"Los crímenes de Moisés Ville. Una historia de gauchos y judíos" de Javier Sinay
(fragmento)
Sueño de un periodista
Mijl Hacohen Sinay tenía 20 años cuando puso un pie en
Rosario. La familia había decidido marcharse de Moisés Ville luego de enterarse
de que el padre, Mordejai Reuben, había fracasado en su misión a la JCA y de que el administrador
Michel Cohan no tenia intenciones de dictar una amnistía. Todavía con aquel en
Europa, Mijl consiguió trabajo en
Rosario, en el negocio de trigo de un judío alemán de apellido Sergetty. Estuvo
dos meses en esa ciudad, pero entendió que Buenos Aires – ese infierno, ese
paraíso – llamaba cada vez más fuerte.
Y llegó a la capital del país en febrero de 1898.
Si hoy recorro la Buenos
Aires judía – una ciudad dispersa, integrada dentro de la
gran ciudad, de ningún modo limitada a los pasadizos textiles del Once, a las
torres de Belgrano o a los departamentos de Villa crespo – me pregunto qué
quedó de aquella otra ciudad judía que conoció mi bisabuelo. Probablemente, muy
poco. Apenas, diría, la sinagoga de la calle Libertad – inaugurada en Rosh
Hashaná el 26 de septiembre de 1897 -, que resplandecía cuando mi bisabuelo la
vio por primera vez. No era la de hoy, pues el edificio definitivo fue
terminado en 1932, pero era, sí, el primer gran templo de la ciudad. La calle
Libertad seguía siendo el epicentro de la vida judía en la década de 1930,
cuando la recorrió Roberto Arlt y la retrató en una aguafuerte que titulo
“Comerciantes de Libertad, Cerrito y Talcahuano”: “Han transformado las tres
calles. Les han dado una vida ficticia, una vida oriental. El que no ha viajado
se imagina que así debe ser Gaza o Jerusalén”.
En 1898, en una ciudad que había incorporado a los pueblos
de Belgrano y Flores como barrios propios apenas once años atrás, el barrio
judío – la semilla de lo que Arlt vería – ya estaba bien delimitado desde la
calle Libertad hasta Callao y desde Tucumán hasta Cuyo (hoy Sarmiento). Allí se
mezclaban los cuenteniks – vendedores ambulantes que iban de puerta en puerta
ofreciendo y cobrando a cuenta – con los proletarios de la Idisher Arbeter Farain (o Sociedad
Obrera Israelita), los lectores de la Biblioteca Rusa
con los ortodoxos rusos (no tan diferentes de los lubavitchers de hoy), y los
cambalacheros de los bazares con los tenebrosos que se dedicaban sin pudor a la
trata de mujeres y a los que se conocía mejor como “tmeim”, o impuros.
Aunque su comercio era celebre en todo el mundo y todavía
seria mayor con la Zwi Migdal –
la red polaca de prostitución que aglutinaría a 459 delincuentes y que seria
desbaratada recién en 1930 -, algunos de ellos ya había caído en desgracia: en
ese mismo año de 1898, la
Policía de la
Capital publico una Galería de Sospechosos con unos
doscientos tratantes , registrado en el proceso acelerado de control
poblacional (dactiloscopia, fotografía, antropometría) al que también eran
sometidos los ladrones, los anarquistas, los homicidas y todo aquel que, entre
la multitud amorfa, tuviera cara de virus social.
Con profesión de rufianes, según se indicaba, aparecían
retratados de frente y de perfil en fotografías grandes y prístinas que todavía
hoy son elocuentes; ahí estaban Herman Feytel, nacido en Egipto, gordo y un
poco bruto; León Mund, de Rumania, con un ojo de vidrio; Adolfo Schuarst,
demasiado enclenque para el oficio; Felipe Rosemberg, austriaco, de cabellos
incontrolables; Abraham Zecler, de mirada clara y amenazante; Isaac Miltz, de
París, grande y malo como un oso enojado; y la única mujer de la Galería, Risfka Racien, de
Varsovia, una madama de expresión agria. Todos ellos llegaron en circunstancias
cubiertas de sombra y caminaron por Libertad, por Cerrito y por Talcahuano; y
probablemente lo volvieron a hacer cuando la policía los largó. Otro, un tal
Jacobo Jacovich, se ganó sus doce líneas en el diario La Prensa el día de Navidad de
aquel año 1898, cuando estropeó a patadas a una de sus mujeres en un
conventillo en Libertad y Lavalle.
Los hombres de la Congregación
Israelita de la Republica Argentina
también caminaban por esas calles, aun topándose con quienes los despreciaban,
como el doctor Glow – el protagonista de la novela La bolsa, publicada por Julián Martel como folletín de La Nación en 1891 -. En un país donde un cuarto de la
población era inmigrante, surgía entre los mas rancios el resquemor. “Al
extranjero que viene a nuestra tierra, naturalícese o no, maldito lo que le
importa que estemos bien o mal gobernados”, pensaba Glow cuando hablaba de una
invasión sorda y lenta, donde un tal Barón de Mackser aparecía como enviado
secreto de Rothschild y avivaba el crack de la economía argentina en 1890.
El judío era el más extranjero entre los extranjeros.
En el barrio israelita también había refugiados recién
llegados de las colonias. A lo largo de 1897 – el año de la revuelta en Moisés
Ville y del viaje a París de mi tatarabuelo, el rabino Mordejai Reuben Hacohen
Sinay -, la hostilidad, la pobreza y el pesimismo hicieron estragos en todas
las colonias: de las 983 familias asentadas en los pueblos de la JCA, cerca de doscientos
desertaron. Muchos de los moisesvillenses desalojados vivían en conventillos, y
otros dormían en los bancos de la plaza Lavalle – una plaza decadente, que
todavía no tenia su Teatro Colón ni su Palacio de Tribunales -, junto a los
mendigos de una ciudad que avanzaba en su esplendor de belle époque sin
detenerse a recoger a los que quedaban en el camino.
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Javier Sinay (Buenos Aires, 1980) es periodista. Publicó Sangre joven. Matar y morir antes de la
adultez (Tusquets, 2009) que mereció el Premio Rodolfo Walsh en la XXIII Semana Negra de Gijón (España) y 100 crímenes resonantes que conmovieron a la sociedad argentina (Planeta, 2010), en coautoría con Norberto Chab. Escribe habitualmente para diarios y revistas nacionales. Ganó tres Premios Perfil a la Excelencia Periodística y un Premio TEA Estímulo.
Los crímenes de Moisés Ville. Una historia de gauchos y judíos surge a partir de un artículo publicado en 1947 titulado Las primeras victimas judías en Moisés Ville y firmado por Mijl Hacohen Sinay, bisabuelo de Javier Sinay. A partir de allí comienza un recorrido de investigacion policial, documental, periodístico, histórico, lingüístico y familiar en el que intentará dar con ese costado poco conocido y brutal de la relacion entre los gauchos y los judíos en los años de la colonización.
Esta novela se encuentra disponible en nuestra Biblioteca.
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