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viernes, 21 de diciembre de 2012

Misceláneas judías para la pausa del Sábado

8 de Tevet de 5773
Las cartas que no llegaron (fragmento)
de Mauricio Rosencof

No puedo precisar con exactitud qué día conocí a mis padres y si pude —al menos—darme cuenta, en ese momento, de la significación que tal acontecimiento iba a tener en mi vida. Pero recuerdo —eso sí— que cuando vi a mamá por primera vez, mamá estaba en el patio. El patio era un espacio enorme que con los años se fue encogiendo. Pero entonces era igualito a la selva de Tarzán, porque mi mamá tenía muchas plantas. Era abierto, sin claraboya, y estaba atravesado a lo largo por una cuerda donde todo el que quería colgaba la ropa mojada, que se llueve. La ropa mojada es, como todos saben, lo que hace llover. En ese patio, un día, mi mamá encendió un brasero a carbón, donde iba a cocinar un trozo de hígado que los carniceros regalaban a los que tenían gato. Nosotros teníamos. Se llamaba Miska y era igualito a un tigre. Mamá cocinaba para Miska, pero comíamos todos. De mi papá lo primero que conocí fueron los ojos. Unos ojos claros, transparentes, pícaros, buenos, traviesos, que siempre se estaban riendo. Mi papá tenía los mejores ojos del mundo. Y además de todo eso, yo también tenía un hermano grande, que era el que me defendía cuando nos atacaba el enemigo. Me defendió toda la vida, hasta que se murió. A él lo habían traído de Polonia hace mucho, y ahora tenía como diez años. Se murió cuando tenía dieciséis, y mi mamá se pegaba en la cabeza. Después estaba el cartero, pero yo no me acuerdo. Un día vino papá con traje y todo, azul me parece, y muy contento, con algo muy grande, como un cajón, envuelto en diarios y que tenía botones. Lo puso en la mesa de coser y me miró, y lo primero que me dijo fue «eso no se toca». Entonces la prendió y era una radio. Mamá, antes, la escuchaba en lo de doña Catalina, que ya tenía. Era para oír las comedias. Pero después servía para escuchar la guerra. Era una guerra que había en España y nosotros íbamos a un Comité donde mamá tejía calcetines de lana y papá hablaba. Todos hablaban y hablaban en yiddish, y yo no entendía nada. Entonces nos íbamos a la vereda a juntar cajas de cigarrillos vacías para sacarles el plomo. Hacíamos una pelota con el papel de plomo y con eso en España hacían balas. Para la guerra. Pero no era para la guerra. Era para la Brigada, que es para la guerra. Acá también hay Brigada. Pero papel de plomo no precisan. Yo sé porque los domingos venden diarios. También venden unos cartones que tienen un dibujo con un señor que te apunta con un dedo, así, y te pregunta: «¿Qué haces tú por España?». Eso dicen, y se llaman «Bonos». Después de la guerra con España vino otra. El que no vino más fue el cartero. Bueno, venir, venía. Pero lo que yo quiero decir es que a casa no venía. Papá lo esperaba en el balcón. Mi papá cosía en la pieza, y a cada rato se iba para el balcón y miraba para afuera. Y cuando el cartero pasaba—el cartero pasaba pero no venía—, mi papá le preguntaba: «¿Y?». Y el cartero ya sabía lo que le preguntaba y le decía: «Nada, don Isaac». Y no le daba nada. Entonces mi papá, los domingos, que es el día que se leen las cartas, nos leía las cartas de antes, pero tenía los ojos así, y no se reía. Las cartas que esperaba mi papá no llegaron nunca. Querido Isaac: La segunda semana de julio se instaló la Comandancia de la Gestapo; y al tercer día sacaron grandes afiches que decían que todo judío y descendiente de judío hasta la quinta generación, niños, jóvenes, adultos y viejos, debían usar, en el brazo izquierdo, un brazalete blanco con una estrella azul, y debían caminar debajo de la vereda. Irene no lo hizo y la golpearon. Luego le dieron un cepillo de dientes y un balde con jabón, y la obligaron a lavar la vereda con el cepillo de dientes, y la gente se paraba, y le decían cosas y se reían. Ahora todos nos preparamos para entrar en el gueto. Algunos vecinos, ¿sabes?, vienen a preguntarnos cuándo nos marchamos, para poder ocupar, cuanto antes, nuestra casa. Samuel dice que vio, en un cinematógrafo de Varsovia, una película que se llama El Führer construye una ciudad para los judíos. Dice que es en Teresienstadt, y que se ve a nuestros ancianos tomando té y jugando al dominó: hay fábricas y calles, tranvías. Es una ciudad. Samuel dice que allí nadie usa la estrella de David, y que caminan por las veredas como todo el mundo. ¿Sabes tú dónde queda Teresienstadt?

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Un día el cartero no paró más en la casa de la familia Rosencof. No había más cartas desde Polonia hacia Uruguay. Eran épocas de guerra, de campos de concentración y de tristeza, y los familiares de Isaac y de Rosa, los padres de Mauricio, dejaron de escribir como dejaron de comer y luego de vivir. Sin embargo, esas letras que nunca se escribieron por manos de los familiares judíos de los Rosencof de Polonia tomaron la bella forma de una novela. Las cartas que no llegaron, la última novela del escritor uruguayo Mauricio Rosencof, reescribe estas posibles cartas, al tiempo que cuenta la historia de un niño, que desde su particular visión infantil describe su casa, su patio, su padre sastre, su madre, su barrio y esa escena de lectura de cartas que, por no haber nuevas, repetía incansablemente las que habían logrado llegar.
Escritor y periodista uruguayo, Mauricio Rosencof fue miembro del Partido Comunista y tras doce años de cárcel y horror, que no lograron acabar ni con el hombre ni con el dramaturgo, fue liberado en  1985,

cuando terminó la dictadura uruguaya.
Vive en Montevideo; es dramaturgo, novelista, poeta, periodista y desde  es Director de Cultura de la Intendencia de Montevideo. Entre varias ocupaciones es columnista de la revista semanal Caras y Caretas.

jueves, 20 de diciembre de 2012

¿Por qué Talmud? ¿Por qué Transmisión?



 Hacia una ética testimonial de la Shoá
                                                             por Silvia Lef


El Talmud es un verdadero Limud con Tav, activo, estudio metódico y sistemático de la ley humana, conformado por un sinnúmero de discusiones, explicaciones dilatadas de sabios de diversas escuelas acerca de cuestiones eminentemente humanísticas y universales: folklore, ciencia, ética, filosofía, religión. La transmisión es el pivote fundamental o basis, base, iesodí, fundamental de tal fuente ancestral.
El significante hebraico transmisión / transporte / transferencia es Haaberá, también alusivo a la metáfora. Guemátricamente, vale 282 (doscientos ochenta y dos). Idéntica cifra poseen Iotzé min Haclal, fuera de lo común excepción, extraordinario, singular; Arbí, vespertina; Abir, pasadero, transitable; Klí Rejeb, vehículo; Ibrí, hebreo/hebraico; Hadzera, vesícula; Bilti Safek, seguramente; Ezrá, auxilio, fomento, ayuda, socorro; Haabará, cesión; Haazará, fecundar; Virus, virus, bacteria; Hazrá, vesícula; Melej Elohei Olam, rezo del Sidur que dice: “Dios, Rey mío, Creador del Universo”; Ahió Miejab, consistir; Birkaiim, rodillas, centros; Haknés Lekibá, ingerir; Ájate hamatará, errar la finalidad, desacertar. Por su parte, 228 (doscientos veinte y ocho) valen el Kerub o ángel; Ajzar, bárbaro, feroz, cruel; bajor, primogénito; Melukajim, pinzas; Nahim Lajej, abocado; Baruj, Uno de los Setenta y Dos Nombres del Creador en la Biblia, traducible como “Bendito”, “El Santo”, Mepakeaj, intendente; Patpetán, palabrero; Ierají, lunar; Rejub, montado; Tzí hamiljamá, fuerza Armada; Kabul beadzikim, desposado. 822 (ochocientos veintidós), número, Séfer de Teviot, rótulos; Ketobet, dirección; Katob peturá, facturar; Jaser takdem, inaudito; Hitahut, formación; Jajor, alquilar.
De este modo, el Limud se transmite, transfiere el acervo cultural. Va de Dor vador, de generación en generación. El Talmud como Limud circula, atraviesa al modo de vesícula vespertina y como vehículo singularísimo hebraico, de manera seguramente excepcional, transporta la cesión, el auxilio que fecunda el rezo y que consiste en la ingestión del virus, cuyas pinzas desposan al ángel primogénito, que (cual) palabrero intendente lunar, montado como fuerza armada, desacierta y desbarata lo cruel alquilado. El Nombre del Creador, montado en rótulos inauditos, factura la dirección de una formación abocada a “pasar” “el monoteísmo ético”, inédito aporte del judaísmo a toda la humanidad, concepto transitable y/o pasadero (de) centro en (centro). Así, el Talmud como Limud pasa y deja huella, transfiere una impronta indeleble que el ibrí o hebreo sigue pasando de vez en vez, de siglo en siglo, de generación en generación, al modo de enseñanza de metáfora, de lectura-Escritura-tradición-ley.

