8 de Tevet de 5773
Las cartas que no llegaron (fragmento)
de Mauricio Rosencof
No puedo precisar con exactitud qué día conocí a mis padres y si pude —al menos—darme cuenta, en ese momento, de la significación que tal acontecimiento iba a tener en mi vida.
Pero recuerdo —eso sí— que cuando vi a mamá por primera vez, mamá estaba en el patio. El patio era un espacio enorme que con los años se fue encogiendo. Pero entonces era igualito a la selva de Tarzán, porque mi mamá tenía muchas plantas. Era abierto, sin claraboya, y estaba atravesado a lo largo por una cuerda donde todo el que quería colgaba la ropa mojada, que se llueve.
La ropa mojada es, como todos saben, lo que hace llover.
En ese patio, un día, mi mamá encendió un brasero a carbón, donde iba a cocinar un trozo de hígado que los carniceros regalaban a los que tenían gato. Nosotros teníamos. Se llamaba Miska y era igualito a un tigre. Mamá cocinaba para Miska, pero comíamos todos.
De mi papá lo primero que conocí fueron los ojos. Unos ojos claros, transparentes, pícaros, buenos, traviesos, que siempre
se estaban riendo. Mi papá tenía los mejores ojos del mundo.
Y además de todo eso, yo también tenía un hermano grande, que era el que me defendía cuando nos atacaba el enemigo. Me
defendió toda la vida, hasta que se murió.
A él lo habían traído de Polonia hace mucho, y ahora tenía como diez años. Se murió cuando tenía dieciséis, y mi mamá se
pegaba en la cabeza.
Después estaba el cartero, pero yo no me acuerdo.
Un día vino papá con traje y todo, azul me parece, y muy contento, con algo muy grande, como un cajón, envuelto en
diarios y que tenía botones. Lo puso en la mesa de coser y me miró, y lo primero que me dijo fue «eso no se toca». Entonces la
prendió y era una radio. Mamá, antes, la escuchaba en lo de
doña Catalina, que ya tenía. Era para oír las comedias.
Pero después servía para escuchar la guerra.
Era una guerra que había en España y nosotros íbamos a un Comité donde mamá tejía calcetines de lana y papá hablaba.
Todos hablaban y hablaban en yiddish, y yo no entendía nada. Entonces nos íbamos a la vereda a juntar cajas de cigarrillos vacías para sacarles el plomo. Hacíamos una pelota con el papel de plomo y con eso en España hacían balas. Para la guerra.
Pero no era para la guerra. Era para la Brigada, que es para la guerra. Acá también hay Brigada. Pero papel de plomo no precisan.
Yo sé porque los domingos venden diarios. También venden unos cartones que tienen un dibujo con un señor que te apunta
con un dedo, así, y te pregunta: «¿Qué haces tú por España?». Eso dicen, y se llaman «Bonos».
Después de la guerra con España vino otra. El que no vino más fue el cartero. Bueno, venir, venía. Pero lo que yo quiero decir es que a casa no venía. Papá lo esperaba en el balcón. Mi papá cosía en la pieza, y a cada rato se iba para el balcón y miraba
para afuera. Y cuando el cartero pasaba—el cartero pasaba pero no venía—, mi papá le preguntaba: «¿Y?». Y el cartero ya sabía lo que le preguntaba y le decía: «Nada, don Isaac». Y no le daba nada.
Entonces mi papá, los domingos, que es el día que se leen las cartas, nos leía las cartas de antes, pero tenía los ojos así, y
no se reía.
Las cartas que esperaba mi papá no llegaron nunca.
Querido Isaac:
La segunda semana de julio se instaló la Comandancia de la Gestapo; y al tercer día sacaron grandes afiches que decían
que todo judío y descendiente de judío hasta la quinta generación, niños, jóvenes, adultos y viejos, debían usar, en el brazo izquierdo, un brazalete blanco con una estrella azul, y debían caminar debajo de la vereda. Irene no lo hizo y la golpearon. Luego le dieron un cepillo de dientes y un balde con
jabón, y la obligaron a lavar la vereda con el cepillo de dientes, y la gente se paraba, y le decían cosas y se reían.
Ahora todos nos preparamos para entrar en el gueto. Algunos vecinos, ¿sabes?, vienen a preguntarnos cuándo nos marchamos, para poder ocupar, cuanto antes, nuestra casa. Samuel dice que vio, en un cinematógrafo de Varsovia, una película que se llama El Führer construye una ciudad para
los judíos. Dice que es en Teresienstadt, y que se ve a nuestros ancianos tomando té y jugando al dominó: hay fábricas y calles, tranvías. Es una ciudad. Samuel dice que allí nadie usa la estrella de David, y que caminan por las veredas como todo el mundo.
¿Sabes tú dónde queda Teresienstadt?
*****************************
Un día el cartero no paró más en la casa de la familia Rosencof. No había más cartas desde Polonia hacia Uruguay. Eran épocas de guerra, de campos de concentración y de tristeza, y los familiares de Isaac y de Rosa, los padres de Mauricio, dejaron de escribir como dejaron de comer y luego de vivir. Sin embargo, esas letras que nunca se escribieron por manos de los familiares judíos de los Rosencof de Polonia tomaron la bella forma de una novela. Las cartas que no llegaron, la última novela del escritor uruguayo Mauricio Rosencof, reescribe estas posibles cartas, al tiempo que cuenta la historia de un niño, que desde su particular visión infantil describe su casa, su patio, su padre sastre, su madre, su barrio y esa escena de lectura de cartas que, por no haber nuevas, repetía incansablemente las que habían logrado llegar.
Escritor y periodista uruguayo, Mauricio Rosencof fue miembro
del Partido Comunista y tras doce años de cárcel y horror, que no lograron acabar ni con el hombre ni con el dramaturgo, fue liberado en 1985,
cuando terminó la dictadura uruguaya.
Vive en Montevideo; es dramaturgo, novelista, poeta, periodista y desde es Director de Cultura de la Intendencia de Montevideo. Entre varias ocupaciones es columnista de la revista semanal Caras y Caretas.
Horario de Atención
Lunes a Viernes de 13.00 a 19.00 hs. 1 Piso de la Sociedad Hebraica Argentina - Sarmiento 2233
viernes, 21 de diciembre de 2012
Misceláneas judías para la pausa del Sábado
jueves, 20 de diciembre de 2012
¿Por qué Talmud? ¿Por qué Transmisión?
Hacia una ética testimonial de la
Shoá
por Silvia Lef
El Talmud es un verdadero Limud
con Tav, activo, estudio metódico y sistemático de la ley humana, conformado
por un sinnúmero de discusiones, explicaciones dilatadas de sabios de diversas
escuelas acerca de cuestiones eminentemente humanísticas y universales:
folklore, ciencia, ética, filosofía, religión. La transmisión es el pivote fundamental o basis, base,
iesodí, fundamental de tal fuente ancestral.
El significante hebraico transmisión
/ transporte / transferencia es Haaberá, también alusivo a la metáfora. Guemátricamente,
vale 282 (doscientos ochenta y dos). Idéntica cifra poseen Iotzé min Haclal,
fuera de lo común excepción, extraordinario, singular; Arbí, vespertina;
Abir, pasadero, transitable; Klí Rejeb, vehículo; Ibrí,
hebreo/hebraico; Hadzera, vesícula; Bilti Safek, seguramente; Ezrá,
auxilio, fomento, ayuda, socorro; Haabará, cesión; Haazará, fecundar;
Virus, virus, bacteria; Hazrá, vesícula; Melej Elohei Olam,
rezo del Sidur que dice: “Dios, Rey mío, Creador del Universo”; Ahió
Miejab, consistir; Birkaiim, rodillas, centros; Haknés
Lekibá, ingerir; Ájate hamatará, errar la finalidad, desacertar. Por
su parte, 228 (doscientos veinte y ocho) valen el Kerub o ángel; Ajzar,
bárbaro, feroz, cruel; bajor, primogénito; Melukajim, pinzas; Nahim
Lajej, abocado; Baruj, Uno de los Setenta y Dos Nombres del Creador
en la Biblia, traducible como “Bendito”, “El Santo”, Mepakeaj,
intendente; Patpetán, palabrero; Ierají, lunar; Rejub,
montado; Tzí hamiljamá, fuerza Armada; Kabul beadzikim,
desposado. 822 (ochocientos veintidós), número, Séfer de Teviot,
rótulos; Ketobet, dirección; Katob peturá, facturar; Jaser takdem,
inaudito; Hitahut, formación; Jajor, alquilar.
