáveres aumentaban, no había entierros. Fue un período definido más por lo que sacó a la luz que por cualquier otra cosa. Tantos secretos se desenterraban en Buenos Aires que cualquiera podía tropezarse con alguno por accidente. Fue entonces cuando los hijos de Socorros Mutuos reconocieron lo que Kadish había sabido desde siempre: el muro que separaba los dos cementerios no era tan alto. Tan desesperados estaban entonces por que no los vincularan con Socorros Mutuos que recurrieron al único que no había abandonado aquel oprobio. Contrataron a Kadish Poznan para que traspasara el muro. Le pagaron muy buen dinero para borrar los nombres.

Pato se agachó detrás de la lápida de Hezzi. Clavó las rodillas en la tierra y apretó el hombro contra la piedra. Merrándola por los costados, se abrazó a ella, listo para el primer golpe de Kadish. Pato ofrecía resistencia.
—Es para lo único que servís —había dicho Kadish—. Tendríamos que aprovecharlo.
Era un trabajo delicado. Kadish no quería derribar esa lápida. y a Pato le gustaba escabullirse de su padre cada vez que podía. No quería estar ahí. No quería cruzar el cementerio de las Congregaciones Unidas, no quería cargar la caja de las herramientas ni trepar el muro. No quería tomar parte en los planes ridículos, perversos y desprolijos de su padre. A sus diecinueve años, ya en la universidad, Pato estudiaba sociología e historia, cosas importantes que solo se pueden aprender en un ámbito universitario. No tenía interés en el mundo rufianesco del que provenía Kadish.
Para llegar a algún lado con semejante hijo era mejor hacer lo que hacía Kadish y considerar la presencia de Pato como un signo de aquiescencia. Kadish no esperaba mucho más. Para un muchacho que quiere dar la imagen de un tipo rudo e independiente y quiere creer, mientras está en presencia de su padre, que es un hombre que se ha hecho solo, ciertas emociones son confusas y vergonzosas. Pato intentaba mantenerlas a raya. A pesar de los numerosos rasgos de carácter que no podía tolerar, de los infinitos puntos de desacuerdo y de los choques cotidianos, debajo de todo aquello y desafiando toda lógica, Kadish era el padre que amaba.
—Dale —dijo Pato, empujando contra el mármol—. Pegale de una buena vez. Terminemos con esto.

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Nathan Englander (Nueva York, 1970) es un escritor 
judeo - norteamericano.
Fue seleccionado por la revista The New Yorker como uno de los "21 novelistas del siglo XXI", publicó en medios reconocidos como The Atlantic Monthly, y sus relatos se incluyeron en diversas antologías como The Best American Short Stories. En 1999 se editó la colección de relatos "Para el alivio de insoportables impulsos". Vive en Nueva York.
Ministerio de casos Especiales (Mondadori, 2009) se encuentra disponible en nuestra Biblioteca.