Herman Meller, con su obra Mi historia de la Segunda Guerra Mundial (* ) instituye, aún sin saberlo, una ética testimonial de la Shoá. En efecto, su testimonio ético reescribe la historia, la tradición al modo de Mischná y reedita la masoret de una cultura milenaria que él vuelve a recrear, con su inédito aporte y que será un nuevo eslabón en esta serie contemporánea, en pleno siglo XXI .Emite un mensaje que genera un otro desafío para la supervivencia ética de la humanidad.
Al modo de prolegómeno de su libro, aclara: “Las tapas del libro son negras, representan el luto por los muertos. Las de estrellas de David y la segunda guerra mundial en rojo por la sangre derramada. La de mi historia está en blanco, representa mi vida”.
“Nací el 3 de Agosto de 1923 en Blotnia, un pueblo que está en el sudeste de Polonia, ahí también nacieron mis abuelos, mi papá Mejl y mi hermana Fanny. Mi mamá nació en Rohatin. Mis primeros recuerdos se remontan a cuando yo tenía ocho años. Mi hermana y yo íbamos a la mañana al colegio del estado y a la tarde venía un maestro particular a enseñarnos a leer y escribir en hebreo. El pueblo tenía aproximadamente unas setenta casas en total, la mayoría estaban hechas de madera y adobe con techos de paja y el piso era de tierra bien alisada. Por el medio del pueblo pasaba un río muy angosto, en muchas partes se pasaba sobre una tabla de tres metros de largo y cincuenta centímetros de ancho. En las dos calles principales había puentes para cruzar con carros y a veces pasaba algún camión que traía mercaderías para el almacén y el bar del pueblo”. “Al costado pasaba la ruta nacional que venía de la ciudad de Lwow hasta la frontera con Rusia. Sobre la ruta estaba el colegio, al lado de la casa del cura y la Iglesia Ucraniana. El 95 por ciento de los habitantes eran Ucranianos, Polacos solamente 5 casas, y 8 de los judíos”. “En el año 1935 el rabí me preparó para el bar mitzvá y en el año 1937 cuando terminé el séptimo grado empezó la discusión sobre en qué secundario me anoto, si el comercial o el industrial. Como a mí me gustaba el trabajo manual fui al industrial y cursé en el turno noche de 18 a 22 hs, en tanto que durante el día trabajaba en un taller de plomería, gas y calefacción”. “Llegamos al 1º de Septiembre de 1939, empezó la guerra, y con ella el horror y el terror. Los alemanes atacaron por sorpresa a las 4 de la mañana, bombardeando la ciudad y principalmente las usinas de luz, la estación principal de trenes y de gas. También bombardearon algunos edificios de varios pisos, matando a muchísima gente. Empezó el caos, no había muchos hospitales y una gran cantidad de heridos quedaron tirados en las cercanías del hospital. A las 7 de la mañana volvieron a bombardear y ésta vez fue peor que antes, ya que bombardearon toda la ciudad. Las autoridades polacas llamaron a la movilización a todos los hombres de 21 a 30 años. También vinieron a nuestra casa, como así también a la de los otros vecinos para llevarse los caballos y los carros para los hombres del ejército. Lo mismo pasó en todas las ciudades más importantes de Polonia, siendo la más perjudicada la capital de Varsovia. Nos quedamos sin poder escuchar las noticias porque también habían volado las estaciones de radio, lo único que escuchábamos eran las radios alemanas, las cuales leían comunicados diciendo que ya tenían ocupada Varsovia y que rápidamente ocuparían toda Polonia. Los aviones pasaban todos los días pero ya no bombardeaban porque Polonia no ejerció resistencia ya que no tenía cañones antiaéreos, lo que sí hacían los alemanes era bajar sus aviones a unos 300 metros de altura y ametrallaban a todos los que podían. El ejército polaco era muy valiente, pero la famosa caballería nada pudo hacer contra los tanques alemanes”.
“Hasta que llegó el 22 de junio de 1941. Ese día se repitió lo que vivimos en 1939. Los alemanes atacaron por sorpresa”. “Al día siguiente empezó la tragedia para nosotros los judíos. Toda la ciudad fue empapelada con un decreto del gobernador que decía lo siguiente: Todos los judíos deberán confeccionarse una banda de tela blanca de 10 cm de ancho y bordarle en el medio una estrella de David de color celeste. Esta banda deberá estar siempre colocada en el brazo derecho. Quien saliere a la calle sin esta banda será fusilado en el acto. No podrán ausentarse sin permiso de sus casas. No podrán viajar de un pueblo a otro. No deberán reunirse en las sinagogas u otros lugares. Desde la mañana a las ocho todos cuyos apellidos comienzan con A, B, C, o D deberán presentarse en la comisaría más cercana para ser censados, en los días subsiguientes deberán presentarse los que tengan apellidos que empezaran con las letras siguientes, así todos hasta que dentro de una semana estén censados”.
“Y ahí empezó el horror...”
“Los hombres y mujeres debían presentarse en las comisarías a las siete de la mañana y ahí iban a ser seleccionados para mandarlos a los distintos lugares de trabajo”. “Un día aparecieron nuevos afiches y convocatorias radiales llamando a todos los intelectuales y profesionales judíos para que se presentaran en el salón del gobernador para elegir a los representantes de la colectividad que iban a decidir a donde se iba a construir un ghetto. Se presentaron los abogados, los ingenieros, los médicos, etc. y formaron un consejo judío que los nazis llamaban Judenrat. La reunión se hizo un día martes, allí se eligió a un exdiputado como el jefe y varios otros eran sus ayudantes, su misión era hacer el plano del Ghetto y presentarlo a los nazis dentro de la semana. Todos los demás presentes debían ir ese día para aprobar el plan...” “A las dos semanas se reunió de nuevo el Judenrat ya con los planos del Ghetto. Pero todo era una trampa, los alemanes detuvieron a todos los componentes del Judenrat y pegaron afiches diciendo que los judíos debíamos juntar 10.000 kg. de oro y 20.000 kg. de plata en tres días -o sino iban a matar a los componentes del Judenrat. Las familias de éstas 200 0 250 personalidades empezaron a recorrer todas las casas pidiendo colaboración para poder liberar a sus familiares. Mis padres y mis tíos entregaron sus anillos, mi hermana dio los aros y también entregamos los candelabros de plata. A los pocos días se escuchó un comunicado por la radio diciendo que sólo se pudo juntar 500 kg. de oro y 1.200 kg. de plata y que el día siguiente era el último para salvar a estas personas. Pero muchos desconfiaban de que aunque se juntara más oro y plata igual los iban a matar, y efectivamente así fue. A esas personas no las vimos nunca más, y así murieron las personas más destacadas de la ciudad”.
“En esta selección sacaron al grupo donde trabajaba mi papá. Los tuvieron unas dos horas apartados y al no presentarse al trabajo, el General para el cual trabajan fue a pedir por ellos diciendo que los necesitaba por un tiempo más, después de discutir llamaron al jefe de la Gestapo y éste les dio permiso para que se lleve a este grupo fuera del Ghetto haciéndole a él responsable por estas personas. Iban a dormir en un galpón municipal. Cuando mi hermana y yo volvimos a la casa nos enteramos que el grupo de mi papá había sido llevado a algún lugar de la ciudad pero no sabíamos adónde. El sábado nos enteramos por un capo de policía que papá y su grupo estaban en el galpón de la municipalidad. A la tarde fui al comando de la Gestapo y les pedí permiso para ir a verlo y para llevarle ropa para que se cambie. Me dieron dos horas, salí corriendo pero no pude verlo porque el galpón estaba cerrado, pero uno de los que estaba adentro se subió al techo, me tiró una soga en la que até la ropa y se la dio a papá. Luego papá se acercó al portón y pudimos hablar. Me dijo que cuando se le presente la ocasión se iba a escapar y nos iba a avisar adonde se había ido. El hombre que se subió al techo me dio varios papeles con las direcciones de los familiares de los que estaban en el galpón para que les avisara que estaban vivos. El domingo les llevé las novedades a las familias de los compañeros de papá, ninguna familia sabía que estaban vivos y cuando yo les entregaba el papel escrito por un hijo o esposo me abrazaban me besaban y lloraban de alegría, y yo me sentía muy conmovido. En una casa estaba un hombre viejo con una larga barba sentado en una sillita baja y rezaba la Biblia, en el saco tenía un corte en la solapa señal de duelo por pérdida de algún familiar, cuando le saludé y le di el papel escrito por su hijo en el cual le explicaba donde se encontraba, se quedó como paralizado, me miró de arriba abajo se me acercó me abrazó fuertemente y me dijo: yo estaba de duelo rezando por mi hijo pensando que ha muerto y vos traés noticia que vive y está bien, entonces DIOS me ha escuchado y vos enviado por EL, por eso quiero bendecirte en nombre de EL y él me dijo agachá la cabeza, yo soy rabino muy religioso, mi bendición te va a ayudar y a tu familia a sobrevivir estos tiempos y te vas a salvar y vivir por muchos años. Agaché la cabeza me puso las manos encima y rezó algún párrafo de la Biblia después me puse a llorar junto a él. Salí de la casa, sentí que hice una obra de bien.”