De este modo, el Limud se transmite, transfiere el acervo
cultural. Va de Dor vador, de generación en generación. El Talmud como
Limud circula, atraviesa al modo de vesícula vespertina y como vehículo singularísimo
hebraico, de manera seguramente excepcional, transporta la cesión, el auxilio
que fecunda el rezo y que consiste en la ingestión del virus, cuyas pinzas
desposan al ángel primogénito, que (cual) palabrero intendente lunar, montado
como fuerza armada, desacierta y desbarata lo cruel alquilado. El Nombre del
Creador, montado en rótulos inauditos, factura la dirección de una formación
abocada a “pasar” “el monoteísmo ético”, inédito aporte del judaísmo a toda la
humanidad, concepto transitable y/o pasadero (de) centro en (centro). Así, el Talmud
como Limud pasa y deja huella, transfiere una impronta indeleble que el ibrí
o hebreo sigue pasando de vez en vez, de siglo en siglo, de generación en
generación, al modo de enseñanza de metáfora, de lectura-Escritura-tradición-ley.
Herman Meller, con su obra Mi historia de la Segunda Guerra Mundial
(* ) instituye, aún sin saberlo, una ética testimonial de la Shoá. En efecto,
su testimonio ético reescribe la historia, la tradición al modo de Mischná y reedita la masoret de
una cultura milenaria que él vuelve a recrear, con su inédito aporte y que será
un nuevo eslabón en esta serie contemporánea, en pleno siglo XXI .Emite un
mensaje que genera un otro desafío para la supervivencia ética de la humanidad.
Al modo de prolegómeno de su libro,
aclara: “Las tapas del libro son negras, representan el luto por los muertos.
Las de estrellas de David y la segunda guerra mundial en rojo por la sangre
derramada. La de mi historia está en blanco, representa mi vida”.
“Nací el 3 de Agosto de 1923 en
Blotnia, un pueblo que está en el sudeste de Polonia, ahí también nacieron mis
abuelos, mi papá Mejl y mi hermana Fanny. Mi mamá nació en Rohatin. Mis
primeros recuerdos se remontan a cuando yo tenía ocho años. Mi hermana y yo íbamos
a la mañana al colegio del estado y a la tarde venía un maestro particular a
enseñarnos a leer y escribir en hebreo. El pueblo tenía aproximadamente unas
setenta casas en total, la mayoría estaban hechas de madera y adobe con techos
de paja y el piso era de tierra bien alisada. Por el medio del pueblo pasaba un
río muy angosto, en muchas partes se pasaba sobre una tabla de tres metros de
largo y cincuenta centímetros de ancho. En las dos calles principales había
puentes para cruzar con carros y a veces pasaba algún camión que traía
mercaderías para el almacén y el bar del pueblo”. “Al costado pasaba la ruta
nacional que venía de la ciudad de Lwow hasta la frontera con Rusia. Sobre la
ruta estaba el colegio, al lado de la casa del cura y la Iglesia Ucraniana. El
95 por ciento de los habitantes eran Ucranianos, Polacos solamente 5 casas, y 8
de los judíos”. “En el año 1935 el rabí me preparó para el bar mitzvá y
en el año 1937 cuando terminé el séptimo grado empezó la discusión sobre en qué
secundario me anoto, si el comercial o el industrial. Como a mí me gustaba el
trabajo manual fui al industrial y cursé en el turno noche de 18 a 22 hs, en tanto que
durante el día trabajaba en un taller de plomería, gas y calefacción”.
“Llegamos al 1º de Septiembre de 1939, empezó la guerra, y con ella el horror y
el terror. Los alemanes atacaron por sorpresa a las 4 de la mañana,
bombardeando la ciudad y principalmente las usinas de luz, la estación
principal de trenes y de gas. También bombardearon algunos edificios de varios
pisos, matando a muchísima gente. Empezó el caos, no había muchos hospitales y
una gran cantidad de heridos quedaron tirados en las cercanías del hospital. A
las 7 de la mañana volvieron a bombardear y ésta vez fue peor que antes, ya que
bombardearon toda la
ciudad. Las autoridades polacas llamaron a la movilización a
todos los hombres de 21 a
30 años. También vinieron a nuestra casa, como así también a la de los otros
vecinos para llevarse los caballos y los carros para los hombres del ejército.
Lo mismo pasó en todas las ciudades más importantes de Polonia, siendo la más
perjudicada la capital de Varsovia. Nos quedamos sin poder escuchar las
noticias porque también habían volado las estaciones de radio, lo único que
escuchábamos eran las radios alemanas, las cuales leían comunicados diciendo
que ya tenían ocupada Varsovia y que rápidamente ocuparían toda Polonia. Los
aviones pasaban todos los días pero ya no bombardeaban porque Polonia no
ejerció resistencia ya que no tenía cañones antiaéreos, lo que sí hacían los
alemanes era bajar sus aviones a unos 300 metros de altura y
ametrallaban a todos los que podían. El ejército polaco era muy valiente, pero
la famosa caballería nada pudo hacer contra los tanques alemanes”.
“Hasta que llegó el 22 de junio de
1941. Ese día se repitió lo que vivimos en 1939. Los alemanes atacaron por
sorpresa”. “Al día siguiente empezó la tragedia para nosotros los judíos. Toda
la ciudad fue empapelada con un decreto del gobernador que decía lo siguiente: Todos los judíos deberán confeccionarse una
banda de tela blanca de 10 cm
de ancho y bordarle en el medio una estrella de David de color celeste. Esta
banda deberá estar siempre colocada en el brazo derecho. Quien saliere a la
calle sin esta banda será fusilado en el acto. No podrán ausentarse sin permiso
de sus casas. No podrán viajar de un pueblo a otro. No deberán reunirse en las
sinagogas u otros lugares. Desde la mañana a las ocho todos cuyos apellidos
comienzan con A, B, C, o D deberán presentarse en la comisaría más cercana para
ser censados, en los días subsiguientes deberán presentarse los que tengan
apellidos que empezaran con las letras siguientes, así todos hasta que dentro
de una semana estén censados”.
“Y ahí empezó el horror...”
“Los hombres y mujeres debían presentarse
en las comisarías a las siete de la mañana y ahí iban a ser seleccionados para
mandarlos a los distintos lugares de trabajo”. “Un día aparecieron nuevos
afiches y convocatorias radiales llamando a todos los intelectuales y
profesionales judíos para que se presentaran en el salón del gobernador para
elegir a los representantes de la colectividad que iban a decidir a donde se
iba a construir un ghetto. Se presentaron los abogados, los ingenieros, los
médicos, etc. y formaron un consejo judío que los nazis llamaban Judenrat. La
reunión se hizo un día martes, allí se eligió a un exdiputado como el jefe y
varios otros eran sus ayudantes, su misión era hacer el plano del Ghetto y
presentarlo a los nazis dentro de la semana. Todos los demás presentes debían ir ese
día para aprobar el plan...” “A las dos semanas se reunió de nuevo el Judenrat
ya con los planos del Ghetto. Pero todo era una trampa, los alemanes detuvieron
a todos los componentes del Judenrat y pegaron afiches diciendo que los judíos
debíamos juntar 10.000 kg.
de oro y 20.000 kg.
de plata en tres días -o sino iban a matar a los componentes del Judenrat. Las
familias de éstas 200 0 250 personalidades empezaron a recorrer todas las casas
pidiendo colaboración para poder liberar a sus familiares. Mis padres y mis
tíos entregaron sus anillos, mi hermana dio los aros y también entregamos los
candelabros de plata. A los pocos días se escuchó un comunicado por la radio
diciendo que sólo se pudo juntar 500
kg. de oro y 1.200 kg. de plata y que el día siguiente era
el último para salvar a estas personas. Pero muchos desconfiaban de que aunque
se juntara más oro y plata igual los iban a matar, y efectivamente así fue. A
esas personas no las vimos nunca más, y así murieron las personas más
destacadas de la ciudad”.
