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jueves, 28 de marzo de 2013

Misceláneas judías para la pausa del Sábado

18 de Nisan de 5773

La Pascua
Fragmento del Moisés de Martín Buber,
Ed. Imán, Buenos Aires, 1949

Según el relato bíblico, Moisés dispone la preparación de la cena de Pascua en el tiempo que media entre el anuncio de la muerte de los primogénitos y su realización. Una opinión muy generalizada resta a este pasaje, aún en su parte más antigua, toda importancia para la dilucidación de la época del éxodo, considerándolo sólo como leyenda “etiológica” por medio de la cual se intentó explicar los ritos de la festividad como instituidos por Moisés. Es cierto que la relación de las disposiciones con la leyenda de la muerte de los primogénitos, durante la que YHVH “pasó” las casas de los israelitas, señaladas con sangre, dificulta las tentativas de entender lo sucedido desde el punto de vista histórico.
Sin embargo, me parece que no se ha de renunciar aquí tampoco a la concepción histórica, que, a pesar de todo el oscurecimiento del contenido original, se empeña en penetrar hasta las personas que actúan en una situación determinada. Con tal que sostengamos la noción de que para épocas acerca de las cuales no tenemos más que noticias impregnadas de carácter evidentemente legendario, cabe suponer las mismas formas básicas de la conducta histórica que conocemos de épocas que encontraron cronistas más desapasionados.
En un lapso relativamente corto, circunstancias favorables han creado para un hombre dotado del carácter y destino de conductor, los requisitos exteriores para la realización de su tarea inmediata, que consiste en “sacar” un grupo de tribus seminómadas de un país de “esclavitud”. Las condiciones geográficas y políticas en que la migración inminente se va a realizar son dificilísimas, sin que importe si se tiende ya a la toma de posesión de un país y el establecimiento, o, por de pronto, sólo al retorno hacia la forma de vida nómada. Mas los grupos de hombres que él se propone guiar no están estrechamente asociados entre ellos; sus tradiciones se han desvanecido, sus costumbres están depravadas y sus vínculos religiosos se han vuelto endebles. La idea sublime de este hombre, su gran inspiración es establecer un pacto de las tribus en aquella purísima y libre atmósfera del desierto, que una vez lo purificó y lo libró a él mismo, y de establecer ese pacto sobre la base de su pacto común con una común divinidad que había estado abandonada por generaciones. Sin embargo, el grado de la solidaridad es insuficiente aun para el camino hacia esta primera meta. Es cierto que los sucesos extraordinarios surtieron efecto; pero el sentimiento de unidad, unidad de destinos y del camino a elegir, aun no es bastante firme. En esas horas – que existen en todas las épocas históricas – se impone algún acto simbólico común por medio del cual la existencia común se convierta en experiencia sensual. Pero esto no se puede realizar intencionalmente; cualquier acción premeditada viola la raíz básica del suceder; puede ser promovido por las palabras y hechos de un hombre, mas ha de nacer de lo que existe desde tiempos inmemoriales. Así, Moisés vuelve a instituir la antigua y sagrada cena de pastores, renovada en su significación y en su forma.

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