(*) Meller, Herman. Mi historia de la Segunda Guerra Mundial. Edición del autor, Buenos Aires, 1998. 


 Herman Meller nació el 3 de agosto de 1923 en Blotnia, un pueblo que está en el sudeste de Polonia. Ahí también nacieron sus abuelos, su padre Mejl y su hermana Fanny. Su mamá Nunina nació en Rohatin. Alrededor del año 1932 se mudó a Lwow. Terminó la escuela secundaria en un colegio industrial. Luego de declarada la guerra quedó un año bajo el dominio ruso, trabajando en un taller. El 22 de junio de 1941, Lwow fue atacada por los alemanes. En un comienzo siguió trabajando en la fábrica fuera del Ghetto, hasta que junto con su familia decidieron esconderse en la casa de unos polacos. Sin embargo, su hermana no pudo ir con ellos y fue asesinada en un campo de concentración. Luego de pasar por varios escondites, sobrevivió a la guerra. Permaneció un tiempo más en Europa hasta que con la ayuda del Joint viajó a la Argentina donde vivía un tío que había salido antes de la guerra. En la Argentina trabajó junto a su tío y su padre. Hicieron una empresa exitosa. Se casó en 1954 con Aída Waizbrot y tuvieron tres hijos: Teresa, Mario y Claudio, ocho nietos y una bisnieta. Siguió trabajando hasta su jubilación. Actualmente, a sus 88 años vive junto a su esposa.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Diálogos entre dos mundos

Por Jack Fuchs y Silvia Lef

Jack:
Silvia, ¿sabés en qué pensaba? En que nada es igual y en que todo es igual. La naturaleza es sabia, se autodefiende y se mantiene siempre la Vida, a pesar de las guerras, de las debacles, de lo trágico de la condición. Gana siempre la batalla. Corren en líneas paralelas y nunca se cruzan. Un buen ejemplo es el de un futuro violinista. Estudia para tocar. Los padres no quieren que interrumpa sus clases. Lo importante serán sus conciertos. Así, aunque el mundo se venga abajo, él pensará en sí mismo: "En tocar el violín". Fijate, en un extremo hay tormenta; en el opuesto, hay sol. Y, está bien así. Siempre los contrastes.

Silvia:
"Die welt mit die kleiner veltelej...."  El mundo, el macro-mundo y los pequeños universos dentro de aquél.

Jack:
Estamos en la era de la super especialización y de la tecnociencia pero en otros rubros, igual que hace milenios. Es que el hombre no ha cambiado ni cambiará. Cada uno está en lo suyo y hay cosas que ya son historia y que no le interesan más a nadie. Hay matanzas en Siria, en el Congo, en todas partes y el mundo sigue adelante. No se detiene a pesar de nada. Recordá a Einstein cuando decía que en la Tercera Guerra Mundial se volvería a las flechas. Vuelta a empezar...pero, igual...

Silvia:
Einstein era místico, bien a su modo, pregonaba que Dios no jugó a los dados al crear el Universo. De modo tal, que el azar es relativo y tal vez haya también una causa ignota, enigmática del accionar humano. ¿Cómo ves el destino de la humanidad? ¿Hay azar, hay acaso? ¿Hay casualidad? ¿Qué hay?

Jack:
¿Qué destino? ¿Qué humanidad? ¿Acaso, hacia donde vamos? Ni idea. No me explico al ser humano. No lo comprendo. Me desorienta, me descoloca, me decepciona el humano, vez a vez. Hasta los que creía no son así, son del humus, terrenos. Pensé en una especie más altruista, solidaria, para tender al bien común. Pero, no...

Silvia:
Menos mal que son "humanos." ¿Qué es ser humano? Además de finito, limitado, sensible, racional, terreno, sujeto de angustia.

Jack:
Son cada cual para lo suyo y lo demás no importa. Negación. No existe el otro.

Silvia:
¿Y los semejantes?

Jack:
Cada cual piensa en sus necesidades. La minoría hace revoluciones y la mayoría asiente, no se rebela, se queda quieta. Y mirá que son noticia, a pesar de que son pocos. Pensemos ideas. Analicemos juntos cómo mejorar, qué hacer por la paz en el mundo. ¿Qué podríamos hacer: una institución, un proyecto, una Fundación?

Silvia:
Hagamos nuestros "Diálogos entre dos mundos", como una renovada y contemporánea forma en el Siglo XXI de re-Transmisión y Talmud...

martes, 18 de diciembre de 2012

Lacan el Judío



Jean-Claude Milner *
Una teoría no es verdadera más que si no es todopoderosa. Más exactamente, una palabra no roza la verdad si no ha encontrado, explícita o implícitamente, directa o indirectamente, una de las fallas que resquebrajan la gramática del significante todo. Ahora bien, esto no es posible más que con una condición. Es necesario que el significante todo, en todos sus usos y bajo todas sus formas, no señale jamás una solución, sino siempre un problema. Problema de su propio equívoco, entre límites, sin límites y fuera de límites. Problema de la inexistencia del metalenguaje, de donde se sigue que cuando se menciona todo inmediatamente se usa, y viceversa. Problema de su estuche de sinonimias: todos en plural, todo en singular, artículo definido singular, universal, infinito matemático, infinito no matemático, colectivo/distributivo, etc. También es oportuno, cuando se abordan proposiciones en lengua, cualesquiera que sean, pesquisar ahí las vicisitudes del todo y las huellas que testifican que el problema no ha estado ausente.

El significante todo y el nombre de la peste
El primero en haber sostenido afirmativamente que el significante todo marcaba un problema fue Jacques Lacan. No digo que no haya habido predecesores. Aristóteles es uno de ellos, pero no se puede hacer que él no haya estado leído siempre a la inversa de su sentido. Las antinomias kantianas anuncian las escrituras de “El atolondradicho”, salvo que las primeras se quieren negativas, mientras que las segundas son afirmativas.


Jean Claude Milner
Ahora bien, no siempre se dimensiona la amplitud de la ruptura de 1973. Desde tanto tiempo, el significante todo pasaba por la llave encantada, que abre la reserva de las soluciones, con riesgo de mancharse de sangre. Mención o uso, alcanzaba con que este sea referido para que la luz surgiera. ¿Qué Poucets habían dejado este semillero de piedras a los seres hablantes para que atravesaran las espesuras pasadas, presentes o por venir? ¿Qué importa? ¿Qué importa también que la palabra-talismán se comprenda en sentidos opuestos, entre límite y fuera de límite? Materializado por los Griegos en la polis o en el cosmos, por los Latinos en la República o en el Imperio, por los cristianos en la comunidad de los creyentes en Cristo, por los modernos en el mercado mundial y la universalidad de la forma-mercancía, el significante todo, multiforme y recurrente, vocablo conformado de sus sinónimos y homónimos en enjambre, trazaba lo que se podría llamar en sentido propio una línea de universo.
En esta convicción persistente de que el todo, bajo sus diversas caras –infinito, humanidad, verdad, saber, libertad- indica, a quien sigue la línea de universo, el lugar de todas las soluciones, algunos nombres no obstante han algunas veces provocado trastorno.
Se recuerda que la peste ha resumido largo tiempo, en los Antiguos y hasta el S XVIII, la más profunda puesta en peligro del todo: el todo de la armada griega al comienzo de La Ilíada, el todo de la ciudad de Tebas al comienzo de Edipo Rey, el todo de la Atenas de Pericles al comienzo de la guerra del Peloponeso, el todo de la multitud próspera en las Georgicas, el todo de Florencia en Boccacio. En el cruce del animal y del humano, La Fontaine había designado la causa del terror; la peste suscita el no-todo en el corazón del todo. Freud también, al decir de Jung, había recurrido al nombre de la peste, cuando avistó la orilla de la muy poderosa nación. Así retornaba al remitente la demanda de universalidad-libertad que ya se entendía ahí. Pero el nombre de la peste no ha resistido a la pareja todopoderosa que han formado la ciencia post-galileana y la técnica industrial. En adelante, no se cree más en la calamidad, sino en enfermedades, correctamente descriptas y reportadas, tanto como la investigación lo permite, a sus causas. A suponer que haya conservado algún efecto de sentido, el aforismo de Freud –Les traemos la peste- funciona por rumor y respeto. Pronunciado, si lo ha sido, en 1909, no pertenece al S XX y reenvía, como en un recuerdo evanescente, a la humanidad letrada.