“En esta selección sacaron al grupo
donde trabajaba mi papá. Los tuvieron unas dos horas apartados y al no
presentarse al trabajo, el General para el cual trabajan fue a pedir por ellos
diciendo que los necesitaba por un tiempo más, después de discutir llamaron al
jefe de la Gestapo y éste les dio permiso para que se lleve a este grupo fuera
del Ghetto haciéndole a él responsable por estas personas. Iban a dormir en un
galpón municipal. Cuando mi hermana y yo volvimos a la casa nos enteramos que el
grupo de mi papá había sido llevado a algún lugar de la ciudad pero no sabíamos
adónde. El sábado nos enteramos por un capo de policía que papá y su grupo
estaban en el galpón de la
municipalidad. A la tarde fui al comando de la Gestapo y les
pedí permiso para ir a verlo y para llevarle ropa para que se cambie. Me dieron
dos horas, salí corriendo pero no pude verlo porque el galpón estaba cerrado,
pero uno de los que estaba adentro se subió al techo, me tiró una soga en la
que até la ropa y se la dio a papá. Luego papá se acercó al portón y pudimos
hablar. Me dijo que cuando se le presente la ocasión se iba a escapar y nos iba
a avisar adonde se había ido. El hombre que se subió al techo me dio varios
papeles con las direcciones de los familiares de los que estaban en el galpón
para que les avisara que estaban vivos. El domingo les llevé las novedades a
las familias de los compañeros de papá, ninguna familia sabía que estaban vivos
y cuando yo les entregaba el papel escrito por un hijo o esposo me abrazaban me
besaban y lloraban de alegría, y yo me sentía muy conmovido. En una casa estaba
un hombre viejo con una larga barba sentado en una sillita baja y rezaba la
Biblia, en el saco tenía un corte en la solapa señal de duelo por pérdida de
algún familiar, cuando le saludé y le di el papel escrito por su hijo en el
cual le explicaba donde se encontraba, se quedó como paralizado, me miró de
arriba abajo se me acercó me abrazó fuertemente y me dijo: yo estaba de duelo
rezando por mi hijo pensando que ha muerto y vos traés noticia que vive y está
bien, entonces DIOS me ha escuchado y vos enviado por EL, por eso quiero
bendecirte en nombre de EL y él me dijo agachá la cabeza, yo soy rabino muy
religioso, mi bendición te va a ayudar y a tu familia a sobrevivir estos tiempos
y te vas a salvar y vivir por muchos años. Agaché la cabeza me puso las manos
encima y rezó algún párrafo de la Biblia después me puse a llorar junto a él.
Salí de la casa, sentí que hice una obra de bien.”
(*) Meller, Herman. Mi historia de la Segunda Guerra Mundial.
Edición del autor, Buenos Aires, 1998.
Herman Meller nació el 3 de agosto
de 1923 en Blotnia, un pueblo que está en el sudeste de Polonia. Ahí también
nacieron sus abuelos, su padre Mejl y su hermana Fanny. Su mamá Nunina nació en
Rohatin. Alrededor del año 1932 se mudó a Lwow. Terminó la escuela secundaria
en un colegio industrial. Luego de declarada la guerra quedó un año bajo el
dominio ruso, trabajando en un taller. El 22 de junio de 1941, Lwow fue atacada
por los alemanes. En un comienzo siguió trabajando en la fábrica fuera del
Ghetto, hasta que junto con su familia decidieron esconderse en la casa de unos
polacos. Sin embargo, su hermana no pudo ir con ellos y fue asesinada en un
campo de concentración. Luego de pasar por varios escondites, sobrevivió a la guerra. Permaneció
un tiempo más en Europa hasta que con la ayuda del Joint viajó a la Argentina
donde vivía un tío que había salido antes de la guerra. En la Argentina
trabajó junto a su tío y su padre. Hicieron una empresa exitosa. Se casó en
1954 con Aída Waizbrot y tuvieron tres hijos: Teresa, Mario y Claudio, ocho
nietos y una bisnieta. Siguió trabajando hasta su jubilación. Actualmente, a
sus 88 años vive junto a su esposa.
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Notas de interés,
Seminario de los Jueves
miércoles, 19 de diciembre de 2012
Diálogos entre dos mundos
Por Jack Fuchs y Silvia Lef
Jack:
Silvia, ¿sabés en qué pensaba? En que nada es igual y en que todo es igual. La naturaleza es sabia, se autodefiende y se mantiene siempre la Vida, a pesar de las guerras, de las debacles, de lo trágico de la condición. Gana siempre la batalla. Corren en líneas paralelas y nunca se cruzan. Un buen ejemplo es el de un futuro violinista. Estudia para tocar. Los padres no quieren que interrumpa sus clases. Lo importante serán sus conciertos. Así, aunque el mundo se venga abajo, él pensará en sí mismo: "En tocar el violín". Fijate, en un extremo hay tormenta; en el opuesto, hay sol. Y, está bien así. Siempre los contrastes.
Silvia:
"Die welt mit die kleiner veltelej...." El mundo, el macro-mundo y los pequeños universos dentro de aquél.
Jack:
Estamos en la era de la super especialización y de la tecnociencia pero en otros rubros, igual que hace milenios. Es que el hombre no ha cambiado ni cambiará. Cada uno está en lo suyo y hay cosas que ya son historia y que no le interesan más a nadie. Hay matanzas en Siria, en el Congo, en todas partes y el mundo sigue adelante. No se detiene a pesar de nada. Recordá a Einstein cuando decía que en la Tercera Guerra Mundial se volvería a las flechas. Vuelta a empezar...pero, igual...
Silvia:
Einstein era místico, bien a su modo, pregonaba que Dios no jugó a los dados al crear el Universo. De modo tal, que el azar es relativo y tal vez haya también una causa ignota, enigmática del accionar humano. ¿Cómo ves el destino de la humanidad? ¿Hay azar, hay acaso? ¿Hay casualidad? ¿Qué hay?
Jack:
¿Qué destino? ¿Qué humanidad? ¿Acaso, hacia donde vamos? Ni idea. No me explico al ser humano. No lo comprendo. Me desorienta, me descoloca, me decepciona el humano, vez a vez. Hasta los que creía no son así, son del humus, terrenos. Pensé en una especie más altruista, solidaria, para tender al bien común. Pero, no...
Silvia:
Menos mal que son "humanos." ¿Qué es ser humano? Además de finito, limitado, sensible, racional, terreno, sujeto de angustia.
Jack:
Son cada cual para lo suyo y lo demás no importa. Negación. No existe el otro.
Silvia:
¿Y los semejantes?
Jack:
Cada cual piensa en sus necesidades. La minoría hace revoluciones y la mayoría asiente, no se rebela, se queda quieta. Y mirá que son noticia, a pesar de que son pocos. Pensemos ideas. Analicemos juntos cómo mejorar, qué hacer por la paz en el mundo. ¿Qué podríamos hacer: una institución, un proyecto, una Fundación?
Silvia:
Hagamos nuestros "Diálogos entre dos mundos", como una renovada y contemporánea forma en el Siglo XXI de re-Transmisión y Talmud...
