Horario de Atención

Lunes a Viernes de 13.00 a 19.00 hs. 1 Piso de la Sociedad Hebraica Argentina - Sarmiento 2233

viernes, 26 de abril de 2013

Misceláneas judías para la pausa del Sábado



16 de Yiar de 5773

Alusivo a Lag Baomer, que se celebra el pxmo. 28 de Abril, transcribimos un fragmento de la "Historia Social y religiosa del Pueblo Judío" 
de  Salo W. Baron


Para ese entonces la judería palestinense estaba lo bastante recuperada como para organizar una nueva gran insurrección dirigida por Simeón Bar Kojba (132-135).
(...) Bar Kojba y sus partidarios palestinenses lucharon solos y durante tres años y medio resistieron a “los mejores generales enviados por Adriano”. Dío Cassio, de quien tomamos la frase, comprendió el peligro que habría entrañado el que esta rebelión se extendiese por todo el mundo del Mediterráneo. Adriano en persona concurrió en seguida a la escena de la batalla, y pasó mas o menos un año y medio  en Guerasa. la dirección material de la campaña la confió a su  famoso general Sexto Julio Severo, quien debió acudir desde Bretaña. Severo tenía a su disposición la Décima Legión y elementos de otras nueve, o sea unos 35.000 hombres en total, con tropas auxiliares que probablemente duplicaban esa cifra. Enfrentados con estas fuerzas poderosísimas, los judíos se consolaron recordando la victoria final de los Macabeos contra un enemigo cuya superioridad también había sido abrumadora. Bar Kojba acostumbraba fijar su pensamiento en el ejemplo de los Macabeos, y acuñó monedas con la leyenda “Simeón, Príncipe (nasí) de Israel”, que traían reminiscencias de Simeón el Hasmoneo. Otras monedas ostentaban lemas propagandísticos tales como el año de “la Redención de Sión” o de “la Libertad de Israel”. Al proclamar así su intención de emular a los guerreros Macabeos y de renovar la gloria del templo, Bar Kojba debió impresionar grandemente a la judería de Palestina y de la Diáspora. Es posible que también contase con obtener, por medio de esta última, algún apoyo exterior, particularmente de Partia. Otras monedas, que ostentaban la leyenda Eleazar ha-Kohen (el Sacerdote) se referían evidentemente al jefe sacerdotal de la revuelta, de la cual R. Akiba era el jefe intelectual y Bar Kojba el militar y político.
(...) Cuando la legislación de Adriano volvió a tocar un nervio vital del judaísmo, R. Akiba y otros (aunque no todos los rabinos) se convirtieron en cabecillas de la rebelión. Consideraban que esta lucha era una miljémet mitsvá (guerra en defensa de un mandamiento), y como tal, constituía el deber sagrado de cada individuo y de toda la nación. Muchos de ellos murieron como mártires.
(...) Por fugaces que hayan sido, las medidas antijudías de Adriano constituyeron para los judíos una advertencia permanente de que en cualquier momento los romanos podrían barrer sus instituciones religiosas sobrevivientes.
(...) El estudio de la Torá se convirtió en la médula misma de la supervivencia. Recordando el viejo adagio de Simeón el Justo: “El mundo descansa sobre tres pilares: la Torá, el culto y la misericordia”, las generaciones que siguieron a la caída de Jerusalén se concentraron en la construcción de los tres pilares institucionales del judaísmo: la academia, la sinagoga y la beneficencia comunitaria.

Fuente: Baron, Salo, "Historia Social y religiosa del Pueblo Judío", Editorial Paidós, Buenos Aires, 1968.

No hay comentarios:

Publicar un comentario