El nombre judío, poder de trastorno
El S XX, en revancha, ha reavivado, desde un lado que no se esperaba, la fuerza de otro nombre, que se creía obsoleto. Este nombre había, a través de millares, acompañado la historia misma. Uno de los más célebres y de los más admirados entre los historiadores había subrayado su poder de trastorno. Había explicado por qué lo juzgaba lúgubre y repugnante. En los Judíos, escribe Tácito “es profano todo [omnia] lo que entre nosotros [apud nos] es sagrado, legítimo todo lo que nosotros tenemos por abominable”[1]. Esto se resume así: por sus ritos y sus costumbres, los Judíos vuelven imposible el empleo de la palabra todo, cuando se trata de seres humanos. En tanto que viven en el corazón de la oikouménè, se ubican en el exterior de la humanidad. En tanto sobreviven –y Tácito no convoca de ninguna manera a su destrucción- impiden que se pueda hablar válidamente de todos los hombres. Es imposible armar un cuadro total de las conductas humanas que sea coherente. Profano y sagrado, cada una de estas dos palabras deviene equívoca en sí misma y su oposición se embrolla. A menos que, para salvar el significante todo, no se ubique a los Judíos en excepción.
Tácito, sin saberlo, se apoyaba sobre la puesta al día de un axioma que pertenecía a un teólogo cristiano. En el S V después de JC, cuando el imperio romano amenazaba ruina, Vincent de Lérins afirmó: la verdad se define: Quod ubique, quod Semper, quod ab omnibus,[2]“en todas partes, siempre, por todos”. No habiendo necesidad de conocer un axioma para depender de él, Tácito enuncia un teorema, que ha sido regulado hace mucho en el espacio europeo las trasformaciones geométricas de los discursos: en un espacio discursivo donde el todo es considerado dando acceso al lugar de las soluciones, el nombre judío dice que no a toda solución. Se puede generalizar: en un espacio discursivo donde vale el axioma de Vincent de Lérins, el nombre judío dice que no al axioma. Ahora bien, este espacio desborda ampliamente europa y el lago atlántico. El mundo musulmán parece admitir bien el axioma de Lérins. ¿Qué ingenuo irá a creer que la revolución mundial lo rechazaría? ¿O la globalización liberal? El axioma de Lérins demanda el universal y él mismo es universal. Desde siempre la humanidad ha respondido favorablemente a su demanda. Siempre, en todo lugar, a todos los que formulan la demanda, el nombre judío la rechaza; en esto consiste la universalidad judía.

El nosotros, y el nombre que se censura
Del teorema de Tácito, se siguen algunos lemas, que bien entendido dependen, ellos también, del axioma. Petrarca se interrogaba: Quid est enim aliud omnis historia quam Romana laus?[3]“¿Que es pues toda la historia sino un elogio a Roma?” Yo traduciría voluntariamente forzando el rasgo: ¿Qué es la historia cuando esta se ordena del todo, sino un elogio de Roma? Otra vez un aforismo sobre el todo. Porta en su reverso un contra-aforismo, del cual Tácito solo testimonia, pero que insiste en los subsuelos de la cultura como un malestar. En la medida exacta en que la historia es un elogio de Roma, la historia es una censura constante en contra del nombre judío.
Pero mientras que Petrarca persistía en su elogio, Roma ya no era más que un nombre entre otros, tomando lugar en una serie. ¿Cuál? Los gramáticos distinguen dos nosotros: nosotros es inclusivo cuando el que lo pronuncia incluye al interlocutor; es exclusivo cuando el que lo pronuncia excluye al interlocutor. Tácito desea incluir a su lector, su nosotros [apud nos] es inclusivo. En el seno de la oposición que él instituye entre “nosotros”, que nosotros planteamos como defensores del todo, y los Judíos, que lo disuelven, el valor designativo del nosotros pudo cambiar; en la época del mare nostrum y en la memoria de Petrarca, nosotros resumía el nombre romano; pudo significar Francia en la época de Edouard Drumont o el Volk alemán en la época de Hitler o we, the people en los tiempos de Mac Carthy. Los que dicen nosotros van y vienen. Teniendo en cuenta este dato que, bien sopesado, no resume nada menos que lo se llama historia, el lema de Petrarca podría ser generalizado: la historia, cuando se ordena del todo, es el elogio de los que dicen nosotros en su empleo inclusivo. Ahora bien, estos han cambiado de nombre.
El nombre judío, en cambio, no ha cambiado ni de función ni de valor designativo; permanece el nombre que se censura, porque expulsa el todo en un océano indefinido de problemas; cuando los que lo portan dicen nosotros, inmediatamente se les supone preferir el nosotros exclusivo al nosotros inclusivo; aquel que desea afirmar la fuerza todo inclusiva del nosotros, se inclina a desconfiar del nombre judío, sobre todo si por casualidad, podría ser portador del mismo.
Es cierto que en el curso del S XIX, el carácter problemático del nombre judío parecía haberse reducido; en el mismo movimiento por el que Europa había erigido la historia en disciplina científica, y los procesos históricos en fenómenos rebosantes de sentido, en el mismo movimiento por el que había admitido que la diversidad de las costumbres no atentaba contra el horizonte totalizante de la humanidad, se había apartado de Tácito. Él fue rebajado al rango de los literatos y su teorema cesó de ser reconocido como tal. Se desarrollaron historizaciones no taciteanas, como se desarrollaron geometrías no euclidianas. La historia había considerado no alabar ni censurar a nadie; no se escribía el nosotros, ni exclusivo, ni inclusivo. Rechazaba ese pronombre, pretendiendo aceptar con ecuanimidad todos los nombres de la historia. Paralelamente, la sociología, la antropología, le etnología pretendieron aceptar con ecuanimidad todos los nombres de la estratificación social o de la repartición geográfica. Las vías del decir que no, se cerraron poco a poco, por falta de uso, amuralladas como estaban por los empedrados de buenas intenciones. Poco importa hoy en día: si fue así en el S XIX, entonces es necesario admitir, en cambio, que en el S XX el teorema de Tácito y su lema retomaron toda su fuerza.

El todo permitido, sus escrituras y su lugar
Historia, política, costumbres, todo se ordenó de alguna forma del todo; las formaciones culturales llevaron al pináculo las diversas variantes del nosotros inclusivo; el nombre judío, explícita o implícitamente, concentró sobre sí la censura que ameritan los que, judíos o no-judíos dicen no al todo. Lacan fue testigo de estos cambios. No dejó de meditarlos. Que la lengua del saber devenga en algunas semanas la jerga del antisemitismo ignorante, que la República francesa se acurruque, como un niño amedrentado, a los pies de un anciano siniestro y que enseguida, exprese su alivio por este séquito de regüeldos que se reagrupa bajo el paraguas de las leyes anti-judías, yo osaría adelantar que Lacan no enseñó nada que no supiera ya, salvo que él enseñó precisamente esto: él ya lo sabía. Le quedaba solamente explicar a los otros y a sí mismo cómo era que él ya lo sabía.
¿Qué significa que el psicoanálisis escogiese el Yo [Je], cuando los saberes que le eran contemporáneos habían elegido el nosotros? ¿Por qué Freud no escribió wo Es war, sollen Wir werden? ¿Cómo arrancar este dato al truismo de la “ciencia judía”? Sobre todos estos puntos y otros muchos, Lacan anticipó proposiciones; estas toman el nombre judío por punto de fuga. Yo reenvío ahí a los lectores deseosos de precisión. Me limitaré al núcleo duro.
Es tiempo de ser explícito: en tanto que el teorema de Tácito no ha sido recusado, entonces su recíproca vale: aquel que descubre en el seno del todo -se trate del significante todo mismo o de una de sus variantes, el centelleo de una fractura, el temblor de un problema que viene a alterar la luz de las soluciones- ha sido tomado por el nombre judío. Pero entonces es difícil mantener el lema de Petrarca. Quien problematiza el todo no debe temer más ser censurado. En esta vía, es bueno afirmar que no hay más elogios ni censuras. Esto se resume en tesis simples: no hay Juicio final, el Papa Noel que distribuye a fin de año las recompensas y, por intermedio del Padre Fouettard las puniciones, no existe; la historia no es un todo y, por ende, no está orientada.
Cuando la verdad se define Quod ubique, quod Semper, quod ab ómnibus, ¿cómo es posible un Judío? La respuesta es clara: no lo es, salvo como soporte de lo falso y de todas las inadecuaciones entre cosas e intelecto. Desde ahí, todo está permitido en su lugar; quiero decir todo lo que permite el todo-poder de la técnica. Porque el trípode venía de un mundo cerrado, donde la técnica no contaba para nada en la mirada del todopoderoso divino o cósmico; una vez mantenido en un universo infinito, en el horizonte de un apareamiento nuevo entre ciencia y técnica, él mutó. Devino esta máquina de devoración, que H. G. Wells había imaginado anticipadamente en La guerra de los mundos. El rechazarlo lejos de sí, el destruirlo pieza por pieza, es en lo sucesivo un deber. Las pocas frases sueltas que Lacan se autorizó sobre el campo de la muerte no dejan lugar a dudas; desde el momento en que él ha tomado conocimiento, hasta sus últimas palabras, ha deseado horadar el enigma de su posibilidad. Las escrituras del todo, si no dan la respuesta, sitúan el lugar.