Jack:
Silvia, ¿sabés en qué pensaba? En que nada es igual y en que todo es igual. La naturaleza es sabia, se autodefiende y se mantiene siempre la Vida, a pesar de las guerras, de las debacles, de lo trágico de la condición. Gana siempre la batalla. Corren en líneas paralelas y nunca se cruzan. Un buen ejemplo es el de un futuro violinista. Estudia para tocar. Los padres no quieren que interrumpa sus clases. Lo importante serán sus conciertos. Así, aunque el mundo se venga abajo, él pensará en sí mismo: "En tocar el violín". Fijate, en un extremo hay tormenta; en el opuesto, hay sol. Y, está bien así. Siempre los contrastes.
Silvia:
"Die welt mit die kleiner veltelej...." El mundo, el macro-mundo y los pequeños universos dentro de aquél.
Jack:
Estamos en la era de la super especialización y de la tecnociencia pero en otros rubros, igual que hace milenios. Es que el hombre no ha cambiado ni cambiará. Cada uno está en lo suyo y hay cosas que ya son historia y que no le interesan más a nadie. Hay matanzas en Siria, en el Congo, en todas partes y el mundo sigue adelante. No se detiene a pesar de nada. Recordá a Einstein cuando decía que en la Tercera Guerra Mundial se volvería a las flechas. Vuelta a empezar...pero, igual...
Silvia:
Einstein era místico, bien a su modo, pregonaba que Dios no jugó a los dados al crear el Universo. De modo tal, que el azar es relativo y tal vez haya también una causa ignota, enigmática del accionar humano. ¿Cómo ves el destino de la humanidad? ¿Hay azar, hay acaso? ¿Hay casualidad? ¿Qué hay?
Jack:
¿Qué destino? ¿Qué humanidad? ¿Acaso, hacia donde vamos? Ni idea. No me explico al ser humano. No lo comprendo. Me desorienta, me descoloca, me decepciona el humano, vez a vez. Hasta los que creía no son así, son del humus, terrenos. Pensé en una especie más altruista, solidaria, para tender al bien común. Pero, no...
Silvia:
Menos mal que son "humanos." ¿Qué es ser humano? Además de finito, limitado, sensible, racional, terreno, sujeto de angustia.
Jack:
Son cada cual para lo suyo y lo demás no importa. Negación. No existe el otro.
Silvia:
¿Y los semejantes?
Jack:
Cada cual piensa en sus necesidades. La minoría hace revoluciones y la mayoría asiente, no se rebela, se queda quieta. Y mirá que son noticia, a pesar de que son pocos. Pensemos ideas. Analicemos juntos cómo mejorar, qué hacer por la paz en el mundo. ¿Qué podríamos hacer: una institución, un proyecto, una Fundación?
Silvia:
Hagamos nuestros "Diálogos entre dos mundos", como una renovada y contemporánea forma en el Siglo XXI de re-Transmisión y Talmud...
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Diálogos entre dos mundos,
Seminario de los Jueves
martes, 18 de diciembre de 2012
Lacan el Judío
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Seminario de los Jueves
viernes, 14 de diciembre de 2012
Misceláneas judías para la pausa del Sábado - 1 de Tevet, 5773
Januká llegó y cada día nosotros intentamos prender velas. Pero los alemanes no nos lo permitieron.
En el primer día, ellos todavía no lo sabían... De repente, en todas las barracas se prendieron velas...
En el segundo día, ellos llegaron y hubo una prohibición estricta de prender velas. Y entonces sucedió un milagro. De repente hubo un apagón de luz. Y entonces, tuvimos que prender velas. Intentamos celebrar lo mejor que podíamos cada cosa, ya fuera una festividad o el sábado. También cantamos canciones de Januká.
Me acuerdo que había allí un maestro, De Jong... El no se acordaba de todas las palabras de la canción. Súbitamente me preguntó: Dime ¿cómo va la segunda estrofa de Januká Januká? Y yo tuve que acordarme. Pero él quería, a todo precio saber todas las palabras, para que puediera enseñar canciones de Januká a todos los niños.
Texto tomado de un testimonio dado por Lea Sonnenstein, una ex prisionera en el campo de Westerbork, en Holanda, del Archivo de Testimonios de Yad Vashem.
Westerbork
En Mayo de 1940, Holanda fue ocupada por los nazis como parte d ela campaña de la conquista nazi de los países de Europa. Alrededor de 140.000 judíos, vivían en Holanda en ese momento, entre ellos muchas familias de refugiados judíos de Alemania.
Entre 1942 y 1944, Westerbork, fue usado como un campo de tránsito para los judíos de Holanda, que iban a ser deportados al Este de Europa, donde la mayoría fue asesinada. En total, 100.000 judíos fueron primero encerrados y luego deportados de Westerbork.
En este campo había judíos que se quedaron períodos de tiempo más largos, y otros, que poco tiempo después de su llegada, ya eran enviados a los campos de exterminio, para ser asesinados.
La vida en el campo de tránsito estaba desligada y aislada del mundo exterior. Sobre todo, se temía que los enviaran a un destino desconocido, que era en la mayoría de los casos, el exterminio. Los judíos que vivieron en Westerbork más tiempo, crearon marcos comunitarios, que incluían también actividades culturales y religiosas.
En el primer día, ellos todavía no lo sabían... De repente, en todas las barracas se prendieron velas...
En el segundo día, ellos llegaron y hubo una prohibición estricta de prender velas. Y entonces sucedió un milagro. De repente hubo un apagón de luz. Y entonces, tuvimos que prender velas. Intentamos celebrar lo mejor que podíamos cada cosa, ya fuera una festividad o el sábado. También cantamos canciones de Januká.
Me acuerdo que había allí un maestro, De Jong... El no se acordaba de todas las palabras de la canción. Súbitamente me preguntó: Dime ¿cómo va la segunda estrofa de Januká Januká? Y yo tuve que acordarme. Pero él quería, a todo precio saber todas las palabras, para que puediera enseñar canciones de Januká a todos los niños.
Texto tomado de un testimonio dado por Lea Sonnenstein, una ex prisionera en el campo de Westerbork, en Holanda, del Archivo de Testimonios de Yad Vashem.
Séptima vela de Januká en el Campo de Westerbork |
En Mayo de 1940, Holanda fue ocupada por los nazis como parte d ela campaña de la conquista nazi de los países de Europa. Alrededor de 140.000 judíos, vivían en Holanda en ese momento, entre ellos muchas familias de refugiados judíos de Alemania.
Entre 1942 y 1944, Westerbork, fue usado como un campo de tránsito para los judíos de Holanda, que iban a ser deportados al Este de Europa, donde la mayoría fue asesinada. En total, 100.000 judíos fueron primero encerrados y luego deportados de Westerbork.
En este campo había judíos que se quedaron períodos de tiempo más largos, y otros, que poco tiempo después de su llegada, ya eran enviados a los campos de exterminio, para ser asesinados.
La vida en el campo de tránsito estaba desligada y aislada del mundo exterior. Sobre todo, se temía que los enviaran a un destino desconocido, que era en la mayoría de los casos, el exterminio. Los judíos que vivieron en Westerbork más tiempo, crearon marcos comunitarios, que incluían también actividades culturales y religiosas.
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Marcha por la Vida,
Misceláneas judías
miércoles, 12 de diciembre de 2012
Novedades literarias
Narrativa:
- El tango de la Guardia Vieja de Arturo Pérez Reverte
- La gran casa de Nicole Krauss
- Misión olvido de María Dueñas
- La emoción de las cosas de Ángeles Mastretta
- La marca del meridiano de Lorenzo Silva (Premio Planeta 2012)
- Cambios de Mo Yan (Premio Nobel de Literatura 2012)
- Una vida plena de L. J. Davis
- Todo sobre las mujeres de Ana María Shua
- El cuaderno de Bento de John Berger
Ensayos:
- Economía a contramano de Alfredo Zaiat
- El malestar de la política de Juan José Sebreli
A disposición de los socios en Biblioteca "Gerchunoff"
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La Biblioteca recomienda,
Novedades literarias
Diálogos entre dos mundos
por Jack Fuchs y Silvia Lef
Jack:
Tengo mucha alegría de recordar cuando en IWO, en donde trabajé
durante ocho años en New York, hacíamos libros temáticos de chistes
judíos en idisch.
