La Pascua
Fragmento del Moisés de Martín Buber,
Ed. Imán, Buenos Aires, 1949
Según el relato bíblico, Moisés dispone la preparación de la
cena de Pascua en el tiempo que media entre el anuncio de la muerte de los
primogénitos y su realización. Una opinión muy generalizada resta a este
pasaje, aún en su parte más antigua, toda importancia para la dilucidación de
la época del éxodo, considerándolo sólo como leyenda “etiológica” por medio de
la cual se intentó explicar los ritos de la festividad como instituidos por
Moisés. Es cierto que la relación de las disposiciones con la leyenda de la
muerte de los primogénitos, durante la que YHVH “pasó” las casas de los
israelitas, señaladas con sangre, dificulta las tentativas de entender lo
sucedido desde el punto de vista histórico.
Sin embargo, me parece que no se ha de renunciar aquí
tampoco a la concepción histórica, que, a pesar de todo el oscurecimiento del
contenido original, se empeña en penetrar hasta las personas que actúan en una
situación determinada. Con tal que sostengamos la noción de que para épocas
acerca de las cuales no tenemos más que noticias impregnadas de carácter
evidentemente legendario, cabe suponer las mismas formas básicas de la conducta
histórica que conocemos de épocas que encontraron cronistas más desapasionados.
En un lapso relativamente corto, circunstancias favorables
han creado para un hombre dotado del carácter y destino de conductor, los
requisitos exteriores para la realización de su tarea inmediata, que consiste
en “sacar” un grupo de tribus seminómadas de un país de “esclavitud”. Las
condiciones geográficas y políticas en que la migración inminente se va a
realizar son dificilísimas, sin que importe si se tiende ya a la toma de
posesión de un país y el establecimiento, o, por de pronto, sólo al retorno
hacia la forma de vida nómada. Mas los grupos de hombres que él se propone
guiar no están estrechamente asociados entre ellos; sus tradiciones se han
desvanecido, sus costumbres están depravadas y sus vínculos religiosos se han
vuelto endebles. La idea sublime de este hombre, su gran inspiración es
establecer un pacto de las tribus en aquella purísima y libre atmósfera del
desierto, que una vez lo purificó y lo libró a él mismo, y de establecer ese
pacto sobre la base de su pacto común con una común divinidad que había estado
abandonada por generaciones. Sin embargo, el grado de la solidaridad es
insuficiente aun para el camino hacia esta primera meta. Es cierto que los
sucesos extraordinarios surtieron efecto; pero el sentimiento de unidad, unidad
de destinos y del camino a elegir, aun no es bastante firme. En esas horas – que existen en todas las
épocas históricas – se impone algún acto simbólico común por medio del cual la
existencia común se convierta en experiencia sensual. Pero esto no se puede
realizar intencionalmente; cualquier acción premeditada viola la raíz básica
del suceder; puede ser promovido por las palabras y hechos de un hombre, mas ha
de nacer de lo que existe desde tiempos inmemoriales. Así, Moisés vuelve a
instituir la antigua y sagrada cena de pastores, renovada en su significación y
en su forma.
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