El todo propiamente puesto en piezas
Ahora bien, si es necesario que la puesta en duda del trípode sea, un instante al menos, tenido por legítimo, entonces es necesario cambiar la definición de la verdad. La ironía de la Fortuna ha querido que Heidegger sirva acá de algún auxilio. Él no lo sabía, no quería saberlo, pero desanudando la verdad de la adecuación, él dejaba al nombre judío un título de propiedad. Pero pertenecía a Lacan proceder a las escrituras necesarias, como se fabrican falsos papeles para salvar a un fugitivo.
Otros han preferido retirarse de la prueba y salvar el todo, al precio del borramiento progresivo del nombre reacio. Otros, amantes demasiado dóciles del todo, todavía atraviesan la prueba, no la han superado. Se dejaron llevar a la tristeza frente al desmantelamiento del bello trípode de Lérins. Movidos por la tristeza extrema, pasaron a veces al odio. Lacan ha relevado el desafío.
No salvar al todo de sus chicanas sino, al contrario, someterlo a estas; respecto del nombre judío, no ceder a la tristeza, pero tampoco fingir y arbolar la máscara de carnaval. Los propósitos vacíos del tipo Nosotros somos todos judíos alemanes, no eran su género. Yo no soy judío, podía decir él de sí mismo con seguridad y simplicidad; como pudieron decirlo Racine, o Péguy, o Claudel. Pero como ellos, justamente, extraía de esta seguridad una conclusión: importa al más alto grado situar lo que dice un sujeto cuando dice de sí mismo Yo soy judío, o cuando, pudiendo decirlo, se rehúsa, o cuando él proclama bien alto que decirlo o no decirlo no hace la diferencia.
Adivinamos al leer el ruego de Esther y la profecía de Joad, que Racine, vuelto hacia Port-Royal, se interrogó sobre lo que es ser judío, con una profundidad tal que se encuentran pocos ejemplos como este, ni en la lengua francesa ni en ninguna otra. Yendo al encuentro de Bernard Lazare en el curso del combate por Dreyfus, Péguy articuló las proposiciones sobre el proferir Yo soy judío; Benjamín, después Scholem persisten en tomarlo. En la persona de Sichel, Claudel no cesó, en su caso siendo cristiano católico romano, de querer captar, como un pintor loco, la mirada oscura que se oculta bajo la venda de la Sinagoga. Pero lo que está permitido a los poetas no lo está al analista.
Este último no puede ni debe ni quiere hablar en el lugar del sujeto. Lacan se prohíbe poner palabras en la boca de uno que diría Yo soy judío. El no cree que la Sinagoga haya jamás tenido los ojos vendados. Sabe de antemano que todo lo que él podría avanzar, respecto a la plegaria o la profecía, depende de una palabra producida. El no ha pegado de entrada el nombre del Cristo –ni ningún nombre por lo demás- sobre el trípode del en todas partes, siempre, por todos. Se pueden relevar las numerosas ocasiones en que, en sus escritos y en su Seminario, él aproxima lo que ha acordado en llamar el judaísmo. Siempre se cuida, frente a los que portan el nombre judío, de enseñarles lo que es este nombre. El se torna más bien hacia los que no lo portan, a fin de advertirles: “Despacio, peligro”. Peligro de imbecilidad, de idiotez, de falta, de crimen.
Freud parece haber deseado enseñar a los Judíos y a los Cristianos lo que ellos son. Él provenía del S XIX e imaginaba aún que la función de maestro del género humano le estaba abierta. Lacan, por su parte, se impone una reserva. Tampoco es que cuando él menciona directamente el nombre judío que éste sea necesariamente el más investido. Más vale pesquisar los momentos donde el todo, la verdad y sus satélites son propiamente puestos en piezas.

El nombre del Yo [Je], o decir que no al todo
Lacan el Judío, la expresión no tiene ninguna significación, pero tiene un sentido. Para todo lugar en donde vale el trípode de Vincent de Lérins –y repito que vale más allá del espacio europeo y el espacio cristiano- me tomo la libertad, por un breve y provisorio instante, de llamar Judío a aquel que dice que no al trípode. A él determinar después si ese nombre que le doy, lo ha recibido de sus padres. Si no es así, que de esto no haga misterio y no juegue al soldadito humanitario; que él diga muy simplemente Yo no soy judío. Su Yo [Je], por sí solo, alcanza para atestiguar que él ha rechazado el axioma de Lérins, el teorema de Tácito, el lema de Petrarca, tanto en sus versiones adornadas o en sus inmundas. Y si lo ha recibido de sus padres, le pertenece buscar su modo de ser judío: negación, afirmación, interrogación.
Lacan el Judío es aquel que dice Yo no soy judío. Porque siendo aquel que dice Yo no soy judío, es también el que dice la verdad no se dice toda, justo después de haber embragado la verdad sobre el Yo [Je]: “Yo digo siempre la verdad” – a comprender como: la verdad habla siempre en primera persona. O, por transformación formal: “yo [moi] la verdad, hablo”[4]. Antes mismo de haber enunciado algunas de estas logia, había dado de esto una ilustración dramática. Quien ha leído “Kant con Sade” se acuerda de las objeciones que Lacan levanta frente a un célebre apólogo kantiano. En la Crítica de la razón práctica, Kant pone en escena un sujeto cuyo príncipe exige que haga un falso testimonio contra un hombre honesto. Lacan presta a este sujeto de la experiencia, que él califica de ilote, una cuestión dirigida al filósofo: “él le preguntará si por azar sería su deber dar un testimonio verdadero, en el caso en que ese fuera el medio por el cual el tirano pudiera satisfacer su deseo. ¿Debería decir que el inocente es un Judío por ejemplo, si él lo es verdaderamente, delante de un tribunal, se ha visto esto, quien encuentra ahí materia a censurar […]?” Lacan continúa: “Se puede erigir en deber la máxima de contradecir el deseo del tirano, si el tirano es aquel que se arroga el poder de avasallar el deseo del Otro”[5].
Así se entiende por retroacción la dimensión terminante de la proposición aparentemente constatativa: La verdad no se dice toda. Esta no puede materialmente decirse toda y, puesto que no puede, no debe decirse toda. El Tu debes, entonces tu puedes kantiano, se revierte en Tu no puedes, entonces tu no debes. Si por imposible, la verdad, una sola vez, se dijera toda, un nombre siempre serviría de pasto para el tirano. Para ilustrar su proposición, Lacan eligió el nombre judío; eligió también el caso del ateo y el del disidente de un partido. Sea, concedo que él no reservaba al nombre judío una suerte particular, entre las que los poderosos acusan. Pero en esto, justamente, escapaba a las trampas de la puesta en excepción, en tanto que él no había todavía desmontado los resortes de la misma. Mora, en su propio apólogo, un alboroto silencioso que estalla en las orejas de los fieles del todo. Familiares o no de Tácito, de Vincent de Lérins o de Petrarca, les va a costar ingeniárselas para multiplicar los acúfenos para cubrir el ruido inoportuno; no sufrirán menos en oír estas simples palabras, en este orden y no en otro: “el inocente es un Judío”.
Traducción: Viviana Fruchtnicht

* Jean-Claude Milner es lingüista, filósofo, y ensayista.
  1. Tácito, “Historias”, libro V, 4-5 (Obras completas, traducidas en francés con una introducción y notas por J.-L. Burnouf, Paris, Hachette, 1881, p. 607).
  2. El texto se lee en el capítulo II del Commonitorium, fechado en 434. La fórmula no define ahí la verdad en tanto que tal, sino la verdad de fe católica. Se le ha atribuído, sin embargo, muy pronto un alcance general. Cf. Vincent de Lérins, Commonitorium, Paris, Desclée de Brouwer, Colección Los Padres en la fe, 1978, p. 26.
  3. Este pasaje se encuentra en una invectiva Contra eum qui maledixit Italiam, de 1373. Cf. Petrarca, Invectives, Grenoble, Jérôme Millon, 2003, p. 308.
  4. Se habrá reconocido el comienzo de “Televisión”, Otros Escritos, Paris, Seuil, 2001, p. 509 & “La cosa freudiana o el sentido del retorno a Freud en psicoanálisis”, Escritos, Paris, Seuil, 1966, p.409.
  5. Lacan, J. “Kant con Sade”, Escritos, ob. cit. p. 784.


viernes, 14 de diciembre de 2012

Misceláneas judías para la pausa del Sábado - 1 de Tevet, 5773

Januká llegó y cada día nosotros intentamos prender velas. Pero los alemanes no nos lo permitieron. 
En el primer día, ellos todavía no lo sabían... De repente, en todas las barracas se prendieron velas...
En el segundo día, ellos llegaron y hubo una prohibición estricta de prender velas. Y entonces sucedió un milagro. De repente hubo un apagón de luz. Y entonces, tuvimos que prender velas. Intentamos celebrar lo mejor que podíamos cada cosa, ya fuera una festividad o el sábado. También cantamos canciones de Januká.
Me acuerdo que había allí un maestro, De Jong... El no se acordaba de todas las palabras de la canción. Súbitamente me preguntó: Dime ¿cómo va la segunda estrofa de Januká Januká? Y yo tuve que acordarme. Pero él quería, a todo precio saber todas las palabras, para que puediera enseñar canciones de Januká a todos los niños.

Texto tomado de un testimonio dado por Lea Sonnenstein, una ex prisionera en el campo de Westerbork, en Holanda, del Archivo de Testimonios de Yad Vashem.