Hacíamos listas y colecciones de chistes por rubros y asuntos diversos. A veces,
distintas versiones de un mismo chiste. Para cada ocasión, un chiste.
Silvia:
Jack querido: por qué no me contás uno que te encante y que venga
ad hoc para nuestros diálogos. Así, lo compartimos con nuestros
amigos, colegas, lectores y seguidores de este nuestro intercambio
subjetivo.
Jack:
Uno de los que más me gustaba era el de aquél que quería meter un chiste
sobre el tema de armas, pero tenía que venir a cuento, así que dijo
"¡Pif-Paf!" y lo introdujo. De ese modo, cada vez que pensábamos en
alguna cuestión que requería ser introducida temáticamente,
decíamos:"Pif-Paf! y listo...
Silvia:
Está muy pero muy bueno. Además, la chispa significante de la
onomatopeya que introduce de algun modo de qué se trata. Anticipa la
cuestión temática con el sonido.
Jack:
Hoy me acuerdo y lloro solo pero no de tristeza sino de nostalgia. Un
canto a la alegría y evoco Jánuka. Me inspira qué dice y lo canto, no
me acuerdo quién lo dijo. Fijate que hoy la gente se acuerda del quién
y no del qué. Al revés de lo que sucedía antes.Y de lo que me pasa a mi
cuando me preguntás por el autor de la rima.
"¡Oy; Ir kleiner Lichtelej!!!!
Hir fartzleit Gechichtelej Maises!"
Silvia:
Oy!!!: vuestras pequeñas luminarias!!!!
Vuestras pequeñas historias/hazañas!
Jack:
Recordar y seguir viviendo, a la vez.
No olvidar el pasado y afrontar el presente.
Ambas cosas son importantes, ¿No?
Silvia:
Fijate en Jánuka. Las "lanzas" transformadas por puro Nes/milagro
en "luminarias", en candelabros. Un emblema que simboliza la
eternidad.
Los judíos perseguidos no se entregan y donan su fe para iluminar lo
maravilloso/Niflah de la existencia que se perpetúa. La Vida/Jaim le
gana a la Met/Muerte en una batalla donde el amor y la esperanza sellan la
trascendencia. La Emuná hebraica como fe "pasa el legado" y transmite
como meser/mensaje la masoret/tradición. Una vez más la Torah es
Transmisión. El Talmud es Limud/enseñanza de Ley.
Jack:
Me gustan nuestros diálogos entre dos mundos. Los valoro mucho
porque en este otro universo pareciera que sólo hay monólogos, no hay casi
diálogos ni intercambios personales.
En la historia antigua, "el ágora" en Grecia; "el foro" en Roma. En la
América moderna, en el Picadilly City, se abrieron espacios para el debate y
el disenso. Eso me gusta mucho: debatir, discutir, disentir.
Silvia:
Es super interesante "aprender del otro", de la diferencia, desde una
"ética de la alteridad". Así también, nació nuestro diálogo entre dos
mundos...
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Diálogos entre dos mundos,
Seminario de los Jueves
viernes, 7 de diciembre de 2012
Miscelaneas judías para la pausa del Sábado
23 de Kislev de 5773 - JAG HAURIM SAMEAJ !!!
Chelm era una aldea de tontos: tontos jóvenes y tontos viejos. Una noche alguien espió a la luna, que se reflejaba en un barril de agua. La gente de Chelm imaginó que se había caído allí. Sellaron el barril para que la luna no se escapara. Cuando a la mañana se abrió el barril y la luna no estaba allí, los aldeanos decidieron que había sido robada. llamaron a la policía, y cuando el ladrón no pudo ser hallado, los tontos de Chelm lloraron y gimieron.
De todos los tontos de Chelm, los más famosos eran los siete ancianos. Como eran los más viejos y los más grandes tontos, gobernaban en Chelm. Tenían barbas blancas y frentes muy anchas, por pensar demasiado.
Una vez, durante una noche de Hanukkah, la nieve cayó continuamente. Cubrió todo Chelm como un mantel de plata. La luna brilló, las estrellas titilaron, y la nieve relució como perlas y diamantes.
Esa noche los siete ancianos estaban sentados y reflexionando, mientras arrugaban sus frentes. La aldea necesitaba dinero, y no sabían donde obtenerlo. Repentinamente el más anciano de ellos, Gronam el Gran Tonto, exclamó:
-¡La nieve es plata!
-¡Veo perlas en la nieve! - gritó otro.
- ¡Y yo veo diamantes! - agregó un tercero.
Para los ancianos de Chelm resultaba claro que había caído un tesoro del cielo. pero pronto comenzaron a preocuparse. A la gente de Chelm le gustaba caminar, y ciertamente terminarían por pisotear el tesoro. ¿Qué se podía hacer? El tonto Tudras tuvo una idea.
-Enviemos un mensajero que golpee en todas las ventanas y comunique a todos que deben permanecer en sus casas hasta que se hayan recogido la plata, las perlas y los diamantes.
Durante un rato los ancianos quedaron satisfechos. Se restregaron las manos y aprobaron la astuta idea. Pero entonces Dopey Lekisch hizo notar con aflicción:
- El mensajero mismo pisoteará el tesoro.
Los ancianos comprendieron que Leikisch tenía razón, y otra vez arrugaron las frentes en un esfuerzo por solucionar el problema.
- ¡Ya lo tengo! - exclamó Shmerel el Buey.
-¡Dinos, dinos - rogaron los ancianos.
- El mensajero no debe ir a pie. Debe ser transportado sobre una mesa, para que sus pies no toquen la preciosa nieve.
Todos quedaron encantados con la solución de Shmerel el Buey, y los ancianos, batiendo palmas, admiraron su propia sabiduría.
Los ancianos enviaron inmediatamente a alguien a la cocina a buscar a Gimpel, el chico de los recados, y lo pusieron sobre una mesa. ¿Y ahora quién habría de transportar la mesa? Fue una suerte que en la cocina estuvieran Treitle el cocinero, Berel el pelador de patatas, Yukel el mezclador de ensaladas, y Yontel, que cuidaba a la cabra de la comunidad. Se les ordenó a los cuatro que llevaran la mesa en la Gimpel estaba de pie. Cada uno sostuvo una pata. Arriba estaba Gimpel con un martillo de madera, para golpear en las ventanas de los aldeanos. Salieron.
En cada ventana Gimpel golpeaba y decía:
- Nadie debe dejar su casa esta noche. Ha caído un tesoro del cielo y está prohibido pisarlo.
La gente de Chelm obedeció a los ancianos y permaneció en sus casas durante toda la noche. Entretanto los propios ancianos se sentaron, tratando de imaginar cómo harían mejor uso del tesoro, una vez que lo recogieran.
El tonto Tudras propuso que lo vendieran y compraran una gansa que pusiera huevos de oro. Así la comunidad tendría un ingreso fijo.
Dopey Lekisch tuvo otra idea. ¿Por qué no comprar anteojos que hicieran parecer más grandes todas las cosas a los habitantes de Chelm? Las casas, las calles y las tiendas parecerían más grandes, y desde luego, si Chelm parecía más grande, pues entonces sería más grande. Ya no sería una aldea, sino una gran ciudad.
Aparecieron otras ideas igualmente ingeniosas. pero mientras los ancianos sopesaban sus diversos planes, llegó la mañana y brilló el sol. miraron por la ventana y, caramba, vieron que la nieve había sido pisoteada. Las pesadas botas de los porteadores de la mesa habían destruido el tesoro.
