Por Silvia Lef
I)
La ética hebraica: el Otro...
La ética es tan nodal que inviste
el cuerpo hebraico. En efecto, el judaísmo es eminentemente ético dado que su
esencia al igual que su existencia coinciden en la Ley. Ley como Otro
regulativo, orden simbólico instituyente de principios, normas, preceptos,
prescripciones que habrán de regular los lazos de los otros como semejantes. Si
nos remontamos a la fuente de la Torah como Ley descubriremos un trípode ético:
el Código de los Noájidas, consistente en los siete mandamientos para los
setenta pueblos de la Antigüedad, donados por el Patriarca antediluviano
Noaj/Noé a sus tres hijos: Sem, Cam y Jafet; los Aseret Hadibrot/Diez
Mandamientos, revelados como Código Sinaítico al Patriarca Moisés; el Tariag o
conjunto de las 613 normativas, distribuidas en 248 positivos y en 365 negativos a lo largo de la
Torah. El nudo de las tres fuentes lo constituye el respeto
por la alteridad, la nota distintiva y respetuosa de la diferencia: el Otro de
la ética monoteística se funda en una concepción novedosa e inédita por cuanto
devela y revela en lo Uno, la
diferencia. En setenta facetas diferentes se expresa la Ley
como Torah, con setenta apelativos se impone el Creador. Entre la Creación como
Revelación, a través del diálogo como Relación se va armando la realidad. Otro
humano devenido del humus, con la distinción terrena de la falibilidad, de la
finitud, límite colocado en la angustia frente a la muerte. Otro divino
que insufla el hálito del Ruaj Adonay como espíritu en el humano, al modo de
imagen y semejanza con aquel que creó desde la Palabra y espejo identificatorio
de quien habrá de recrear como ser parlante/deseante con ese don. El Derecho
nace desde ese orden ético filosófico, regulador de la convivencia, donde los
valores primigenios serán la libertad, el libre pensamiento, el poder nombrar,
el poder decir. La equidad será la búsqueda, el deseo el pivote. El
Psicoanálisis recogerá la disquisición aplicada de una ética a un mundo que
deberá construirse, donde la subjetividad será un puerto y el deseo un móvil.
La falta, la hiancia estructural está inscripta en el cuerpo hebraico, al modo
de emblema paradigmático para que aquello que no cesa de no inscribirse en el
marco de lo real como imposible halle su Ley, su impronta, su Letra, su
Palabra, su Pacto, su Acto, su Circuncisión. Así, el corte de la completud,
imposible por inexistente, condenado desde el vamos como des-encuentro, se
graba a fuego en el Brit Milá, Pacto de Palabra, Palabra hecha Acto. Fue, Es y
Será la Ley. Ley
de la castración simbólica. Ley de la finitud. Ley de la falibilidad. Ley
humana sin excepción. Ley de la ética de la diferencia. Ley
del respeto por el Otro. Ley para el otro como semejante. Nacimiento del
derecho hebraico como ética. Re-torno desde el psicoanálisis como ética de la
transferencia con traspaso de la diferencia. Ley talmúdica, ley hebraica, ley
desde el Otro para el otro. Paradigma del Edén como un ideal por hacer, una
hermenéutica y una exégesis por desplegar. ¿Nombre de Nombres? ¿Nombre del
hombre? ¿Libertad, destino, demanda? Ética, cultura, religiosidad: ¿tres nudos
engarzados en un nuevo Otro en la contemporaneidad? ¿Acaso es la Ley judía una
Ley como Otro para cualquier otro? ¿Por qué no? ¿Acaso el extranjero no es el
protagonista de esa sutil identidad que debe enseñar y diagramar esa otra faz
de la cuestión? ¿No está el Derecho basado en esta ancestral Ley? ¿No implica
el Psicoanálisis una otra ética, una Otra Ley? ¿No es su Transmisión un ejemplo
metódico y sistemático de versión oralizada de Ley, al modo de un Talmud? ¿No
es esa Transmisión como Talmud un Limud, estudio crítico investigativo? ¿No
resulta el Psicoanálisis la formulación de una verdadera ética con un derecho
subjetivamente insoslayable en la base, al modo de regulación del Otro para el
otro?
No hay comentarios:
Publicar un comentario