Séptima vela de Januká en el Campo de Westerbork
Westerbork
En Mayo de 1940, Holanda fue ocupada por los nazis como parte d ela campaña de la conquista nazi de los países de Europa. Alrededor de 140.000 judíos, vivían en Holanda en ese momento, entre ellos muchas familias de refugiados judíos de Alemania.
Entre 1942 y 1944, Westerbork, fue usado como un campo de tránsito para los judíos de Holanda, que iban a ser deportados al Este de Europa, donde la mayoría fue asesinada. En total, 100.000 judíos fueron primero encerrados y luego deportados de Westerbork.
En este campo había judíos que se quedaron períodos de tiempo más largos, y otros, que poco tiempo después de su llegada, ya eran enviados a los campos de exterminio, para ser asesinados.
La vida en el campo de tránsito estaba desligada y aislada del mundo exterior. Sobre todo, se temía que los enviaran a un destino desconocido, que era en la mayoría de los casos, el exterminio. Los judíos que vivieron en Westerbork más tiempo, crearon marcos comunitarios, que incluían también actividades culturales y religiosas.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Novedades literarias



Narrativa:
- El tango de la Guardia Vieja de Arturo Pérez Reverte
- La gran casa de Nicole Krauss
- Misión olvido de María Dueñas

- La emoción de las cosas de Ángeles Mastretta
- La marca del meridiano de Lorenzo Silva (Premio Planeta 2012)
- Cambios de Mo Yan (Premio Nobel de Literatura 2012)

- Una vida plena de L. J. Davis
- Todo sobre las mujeres de Ana María Shua
- El cuaderno de Bento de John Berger



Ensayos:
- Economía a contramano de Alfredo Zaiat
- El malestar de la política de Juan José Sebreli





A disposición de los socios en Biblioteca "Gerchunoff"

Diálogos entre dos mundos

por Jack Fuchs y Silvia Lef

Jack:
     Tengo mucha alegría de recordar cuando en IWO, en donde trabajé
durante ocho años en New York, hacíamos libros temáticos de chistes
judíos en idisch.
Hacíamos listas y colecciones de chistes por rubros y asuntos diversos. A veces,
distintas versiones de un mismo chiste. Para cada ocasión, un chiste.

Silvia:
Jack querido: por qué no me contás uno que te encante y que venga
ad hoc para nuestros diálogos. Así, lo compartimos con nuestros
amigos, colegas, lectores y seguidores de este nuestro intercambio
subjetivo.

Jack:
Uno de los que más me gustaba era el de aquél que quería meter un chiste
sobre el tema de armas, pero tenía que venir a cuento, así que dijo
"¡Pif-Paf!" y lo introdujo. De ese modo, cada vez que pensábamos en
alguna cuestión que requería ser introducida temáticamente,
decíamos:"Pif-Paf! y listo...

Silvia:
Está muy pero muy bueno. Además, la chispa significante de la
onomatopeya que introduce de algun modo de qué se trata. Anticipa la
cuestión temática con el sonido.

Jack:
Hoy me acuerdo y lloro solo pero no de tristeza sino de nostalgia. Un
canto a la alegría y evoco Jánuka. Me inspira qué dice y lo canto, no
me acuerdo quién lo dijo. Fijate que hoy la gente se acuerda del quién
y no del qué. Al revés de lo que sucedía antes.Y de lo que me pasa a mi
cuando me preguntás por el autor de la rima.
"¡Oy; Ir kleiner Lichtelej!!!!
 Hir fartzleit Gechichtelej Maises!"

Silvia:
Oy!!!: vuestras pequeñas luminarias!!!!
Vuestras pequeñas historias/hazañas!

Jack:
Recordar y seguir viviendo, a la vez.
No olvidar el pasado y afrontar el presente.
Ambas cosas son importantes, ¿No?

Silvia:
Fijate en Jánuka. Las "lanzas" transformadas por puro Nes/milagro
en "luminarias", en candelabros. Un emblema que simboliza la
eternidad.
Los judíos perseguidos no se entregan y donan su fe para iluminar lo
maravilloso/Niflah de la existencia que se perpetúa. La Vida/Jaim le
gana a la Met/Muerte en una batalla donde el amor y la esperanza sellan la
trascendencia. La Emuná hebraica como fe "pasa el legado" y transmite
como meser/mensaje la masoret/tradición. Una vez más la Torah es
Transmisión. El Talmud es Limud/enseñanza de Ley.

Jack:
Me gustan nuestros diálogos entre dos mundos. Los valoro mucho
porque en este otro universo pareciera que sólo hay monólogos, no hay casi
diálogos ni intercambios personales.
En la historia antigua, "el ágora" en Grecia; "el foro" en Roma. En la 
América moderna, en el Picadilly City, se abrieron espacios para el debate y
el disenso. Eso me gusta mucho: debatir, discutir, disentir.

Silvia:
 Es super interesante "aprender del otro", de la diferencia, desde una
"ética de la alteridad". Así también, nació nuestro diálogo entre dos
mundos...

viernes, 7 de diciembre de 2012

Miscelaneas judías para la pausa del Sábado

23 de Kislev de 5773 - JAG HAURIM SAMEAJ !!!

La nieve de Chelm  
de Isaac Bashevis Singer

Chelm era una aldea de tontos: tontos jóvenes y tontos viejos. Una noche alguien espió a la luna, que se reflejaba en un barril de agua. La gente de Chelm imaginó que se había caído allí. Sellaron el barril para que la luna no se escapara. Cuando a la mañana se abrió el barril y la luna no estaba allí, los aldeanos decidieron que había sido robada. llamaron a la policía, y cuando el ladrón no pudo ser hallado, los tontos de Chelm lloraron y gimieron.
De todos los tontos de Chelm, los más famosos eran los siete ancianos. Como eran los más viejos y los más grandes tontos, gobernaban en Chelm. Tenían barbas blancas y frentes muy anchas, por pensar demasiado.
Una vez, durante una noche de Hanukkah, la nieve cayó continuamente. Cubrió todo Chelm como un mantel de plata. La luna brilló, las estrellas titilaron, y la nieve relució como perlas y diamantes.
Esa noche los siete ancianos estaban sentados y reflexionando, mientras arrugaban sus frentes. La aldea necesitaba dinero, y no sabían donde obtenerlo. Repentinamente el más anciano de ellos, Gronam el Gran Tonto, exclamó:
-¡La nieve es plata!
-¡Veo perlas en la nieve! - gritó otro.
- ¡Y yo veo diamantes! - agregó un tercero.
Para los ancianos de Chelm resultaba claro que había caído un tesoro del cielo. pero pronto comenzaron a preocuparse. A la gente de Chelm le gustaba caminar, y ciertamente terminarían por pisotear el tesoro. ¿Qué se podía hacer? El tonto Tudras tuvo una idea.
-Enviemos un mensajero que golpee en todas las ventanas y comunique a todos que deben permanecer en sus casas hasta que se hayan recogido la plata, las perlas y los diamantes.
Durante un rato los ancianos quedaron satisfechos. Se restregaron las manos y aprobaron la astuta idea. Pero entonces Dopey Lekisch hizo notar con aflicción:
- El mensajero mismo pisoteará el tesoro.
Los ancianos comprendieron que Leikisch tenía razón, y otra vez arrugaron las frentes en un esfuerzo por solucionar el problema.
- ¡Ya lo tengo! - exclamó Shmerel el Buey.
-¡Dinos, dinos - rogaron los ancianos.
- El mensajero no debe ir a pie. Debe ser transportado sobre una mesa, para que sus pies no toquen la preciosa nieve.
Todos quedaron encantados con la solución de Shmerel el Buey, y los ancianos, batiendo palmas, admiraron su propia sabiduría.
Los ancianos enviaron inmediatamente a alguien a la cocina a buscar a Gimpel, el chico de los recados, y lo pusieron sobre una mesa. ¿Y ahora quién habría de transportar la mesa? Fue una suerte que en la cocina estuvieran Treitle el cocinero, Berel el pelador de patatas, Yukel el mezclador de ensaladas, y Yontel, que cuidaba a la cabra de la comunidad. Se les ordenó a los cuatro que llevaran la mesa en la Gimpel estaba de pie. Cada uno sostuvo una pata. Arriba estaba Gimpel con un martillo de madera, para golpear en las ventanas de los aldeanos. Salieron.
En cada ventana Gimpel golpeaba y decía:
- Nadie debe dejar su casa esta noche. Ha caído un tesoro del cielo y está prohibido pisarlo.
La gente de Chelm obedeció a los ancianos y permaneció en sus casas durante toda la noche. Entretanto los propios ancianos se sentaron, tratando de imaginar cómo harían mejor uso del tesoro, una vez que lo recogieran.
El tonto Tudras propuso que lo vendieran y compraran una gansa que pusiera huevos de oro. Así la comunidad tendría un ingreso fijo.
Dopey Lekisch tuvo otra idea. ¿Por qué no comprar anteojos que hicieran parecer más grandes todas las cosas a los habitantes de Chelm? Las casas, las calles y las tiendas parecerían más grandes, y desde luego, si Chelm parecía más grande, pues entonces sería más grande. Ya no sería una aldea, sino una gran ciudad.
Aparecieron otras ideas igualmente ingeniosas. pero mientras los ancianos sopesaban sus diversos planes, llegó la mañana y brilló el sol. miraron por la ventana y, caramba, vieron que la nieve había sido pisoteada. Las pesadas botas de los porteadores de la mesa habían destruido el tesoro.
Los ancianos de Chelm asieron sus blancas barbas y admitieron que habían cometido un error. ¿Quizás, razonaron, otras cuatro personas debían haber llevado a los cuatro hombres que llevaron la mesa en la que estaba Gimpel, el chico de los recados?