Los ancianos de Chelm asieron sus blancas barbas y admitieron que habían cometido un error. ¿Quizás, razonaron, otras cuatro personas debían haber llevado a los cuatro hombres que llevaron la mesa en la que estaba Gimpel, el chico de los recados?
Tras largas deliberaciones los ancianos decidieron que, si durante el próximo Hanukkah llegaba a caer otro tesoro del cielo, eso era exactamente lo que habrían de hacer.
Aunque los aldeanos se quedaron sin tesoro, estaban llenos esperanzas para el año siguiente y elogiaron a los ancianos, con quienes sabían que se podía contar para encontrar una solución, por muy difícil que fuera el problema.
De: Cuentos judíos de la aldea de Chelm, de Isaac Bashevis Singer. Dibujos de Maurice Sendak,
Editorial Lumen, Barcelona, 1979.
La nieve de Chelm
de Isaac Bashevis Singer
Chelm era una aldea de tontos: tontos jóvenes y tontos viejos. Una noche alguien espió a la luna, que se reflejaba en un barril de agua. La gente de Chelm imaginó que se había caído allí. Sellaron el barril para que la luna no se escapara. Cuando a la mañana se abrió el barril y la luna no estaba allí, los aldeanos decidieron que había sido robada. llamaron a la policía, y cuando el ladrón no pudo ser hallado, los tontos de Chelm lloraron y gimieron.
De todos los tontos de Chelm, los más famosos eran los siete ancianos. Como eran los más viejos y los más grandes tontos, gobernaban en Chelm. Tenían barbas blancas y frentes muy anchas, por pensar demasiado.
Una vez, durante una noche de Hanukkah, la nieve cayó continuamente. Cubrió todo Chelm como un mantel de plata. La luna brilló, las estrellas titilaron, y la nieve relució como perlas y diamantes.
Esa noche los siete ancianos estaban sentados y reflexionando, mientras arrugaban sus frentes. La aldea necesitaba dinero, y no sabían donde obtenerlo. Repentinamente el más anciano de ellos, Gronam el Gran Tonto, exclamó:
-¡La nieve es plata!
-¡Veo perlas en la nieve! - gritó otro.
- ¡Y yo veo diamantes! - agregó un tercero.
Para los ancianos de Chelm resultaba claro que había caído un tesoro del cielo. pero pronto comenzaron a preocuparse. A la gente de Chelm le gustaba caminar, y ciertamente terminarían por pisotear el tesoro. ¿Qué se podía hacer? El tonto Tudras tuvo una idea.
-Enviemos un mensajero que golpee en todas las ventanas y comunique a todos que deben permanecer en sus casas hasta que se hayan recogido la plata, las perlas y los diamantes.
Durante un rato los ancianos quedaron satisfechos. Se restregaron las manos y aprobaron la astuta idea. Pero entonces Dopey Lekisch hizo notar con aflicción:
- El mensajero mismo pisoteará el tesoro.
Los ancianos comprendieron que Leikisch tenía razón, y otra vez arrugaron las frentes en un esfuerzo por solucionar el problema.
- ¡Ya lo tengo! - exclamó Shmerel el Buey.
-¡Dinos, dinos - rogaron los ancianos.
- El mensajero no debe ir a pie. Debe ser transportado sobre una mesa, para que sus pies no toquen la preciosa nieve.
Todos quedaron encantados con la solución de Shmerel el Buey, y los ancianos, batiendo palmas, admiraron su propia sabiduría.
Los ancianos enviaron inmediatamente a alguien a la cocina a buscar a Gimpel, el chico de los recados, y lo pusieron sobre una mesa. ¿Y ahora quién habría de transportar la mesa? Fue una suerte que en la cocina estuvieran Treitle el cocinero, Berel el pelador de patatas, Yukel el mezclador de ensaladas, y Yontel, que cuidaba a la cabra de la comunidad. Se les ordenó a los cuatro que llevaran la mesa en la Gimpel estaba de pie. Cada uno sostuvo una pata. Arriba estaba Gimpel con un martillo de madera, para golpear en las ventanas de los aldeanos. Salieron.
En cada ventana Gimpel golpeaba y decía:
- Nadie debe dejar su casa esta noche. Ha caído un tesoro del cielo y está prohibido pisarlo.
La gente de Chelm obedeció a los ancianos y permaneció en sus casas durante toda la noche. Entretanto los propios ancianos se sentaron, tratando de imaginar cómo harían mejor uso del tesoro, una vez que lo recogieran.
El tonto Tudras propuso que lo vendieran y compraran una gansa que pusiera huevos de oro. Así la comunidad tendría un ingreso fijo.
Dopey Lekisch tuvo otra idea. ¿Por qué no comprar anteojos que hicieran parecer más grandes todas las cosas a los habitantes de Chelm? Las casas, las calles y las tiendas parecerían más grandes, y desde luego, si Chelm parecía más grande, pues entonces sería más grande. Ya no sería una aldea, sino una gran ciudad.
Aparecieron otras ideas igualmente ingeniosas. pero mientras los ancianos sopesaban sus diversos planes, llegó la mañana y brilló el sol. miraron por la ventana y, caramba, vieron que la nieve había sido pisoteada. Las pesadas botas de los porteadores de la mesa habían destruido el tesoro.
Los ancianos de Chelm asieron sus blancas barbas y admitieron que habían cometido un error. ¿Quizás, razonaron, otras cuatro personas debían haber llevado a los cuatro hombres que llevaron la mesa en la que estaba Gimpel, el chico de los recados?
Tras largas deliberaciones los ancianos decidieron que, si durante el próximo Hanukkah llegaba a caer otro tesoro del cielo, eso era exactamente lo que habrían de hacer.
Aunque los aldeanos se quedaron sin tesoro, estaban llenos esperanzas para el año siguiente y elogiaron a los ancianos, con quienes sabían que se podía contar para encontrar una solución, por muy difícil que fuera el problema.
De: Cuentos judíos de la aldea de Chelm, de Isaac Bashevis Singer. Dibujos de Maurice Sendak,
Editorial Lumen, Barcelona, 1979.
miércoles, 5 de diciembre de 2012
Diálogos entre dos mundos
por Jack Fuchs y Silvia Lef
Jack:
El hombre no cambia. No veo salida a lo humano. Me queda siempre
la idea de que es un misterio por qué el hombre quiere matar a su
semejante. Por suerte, no es algo generalizado. No son todos pero la
verdad es que el mundo parece loco.
Silvia:
La prohibición expresa de matar está prevista desde el vamos
como regla de oro para la convivencia pacífica y armónica entre
congéneres del humus. Sin embargo, es una transgresión, la más severa,
la más cruel que insiste metódica y sistemáticamente en el marco de
los entes labrados del humus. Noaj lo transmite, Moisés lo enfatiza,
sin embargo la humanidad parece tener por un lado la prohibición
categórica, taxativa, expresa en el Mandamiento y, a la par, la
severa, constante, cotidiana aseveración desde lo real de la
efectivización consecutiva del delito. ¿Fracaso en la internalización
de la Ley? ¿Coexistencia de los dos mundos?
Jack:
Algunas cosas evolucionaron por la tecnología en este siglo pero
en otras estamos como hace milenios. En lo esencial, el hombre es
idéntico en todas las épocas. Muy primitivo es todo. La convivencia
tampoco ha cambiado mucho. Creo que hay algo en el ser humano que es
como una debilidad. No sabe como protegerse y ataca al vecino, al
congener. La crueldad es el enemigo desde siempre. ¿Por qué la gente
necesita matar? Son crueles y requieren una justificación para sacar a
la luz ese aspecto, esa faceta. Después viene la lógica, hacen leyes
para prohibir lo que ellos mismos hacen desde esa acción. Prohíben
matar cuando matan. Al no poder eliminar las guerras, ponen frases que
fracasan porque intentan frenar lo que pasa en el mundo real. Lo peor
es que le buscan una justificación, una excusa a esos actos.
