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viernes, 3 de mayo de 2013

Misceláneas judías para la pausa del Sábado



23 de Yiar de 5773 
26 de Yiar - 45º Aniversario de la Guerra de los Días
28 de Yiar - Iom Ierushalaim

Jerusalén, 1967 (Fragmento) 
de Yehuda Amijai

I
Este año me he ido lejos para
ver el silencio de mi ciudad.
Un niño se calma con los balanceos, una ciudad se calma con la lejanía.
He vivido con nostalgia. He jugado al juego
de las cuatro casillas de Yehuda Ha-Levi:
Mi corazón. Yo. Oriente. Occidente.

II
He vuelto a esta ciudad en la que se dieron
nombres a las distancias como a los hombres                                 
y número de líneas no de autobuses,
sino 70 después, 1917, quinientos
antes de la era, cuarenta y ocho. Esas son las líneas
en las que se viaja de verdad.

Y ahora los demonios del pasado se encuentran
con los demonios del futuro y discuten sobre mí,
en un toma y daca, ni toman ni dan,
en altas bóvedas, en trayectorias de proyectiles sobre mi cabeza.

Un hombre que vuelve a Jerusalén siente que los lugares
que dolían ya no duelen.
Pero una ligera advertencia queda en todo,
como un ligero velo que se conmueve; una advertencia.

V
En Yom Kippur, el año 1967, me puse
un traje de fiesta oscuro y fui a la Ciudad Vieja de Jerusalén.
Permanecí mucho tiempo ante la arcada de la tienda de un árabe,
no lejos de la puerta de Damasco, una tienda
de botones, cremalleras, bobinas de hilos
de todos los colores, corchetes y hebillas.
Luz preciosa y muchos colores, como un arca sagrada que quedó abierta.

Le dije sin palabras que también mi padre
tenía una tienda de hilos y botones.
Le expliqué sin palabras las decenas de años,
las causas y sucesos, que yo ahora estoy aquí,
que la tienda de mi padre fue quemada allí y que aquí fue enterrado.

Cuando terminé era la hora de la oración de Neilá.
También él bajó el postigo y echó la llave
yo volví con todos los orantes a casa.

VI
El tiempo no me aleja de mi infancia,
sino esta ciudad y todo lo que hay en ella. Ahora
estudiar otra vez árabe, llegar a Jericó
desde los dos lados del tiempo; y la longitud de las murallas añadidas
y la altura de las torres y las cúpulas de los templos
cuya superficie no tienen medida. Todo eso
prolonga mi vida y me obliga
a emigrar de nuevo del olor
de los ríos y del bosque.

Así se dilata mi vida; hasta hacerse tan fina
y transparente como un tul. Se puede ver a través de mí.

VII
Este verano de ojos desorbitados
y amor ciego, vuelvo a creer
en las pequeñas cosas que llenan
los agujeros de los proyectiles: tierra y un poco de hierba,
y tal vez tras las lluvias algún bichito según su especie.
Pienso en los niños que crecen entre la moral de sus padres y la ley de la
guerra.
Ahora las lágrimas penetran en mis ojos
y mis oídos inventan cada día el sonido de los pasos del heraldo.

VIII
La ciudad juega al escondite entre sus nombres
Jerusalén, Al-Quds, Shalem, Jeru, Yeru,
Murmura: Yebús, Yebús, Yebús, en la oscuridad.
Llora con nostalgia: Ælia Capitolina, Ælia, Ælia.
Va hacia el que la llama
cuando está solo por la noche. Pero nosotros sabemos
Quién va hacia quién.

XVII
Por la mañana cae la sombra de la Ciudad Vieja
sobre la nueva. Por la tarde – al revés.
Ninguna vence. La oración del almuédano
se desperdicia sobre las casas nuevas. Los tañidos
de las campanas ruedan como balones y rebotan.
El lamento sagrado de las sinagogas como humo gris desaparecerá.
Al final del verano respiro este aire,
el quemado y el doloroso. Silencio,
como libros cerrados en el pensamiento:
muchos libros apretados, con las hojas
pegadas como párpados por la mañana.

XIX
Jerusalén está construida sobre cimientos abovedados
de gritos reprimidos. Si no hubiera una razón
para gritar, se romperían los cimientos, se tambalearía la ciudad,
si gritara el grito, explotaría Jerusalén hacia el cielo.

XXII
El sol pensó que Jerusalén era un mar
y se hundió en ella por error.
Los peces de cielo apresados en una red de callejuelas,
se despedazan mutuamente sin compasión.

Traducción al castellano de Raquel García Lozano.

Yehuda Amijai (1924 - 2000) fue uno de los escritores más emblemáticos de la literatura israelí. Escribió, según él mismo a partir de sus experiencias, acerca de temas diversos como la guerra, el amor, el sexo, la muerte, los niños. Uno de los tópicos de su poesía fue la ciudad de Jerusalén. La obra de Amijai nos permite un acercamiento diferente a esa ciudad. En sus versos observamos la cotidianeidad, pero también su excepcionalidad y sus particularidades; la religiosidad, junto a las decisiones más mundanas; el romanticismo idealizador, pero también el enojo y la frustración por las situaciones no deseadas. Este material ha sido descargado de www.jewishprograms.org  

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