Tras largas deliberaciones los ancianos decidieron que, si durante el próximo Hanukkah llegaba a caer otro tesoro del cielo, eso era exactamente lo que habrían de hacer.
Aunque los aldeanos se quedaron sin tesoro, estaban llenos esperanzas para el año siguiente y elogiaron a los ancianos, con quienes sabían que se podía contar para encontrar una solución, por muy difícil que fuera el problema.


De: Cuentos judíos de la aldea de Chelm, de Isaac Bashevis Singer. Dibujos de Maurice Sendak,
      Editorial Lumen, Barcelona, 1979.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Diálogos entre dos mundos

por Jack Fuchs y Silvia Lef
 
Jack: 
El hombre no cambia. No veo salida a lo humano. Me queda siempre
la idea de que es un misterio por qué el hombre quiere matar a su
semejante. Por suerte, no es algo generalizado. No son todos pero la
verdad es que el mundo parece loco.
Silvia: 
La prohibición expresa de matar está prevista desde el vamos
como “regla de oro” para la convivencia pacífica y armónica entre
congéneres del humus. Sin embargo, es una transgresión, la más severa,
la más cruel que insiste metódica y sistemáticamente en el marco de
los entes labrados del humus. Noaj lo transmite, Moisés lo enfatiza,
sin embargo la humanidad parece tener por un lado la prohibición
categórica, taxativa, expresa en el Mandamiento y, a la par, la
severa, constante, cotidiana aseveración desde lo real de la
efectivización consecutiva del delito. ¿Fracaso en la internalización
de la Ley? ¿Coexistencia de los dos mundos?
Jack: 
Algunas cosas evolucionaron por la tecnología en este siglo pero
en otras estamos como hace milenios. En lo esencial, el hombre es
idéntico en todas las épocas. Muy primitivo es todo. La convivencia
tampoco ha cambiado mucho. Creo que hay algo en el ser humano que es
como una debilidad. No sabe como protegerse y ataca al vecino, al
congener. La crueldad es el enemigo desde siempre. ¿Por qué la gente
necesita matar? Son crueles y requieren una justificación para sacar a
la luz ese aspecto, esa faceta. Después viene la lógica, hacen leyes
para prohibir lo que ellos mismos hacen desde esa acción. Prohíben
matar cuando matan. Al no poder eliminar las guerras, ponen frases que
fracasan porque intentan frenar lo que pasa en el mundo real. Lo peor
es que le buscan una justificación, una excusa a esos actos.
Silvia: 
Ante la ambivalencia constitutiva del hombre, Freud insiste en
el “Malestar en la Cultura” que la ética, la religión, la ciencia
deben reforzar la pulsión de Eros para doblegar la de Thanatos. El
hombre necesita contrarrestar esa pulsión agresiva con los
Mandamientos y con las prescripciones éticas. Como es “el lobo del
hombre”, al entender de Hobbes, debe balancear con ese otro aspecto.
Fijate que la Thorá, desde la ética hebraica, señala algo análogo. 
La fuerza de la Ley como Palabra, Letra tiene el poder de portar el
límite en tanto Fe en el Pacto, en el cual la finitud y la falibilidad
son la señal que nos demarca en tanto entes. El orden simbólico
pareciera ser la gran apuesta a la Vida, sin eso careceríamos de
destino. Por otra parte, tanto en la Ley judía como en el Código Penal
Argentino la vida es considerada, conjuntamente con el "buen Nombre y
honor" lo más sagrado.
Jack: 
Tenemos dos aspectos a la par: la destrucción, las guerras y
también la cultura, el arte, la ciencia, la tecnología, el amor, la
paz, el humor.
¿ Será posible un diálogo entre estos dos mundos?

martes, 4 de diciembre de 2012

¿Por qué Talmud? ¿Por qué Transmisión? Hacia una ética testimonial de la Shoá




                                                               por Silvia Lef

El Talmud constituye un Limud, estudio activo enciclopédico de leyes y otras actividades espirituales, compendiadas por generaciones de Tanaim, Amoraim y Saboraim. Los tanaítas deben su nombre al Taná, que en arameo designa al maestro, al estudio. Estos maestros sabios, tanto en Israel como en Babilonia, transmitían la ética filosófico-religiosa judaica. Al igual que los amoraím, plural de amorá, que nombra a los oradores o intérpretes de la ley, meturguemánim/turguemánim, maestros sucesores de los primeros, transmitían las enseñanzas hebraicas. Los saboraím, plural de saborá, razonador, maestros sabios sucesores de los amoraím, ratificaban, rectificaban la fuente matriz, además de adicionar sus opiniones. Así, el Talmud comprende dos pandectas completas. Se basa en la Mischná, se amplía conformando la Guemará, complemento de la primera que nuclea explicaciones, discusiones de sabios multitemáticas, relativas a cuestiones científicas, ético-filosóficas, folklóricas universales. De este modo, el Talmud compendia, tanto el Yerushalmi (el de Jerusalem), como el Bablí (el de Babilonia) una interesantísima cantidad de tratados sobre una multiplicidad de cuestiones vitalísimas, relevantes para la humanidad toda, más allá del judaísmo, fuente primigenia en la que nace, para ir desde allí hacia todos, sine qua non. En total compendia 60 libros, divididos en 6 órdenes bien diferenciados de Mischná. Los Tratados son: I) ZERAIM: Berajot, Peá, Demai, Kilayim, Sheviit, Terumot, Maaserot, Maasé shení, Jalá, Orlá, Bikurim; II) MOED: Shabat, Erubín, Pesajim, Shekalim, Yomá, Sucá, Betzá, Rosch Haschaná, Taanit, Meguilá, Mole Katán, Jaguigá; III) NASHIM: Yevamot, Ketubot, Nedarim, Nazir, Sotá, Guitín, Keduschín; IV) NEZIKIM: Baba Kamá, Baba Metziá, Baba Batrá, Sanehdrín, Makot, Shavuot, Eduyot, Abodá Zará, Abot, Horayot; V) KODASCHIM: Zevajim, Menajot, Julin, Bejorot, Arajín, Temurá, Keritot, Meilá, Tamid, Midot, Kinim; VI) TOHAROT: Kelim, Ohalot, Negaim, Pará, Toraot, Mikvaot, Nidá, Majschirim, Zabim, Tebul Yom, Yadayim, Uktzin
A su vez, ambas versiones talmúdicas entreveran cuestiones Halájicas, parte religioso-legal, con cuestiones Agádicas, parte narrativa, expresada por medio de aforismos, homilías, leyendas, tradiciones. Ambas formas se enlazan didácticamente y transmiten una filosofía viva eminentemente espiritual. El Talmud ha sido una insoslayable fuente de soporte ético-moral-religiosa-científico-ritual-jurídico-filosófico-folklórico-didáctico en todas las épocas, aún en la diáspora. Asimismo, durante las persecuciones y humillaciones más horrendas de la historia fue sostén del ánimo del pueblo del que naciera. En los momentos de máxima animosidad y segregacionismo fue destruido y quemado como símbolo neto representante de los valores que porta. Asimismo, resurgió y se reeditó cada vez. Padeció los embates cruentos durante la Inquisición y durante el nazismo, por nombrar sólo dos ejemplos históricos de esas largas, traumáticas y crueles fases antijudías que signaron la falible historia humana. Mientras agonizaba el Talmud, los judíos intentaban salvar la vida rescatando siempre el emblema identificatorio que portaba la eternidad del hombre, en relación con su origen divino, del que el hombre judío es tan sólo un emisario cosmopolítico. Así renacía cada vez y se resignificaba la misión universalista del judío, más allá de la misión singular del pueblo elegido para mostrar el monoteísmo ético, bajo el emblema de una filosofía práctica universal, nada elitista. 