Silvia:
Ante la ambivalencia constitutiva del hombre, Freud insiste en
el Malestar en la Cultura que la ética, la religión, la ciencia
deben reforzar la pulsión de Eros para doblegar la de Thanatos. El
hombre necesita contrarrestar esa pulsión agresiva con los
Mandamientos y con las prescripciones éticas. Como es el lobo del
hombre, al entender de Hobbes, debe balancear con ese otro aspecto.
Fijate que la Thorá, desde la ética hebraica, señala algo análogo.
La fuerza de la Ley como Palabra, Letra tiene el poder de portar el
límite en tanto Fe en el Pacto, en el cual la finitud y la falibilidad
son la señal que nos demarca en tanto entes. El orden simbólico
pareciera ser la gran apuesta a la Vida, sin eso careceríamos de
destino. Por otra parte, tanto en la Ley judía como en el Código Penal
Argentino la vida es considerada, conjuntamente con el "buen Nombre y
honor" lo más sagrado.
Jack:
Tenemos dos aspectos a la par: la destrucción, las guerras y
también la cultura, el arte, la ciencia, la tecnología, el amor, la
paz, el humor.
¿ Será posible un diálogo entre estos dos mundos?
martes, 4 de diciembre de 2012
¿Por qué Talmud? ¿Por qué Transmisión? Hacia una ética testimonial de la Shoá
por Silvia Lef
El Talmud constituye un Limud,
estudio activo enciclopédico de leyes y otras actividades espirituales,
compendiadas por generaciones de Tanaim, Amoraim y Saboraim.
Los tanaítas deben su nombre al Taná, que en arameo designa al maestro,
al estudio. Estos maestros sabios, tanto en Israel como en Babilonia, transmitían
la ética filosófico-religiosa judaica. Al igual que los amoraím, plural
de amorá, que nombra a los oradores o intérpretes de la ley, meturguemánim/turguemánim,
maestros sucesores de los primeros, transmitían las enseñanzas hebraicas. Los saboraím,
plural de saborá, razonador, maestros sabios sucesores de los amoraím, ratificaban,
rectificaban la fuente matriz, además de adicionar sus opiniones. Así, el Talmud
comprende dos pandectas completas. Se basa en la Mischná, se amplía
conformando la Guemará,
complemento de la primera que nuclea explicaciones, discusiones de sabios
multitemáticas, relativas a cuestiones científicas, ético-filosóficas, folklóricas
universales. De este modo, el Talmud compendia, tanto el Yerushalmi (el
de Jerusalem), como el Bablí (el de Babilonia) una interesantísima cantidad
de tratados sobre una multiplicidad de cuestiones vitalísimas, relevantes para
la humanidad toda, más allá del judaísmo, fuente primigenia en la que nace,
para ir desde allí hacia todos, sine qua non. En total compendia 60 libros,
divididos en 6 órdenes bien diferenciados de Mischná. Los Tratados son:
I) ZERAIM: Berajot, Peá, Demai, Kilayim, Sheviit,
Terumot, Maaserot, Maasé shení, Jalá, Orlá, Bikurim;
II) MOED: Shabat, Erubín, Pesajim, Shekalim, Yomá,
Sucá, Betzá, Rosch Haschaná, Taanit, Meguilá,
Mole Katán, Jaguigá; III) NASHIM:
Yevamot, Ketubot, Nedarim, Nazir, Sotá, Guitín,
Keduschín; IV) NEZIKIM: Baba
Kamá, Baba Metziá, Baba Batrá, Sanehdrín, Makot,
Shavuot, Eduyot, Abodá Zará, Abot, Horayot;
V) KODASCHIM: Zevajim, Menajot,
Julin, Bejorot, Arajín, Temurá, Keritot, Meilá,
Tamid, Midot, Kinim; VI) TOHAROT: Kelim, Ohalot,
Negaim, Pará, Toraot, Mikvaot, Nidá, Majschirim,
Zabim, Tebul Yom, Yadayim, Uktzin.
A su vez, ambas
versiones talmúdicas entreveran cuestiones Halájicas, parte
religioso-legal, con cuestiones Agádicas, parte narrativa, expresada por
medio de aforismos, homilías, leyendas, tradiciones. Ambas formas se enlazan
didácticamente y transmiten una filosofía viva eminentemente espiritual. El Talmud
ha sido una insoslayable fuente de soporte ético-moral-religiosa-científico-ritual-jurídico-filosófico-folklórico-didáctico
en todas las épocas, aún en la diáspora. Asimismo, durante las persecuciones y
humillaciones más horrendas de la historia fue sostén del ánimo del pueblo del
que naciera. En los momentos de máxima animosidad y segregacionismo fue
destruido y quemado como símbolo neto representante de los valores que porta.
Asimismo, resurgió y se reeditó cada vez. Padeció los embates cruentos durante la Inquisición y durante
el nazismo, por nombrar sólo dos ejemplos históricos de esas largas,
traumáticas y crueles fases antijudías que signaron la falible historia humana.
Mientras agonizaba el Talmud, los judíos intentaban salvar la vida rescatando
siempre el emblema identificatorio que portaba la eternidad del hombre, en
relación con su origen divino, del que el hombre judío es tan sólo un emisario
cosmopolítico. Así renacía cada vez y se resignificaba la misión universalista
del judío, más allá de la misión singular del pueblo elegido para mostrar el
monoteísmo ético, bajo el emblema de una filosofía práctica universal, nada
elitista.
El Talmud Torá es el estudio
metódico y sistemático de la Torá,
del Talmud y de los comentarios de ambos, tanto respecto a lo que está
escrito o Bijtab como de aquello pertinente a lo oral o Bealpé.
Así, la Toráh o el Jumschei Toráh (Cinco Libros de la Torah) o la Torat Mosché
(Torá de Moisés), debe su paternidad al patriarca que diera origen a
la Ley nominada
como mosaica, en virtud de que fuera el autor de los Cinco Libros del Antiguo
Testamento, además de recibir la Revelación que se plasmara en la base de la ética
filosófico-religiosa judaica: Aseret Hadibrot o “Diez Mandamientos”,
conocido universalmente como “Decálogo”, síntesis esencial del Tariag o
613 Preceptos, matriz completo de normativas aportadas por el judaísmo a la
humanidad toda. A saber, los Cinco Libros mosaicos son: Bereischit o Génesis,
Shemot o Exodo, Vaikrah o Levítico, Bamidbar
o Números y Debarim o Deutoronomio. Por su parte, el Tanaj
nuclea la Torah
mosaica, los Nebihim o Profetas y los Ketubim o Escritos.
El pueblo judío ha sido nombrado
como “pueblo del Libro” a partir del Séfer, Libro Hasfarim,
“Libro de los Libros”, alusivo a la
Torah, clave-llave-cifra develadora de enigmas
atinentes a la realidad humana. La
Palabra crea y recrea mensajes de profunda espiritualidad,
transmisibles desde la cultura hebraica hacia el resto del cosmos. En el
Talmud hay una paradigmática frase que reza: “Al schloshá debarim
haolam omed: al Hatorah, al Haabodá,ve al guemilut jasidim”. “Sobre tres
pivotes se erige el universo: sobre la “Toráh”, sobre “el Servicio a Dios”
y sobre “la acción de los hombres completamente santos”. En efecto, el
monoteísmo ético constituye el aporte central del judaísmo a la humanidad. Así, lo
ético y lo religioso se hallan entrelazados en la concepción hebraica. El
mandato que rige es: “Santos seréis porque Santo soy Yo, vuestro Dios”. (cfr.