El Talmud Torá es el estudio metódico y sistemático de la Torá, del Talmud y de los comentarios de ambos, tanto respecto a lo que está escrito o Bijtab como de aquello pertinente a lo oral o Bealpé. Así, la Toráh o el Jumschei Toráh (Cinco Libros de la Torah) o la Torat Mosché (Torá de Moisés), debe su paternidad al patriarca que diera origen a la Ley nominada como mosaica, en virtud de que fuera el autor de los Cinco Libros del Antiguo Testamento, además de recibir la Revelación que se plasmara en la base de la ética filosófico-religiosa judaica: Aseret Hadibrot o “Diez Mandamientos”, conocido universalmente como “Decálogo”, síntesis esencial del Tariag o 613 Preceptos, matriz completo de normativas aportadas por el judaísmo a la humanidad toda. A saber, los Cinco Libros mosaicos son: Bereischit o Génesis, Shemot o Exodo, Vaikrah o Levítico, Bamidbar o Números y Debarim o Deutoronomio. Por su parte, el Tanaj nuclea la Torah mosaica, los Nebihim o Profetas y los Ketubim o Escritos.
El pueblo judío ha sido nombrado como “pueblo del Libro” a partir del Séfer, Libro Hasfarim, “Libro de los Libros”, alusivo a la Torah, clave-llave-cifra develadora de enigmas atinentes a la realidad humana. La Palabra crea y recrea mensajes de profunda espiritualidad, transmisibles desde la cultura hebraica hacia el resto del cosmos. En el Talmud hay una paradigmática frase que reza: “Al schloshá debarim haolam omed: al Hatorah, al Haabodá,ve al guemilut jasidim”. “Sobre tres pivotes se erige el universo: sobre la “Toráh”, sobre “el Servicio a Dios” y sobre “la acción de los hombres completamente santos”. En efecto, el monoteísmo ético constituye el aporte central del judaísmo a la humanidad. Así, lo ético y lo religioso se hallan entrelazados en la concepción hebraica. El mandato que rige es: “Santos seréis porque Santo soy Yo, vuestro Dios”. (cfr. Levítico 19). Los Profetas de Israel denunciaron el paganismo y la idolatría, condenaron la injusticia social y plasmaron la idea ética consistente en la asociación divina y humana en los ideales de justicia, paz, amor al prójimo. De este modo, la ética bíblica es humana puesto que se funda en un principio universal que comprende a todos los pueblos, tal como se enuncia en el Código de los Noájidas: siete principios de índole ético-religiosa legados por el patriarca antediluviano Noé a sus hijos: Sem, Ham y Jafet. Estas Leyes son obligatorias, según consta en el Talmud, para todos los hombres, con independencia de principios específicos judaicos. Estos siete son: Respeto por la Ley, Abominación por los ídolos, Reconocimiento de Dios, Prohibición de Asesinato, Prohibición de Robo, Prohibición de Incesto, Prohibición de trato brutal a los animales.
Estos principios relativos a una ética universal humana primitiva se perfeccionan luego con el advenimiento del “Decálogo mosaico” o conjunto de los diez mandamientos sinaíticos: Haseret Hadibrot o Haseret Hamitzvot, “Los diez Principios”, “Las Diez Palabras”, “Las diez órdenes u obligaciones”. Diez Preceptos grabados por Dios, tal como relata la tradición, en las Tablas de la Ley, revelados por el patriarca Moisés en el Monte Sinaí. Esta es la Ley fundamental que condensa la Alianza primigenia entre el Dios de Israel con los Patriarcas, sellada por Mosché (cfr. Deutoronomio 9:9). Este primer código occidental, célebre por el inédito aporte respecto de tradiciones anteriores, renueva la vida tanto ética como religiosa  e instituye un modelo nuevo de vínculo entre el hombre y el hombre, entre el hombre y su Creador.
Siguiendo la serie numérica de Los diez Mandamientos, es como si el judaísmo en sí mismo y la humanidad, toda hubiera corrido un grave riesgo de supervivencia ética. Así, Francisco, sin siquiera sospecharlo, labró una nueva ley, como de emergencia, que para él y quizás para otros, tal vez para un sinnúmero más, obró al modo de salvataje de la ley judía para toda la humanidad.
Francisco Wichter, el único sobreviviente argentino de la lista de Oskar y Emilie Schindler rescribe la historia talmúdica y transmite la continuidad del emblema ético-judaico, de la Ley, del mandamiento, instituyendo, sin saberlo, “una ética testimonial de la shoá”. En efecto, él se halla subjetivamente inserto en una filosofía, con una ética en curso, de la que nunca se ha salido. Desde su pertenencia, refuerza el Decálogo, que lo preexiste como sujeto y se anima a adicionar, al modo de Mischná, un nuevo Principio/Mandamiento que sostiene la supervivencia como una orden emblemática para los sujetos en riesgo, el precepto manda “salvarse para contar al mundo lo sucedido con los judíos”, además, a él, como sujeto judío en particular le señala la necesidad de “Honrar a sus padres”, efectivizando en este acto el valor permanente del quinto mandamiento del Decálogo mosaico. Es interesante su reflexión, casi spinocista, desde la cual anuda libertad y destino, con una ética intacta: donde priman la comprensión, Eros (en la mitología griega, dios del Amor), las normas de convivencia social, la fe, la confianza, la reflexión, el enigma, la tradición, la moralidad, los valores afectivos, el respeto por el semejante y las diferencias, el agradecimiento, la bonhomía, entre otros valores (que ni el totalitarismo más atroz pudo destruir en su interioridad). Desde la subjetividad, se sienta jurisprudencia: renace una ética, cuyo testimonio si bien es “desgarrador”, a la vez, se torna emblema que surca un “redoblamiento en la apuesta para la vida”, “plena”, “íntegra”, “con la conciencia tranquila”, con la continuidad de la judaica tradición, cuyo valor central es el amor sito en el Evangelio.
Así en su obra Undécimo Mandamiento (*), dice: “Los mayores cavilan, estoicos y resignados. Veo que mi madre hace con otros consultas en voz baja. De pronto nos llaman, nombran a diez de nosotros y entre los diez estoy yo. Eligen a los más jóvenes de los que ya han crecido, a los que parecen más aptos.
Entre los diez hay dos primos míos, Rachmiel y Schoel, y está Hanka., la mayor de mis hermanas. Nos avisan que cuando los nazis vengan a buscar a todos, nosotros diez seremos los que vamos a ir al escondite. Nos hacen saber sin explicarlo, tal vez sin decírselo a ellos mismos, que hay un undécimo mandamiento y que fuimos elegidos para tratar de cumplirlo: “Sobrevivirás”. Si nos dicen que si alguno de nosotros sobrevive, no tiene que olvidarse de algo: debe contar al mundo lo que les está pasando a los judíos”.
“Es el día de Simjá Torá, cuando se baila con los rollos sagrados de la Torá y se recuerdan las Tablas de los Diez mandamientos. Los nazis han elegido nuestra fiesta para llevarse a los judíos de Belzitz y dejarme sin familia.
Parados en nuestro refugio, sin poder movernos, escuchamos el ruido infernal que dura hasta el mediodía. Después, un silencio sepulcral nos envuelve. Decidimos esperar que llegue la oscuridad para salir.
Así empieza mi lucha por sobrevivir, donde el horror, la casualidad, el riesgo, la voluntad de vivir, el dolor y la intuición se combinarán de un modo extraño y preciso que me llevará a la lista Schindler y finalmente a la Argentina.
Me dijeron que no olvidara contarle al mundo lo que ocurrió con los judíos; voy a contar lo que ocurrió conmigo, y con los que yo conocí. No quiero que se piense que el relato que sigue pasó en un mundo que había enloquecido, donde los hombres se habían vuelto animales y el infierno había irrumpido en la tierra. No es así: los hechos que van a leer acontecieron entre la gente, gente más o menos mala o más o menos buena, igual que toda, alguna más valiente y noble, otra más débil y temerosa, gente decidida o vacilante, fácilmente influible o crítica. Eso es todo. Las cosas ocurrieron simplemente porque una lógica humana, política, histórica las hizo ocurrir. Como la de cualquier sobreviviente, mi historia personal es producto de esa lógica. Por eso, para poder entenderla, hay que empezar por la historia colectiva”.

“Es posible imaginar que fue suerte, o la voluntad de Dios. No quiero ofender a nadie, respeto profundamente la fe, pero no puedo pensar que Dios quiso ayudarme a mí y no a los millones de inocentes que no sobrevivieron. Cuando me acuerdo de los momentos cruciales en los que, porque sí, pude tomar la decisión correcta, yo mismo me asombro. Era un sexto sentido siempre despierto y era el deseo muy fuerte de no entregarme, de vivir. Esa era mi lucha. Para los judíos, en el nazismo, había aparecido el undécimo mandamiento: “sobrevivirás a Hitler, y así lo derrotarás”. Cada hora, cada día, cada mes, parecían siglos en esa batalla. Después de haber pasado esos pocos años que parecieron infinitos, ¿cómo puedo computar mi edad?
Pese a todo lo que sufrí, estoy conforme. Llegué aquí, como dije, con la conciencia tranquila. Sólo me faltaba cumplir con el quinto mandamiento, “honrarás a tus padres”: mi madre me dijo, antes de que se la llevaran, cuál era el modo de hacerlo. Por eso cumplí su legado y relaté mi historia, que no es la única ni excepcional. Si algo puede asombrar de ella-si algo hoy me asombra- son los encadenamientos, las casualidades, un azar que parece previsto, en algún lugar que ignoramos por el ciego destino.”

(*) Wichter, F. Undécimo Mandamiento Testimonio del sobreviviente argentino de la lista de Schindler. Buenos Aires, Emecé Editores, 1998.