Levítico 19). Los Profetas de Israel denunciaron el paganismo y la idolatría,
condenaron la injusticia social y plasmaron la idea ética consistente en la
asociación divina y humana en los ideales de justicia, paz, amor al prójimo. De
este modo, la ética bíblica es humana puesto que se funda en un principio
universal que comprende a todos los pueblos, tal como se enuncia en el Código
de los Noájidas: siete principios de índole ético-religiosa legados por
el patriarca antediluviano Noé a sus hijos: Sem, Ham y Jafet.
Estas Leyes son obligatorias, según consta en el Talmud, para
todos los hombres, con independencia de principios específicos judaicos. Estos
siete son: Respeto por la Ley,
Abominación por los ídolos, Reconocimiento de Dios, Prohibición
de Asesinato, Prohibición de Robo, Prohibición de Incesto, Prohibición
de trato brutal a los animales.
Estos principios relativos a una
ética universal humana primitiva se perfeccionan luego con el advenimiento del
“Decálogo mosaico” o conjunto de los diez mandamientos sinaíticos: Haseret
Hadibrot o Haseret Hamitzvot, “Los diez Principios”, “Las Diez
Palabras”, “Las diez órdenes u obligaciones”. Diez Preceptos grabados por Dios,
tal como relata la tradición, en las Tablas de la Ley, revelados por el
patriarca Moisés en el Monte Sinaí. Esta es la Ley fundamental que condensa la Alianza primigenia entre
el Dios de Israel con los Patriarcas, sellada por Mosché (cfr. Deutoronomio
9:9). Este primer código occidental, célebre por el inédito aporte respecto de
tradiciones anteriores, renueva la vida tanto ética como religiosa e instituye un modelo nuevo de vínculo entre el
hombre y el hombre, entre el hombre y su Creador.
Siguiendo la
serie numérica de Los diez Mandamientos,
es como si el judaísmo en sí mismo y la humanidad, toda hubiera corrido un
grave riesgo de supervivencia ética. Así, Francisco, sin siquiera sospecharlo,
labró una nueva ley, como de emergencia, que para él y quizás para otros, tal
vez para un sinnúmero más, obró al modo de salvataje de la ley judía para
toda la humanidad.
Francisco Wichter, el único
sobreviviente argentino de la lista de Oskar y Emilie Schindler rescribe la
historia talmúdica y transmite la continuidad del emblema ético-judaico, de la Ley, del mandamiento,
instituyendo, sin saberlo, “una ética testimonial de la shoá”. En
efecto, él se halla subjetivamente inserto en una filosofía, con una ética en
curso, de la que nunca se ha salido. Desde su pertenencia, refuerza el
Decálogo, que lo preexiste como sujeto y se anima a adicionar, al modo de Mischná,
un nuevo Principio/Mandamiento que sostiene la supervivencia como una orden
emblemática para los sujetos en riesgo, el precepto manda “salvarse para contar
al mundo lo sucedido con los judíos”, además, a él, como sujeto judío en
particular le señala la necesidad de “Honrar a sus padres”, efectivizando en
este acto el valor permanente del quinto mandamiento del Decálogo mosaico. Es
interesante su reflexión, casi spinocista, desde la cual anuda libertad y
destino, con una ética intacta: donde priman la comprensión, Eros (en la
mitología griega, dios del Amor), las normas de convivencia social, la fe, la
confianza, la reflexión, el enigma, la tradición, la moralidad, los valores
afectivos, el respeto por el semejante y las diferencias, el agradecimiento, la
bonhomía, entre otros valores (que ni el totalitarismo más atroz pudo destruir
en su interioridad). Desde la subjetividad, se sienta jurisprudencia: renace
una ética, cuyo testimonio si bien es “desgarrador”, a la vez, se torna emblema
que surca un “redoblamiento en la apuesta para la vida”, “plena”, “íntegra”,
“con la conciencia tranquila”, con la continuidad de la judaica tradición, cuyo
valor central es el amor sito en el Evangelio.
Así en su obra Undécimo Mandamiento (*), dice: “Los mayores cavilan, estoicos y resignados. Veo que mi madre hace con
otros consultas en voz baja. De pronto nos llaman, nombran a diez de nosotros y
entre los diez estoy yo. Eligen a los más jóvenes de los que ya han crecido, a
los que parecen más aptos.
Entre los diez hay dos primos míos, Rachmiel y Schoel, y está Hanka., la
mayor de mis hermanas. Nos avisan que cuando los nazis vengan a buscar a todos,
nosotros diez seremos los que vamos a ir al escondite. Nos hacen saber sin
explicarlo, tal vez sin decírselo a ellos mismos, que hay un undécimo
mandamiento y que fuimos elegidos para tratar de cumplirlo: “Sobrevivirás”. Si
nos dicen que si alguno de nosotros sobrevive, no tiene que olvidarse de algo: debe
contar al mundo lo que les está pasando a los judíos”.
“Es el día de Simjá Torá, cuando se baila con los rollos sagrados de la Torá y se recuerdan las
Tablas de los Diez mandamientos. Los nazis han elegido nuestra fiesta para
llevarse a los judíos de Belzitz y dejarme sin familia.
Parados en nuestro refugio, sin poder movernos, escuchamos el ruido
infernal que dura hasta el mediodía. Después, un silencio sepulcral nos
envuelve. Decidimos esperar que llegue la oscuridad para salir.
Así empieza mi lucha por sobrevivir, donde el horror, la casualidad, el
riesgo, la voluntad de vivir, el dolor y la intuición se combinarán de un modo
extraño y preciso que me llevará a la lista Schindler y
finalmente a la Argentina.
Me dijeron que no olvidara contarle al mundo lo que ocurrió con los
judíos; voy a contar lo que ocurrió conmigo, y con los que yo conocí. No quiero
que se piense que el relato que sigue pasó en un mundo que había enloquecido,
donde los hombres se habían vuelto animales y el infierno había irrumpido en la tierra. No es así: los
hechos que van a leer acontecieron entre la gente, gente más o menos mala o más
o menos buena, igual que toda, alguna más valiente y noble, otra más débil y
temerosa, gente decidida o vacilante, fácilmente influible o crítica. Eso es
todo. Las cosas ocurrieron simplemente porque una lógica humana, política,
histórica las hizo ocurrir. Como la de cualquier sobreviviente, mi historia
personal es producto de esa lógica. Por eso, para poder entenderla, hay que
empezar por la historia colectiva”.
“Es posible imaginar que fue suerte, o la voluntad de Dios. No quiero
ofender a nadie, respeto profundamente la fe, pero no puedo pensar que Dios
quiso ayudarme a mí y no a los millones de inocentes que no sobrevivieron.
Cuando me acuerdo de los momentos cruciales en los que, porque sí, pude tomar
la decisión correcta, yo mismo me asombro. Era un sexto sentido siempre
despierto y era el deseo muy fuerte de no entregarme, de vivir. Esa era mi
lucha. Para los judíos, en el nazismo, había aparecido el undécimo mandamiento:
“sobrevivirás a Hitler, y así lo derrotarás”. Cada hora, cada día, cada mes,
parecían siglos en esa batalla. Después de haber pasado esos pocos años que
parecieron infinitos, ¿cómo puedo computar mi edad?
Pese a todo lo que sufrí, estoy conforme. Llegué aquí, como dije, con la
conciencia tranquila. Sólo me faltaba cumplir con el quinto mandamiento,
“honrarás a tus padres”: mi madre me dijo, antes de que se la llevaran, cuál
era el modo de hacerlo. Por eso cumplí su legado y relaté mi historia, que no
es la única ni excepcional. Si algo puede asombrar de ella-si algo hoy me
asombra- son los encadenamientos, las casualidades, un azar que parece previsto,
en algún lugar que ignoramos por el ciego destino.”
(*) Wichter, F. Undécimo Mandamiento Testimonio del sobreviviente argentino de la lista
de Schindler. Buenos Aires, Emecé Editores, 1998.
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