Hacia una ética testimonial de la
Shoá
por Silvia Lef
El Talmud es un verdadero Limud
con Tav, activo, estudio metódico y sistemático de la ley humana, conformado
por un sinnúmero de discusiones, explicaciones dilatadas de sabios de diversas
escuelas acerca de cuestiones eminentemente humanísticas y universales:
folklore, ciencia, ética, filosofía, religión. La transmisión es el pivote fundamental o basis, base,
iesodí, fundamental de tal fuente ancestral.
El significante hebraico transmisión
/ transporte / transferencia es Haaberá, también alusivo a la metáfora. Guemátricamente,
vale 282 (doscientos ochenta y dos). Idéntica cifra poseen Iotzé min Haclal,
fuera de lo común excepción, extraordinario, singular; Arbí, vespertina;
Abir, pasadero, transitable; Klí Rejeb, vehículo; Ibrí,
hebreo/hebraico; Hadzera, vesícula; Bilti Safek, seguramente; Ezrá,
auxilio, fomento, ayuda, socorro; Haabará, cesión; Haazará, fecundar;
Virus, virus, bacteria; Hazrá, vesícula; Melej Elohei Olam,
rezo del Sidur que dice: “Dios, Rey mío, Creador del Universo”; Ahió
Miejab, consistir; Birkaiim, rodillas, centros; Haknés
Lekibá, ingerir; Ájate hamatará, errar la finalidad, desacertar. Por
su parte, 228 (doscientos veinte y ocho) valen el Kerub o ángel; Ajzar,
bárbaro, feroz, cruel; bajor, primogénito; Melukajim, pinzas; Nahim
Lajej, abocado; Baruj, Uno de los Setenta y Dos Nombres del Creador
en la Biblia, traducible como “Bendito”, “El Santo”, Mepakeaj,
intendente; Patpetán, palabrero; Ierají, lunar; Rejub,
montado; Tzí hamiljamá, fuerza Armada; Kabul beadzikim,
desposado. 822 (ochocientos veintidós), número, Séfer de Teviot,
rótulos; Ketobet, dirección; Katob peturá, facturar; Jaser takdem,
inaudito; Hitahut, formación; Jajor, alquilar.
De este modo, el Limud se transmite, transfiere el acervo
cultural. Va de Dor vador, de generación en generación. El Talmud como
Limud circula, atraviesa al modo de vesícula vespertina y como vehículo singularísimo
hebraico, de manera seguramente excepcional, transporta la cesión, el auxilio
que fecunda el rezo y que consiste en la ingestión del virus, cuyas pinzas
desposan al ángel primogénito, que (cual) palabrero intendente lunar, montado
como fuerza armada, desacierta y desbarata lo cruel alquilado. El Nombre del
Creador, montado en rótulos inauditos, factura la dirección de una formación
abocada a “pasar” “el monoteísmo ético”, inédito aporte del judaísmo a toda la
humanidad, concepto transitable y/o pasadero (de) centro en (centro). Así, el Talmud
como Limud pasa y deja huella, transfiere una impronta indeleble que el ibrí
o hebreo sigue pasando de vez en vez, de siglo en siglo, de generación en
generación, al modo de enseñanza de metáfora, de lectura-Escritura-tradición-ley.
Herman Meller, con su obra Mi historia de la Segunda Guerra Mundial
(* ) instituye, aún sin saberlo, una ética testimonial de la Shoá. En efecto,
su testimonio ético reescribe la historia, la tradición al modo de Mischná y reedita la masoret de
una cultura milenaria que él vuelve a recrear, con su inédito aporte y que será
un nuevo eslabón en esta serie contemporánea, en pleno siglo XXI .Emite un
mensaje que genera un otro desafío para la supervivencia ética de la humanidad.
Al modo de prolegómeno de su libro,
aclara: “Las tapas del libro son negras, representan el luto por los muertos.
Las de estrellas de David y la segunda guerra mundial en rojo por la sangre
derramada. La de mi historia está en blanco, representa mi vida”.
“Nací el 3 de Agosto de 1923 en
Blotnia, un pueblo que está en el sudeste de Polonia, ahí también nacieron mis
abuelos, mi papá Mejl y mi hermana Fanny. Mi mamá nació en Rohatin. Mis
primeros recuerdos se remontan a cuando yo tenía ocho años. Mi hermana y yo íbamos
a la mañana al colegio del estado y a la tarde venía un maestro particular a
enseñarnos a leer y escribir en hebreo. El pueblo tenía aproximadamente unas
setenta casas en total, la mayoría estaban hechas de madera y adobe con techos
de paja y el piso era de tierra bien alisada. Por el medio del pueblo pasaba un
río muy angosto, en muchas partes se pasaba sobre una tabla de tres metros de
largo y cincuenta centímetros de ancho. En las dos calles principales había
puentes para cruzar con carros y a veces pasaba algún camión que traía
mercaderías para el almacén y el bar del pueblo”. “Al costado pasaba la ruta
nacional que venía de la ciudad de Lwow hasta la frontera con Rusia. Sobre la
ruta estaba el colegio, al lado de la casa del cura y la Iglesia Ucraniana. El
95 por ciento de los habitantes eran Ucranianos, Polacos solamente 5 casas, y 8
de los judíos”. “En el año 1935 el rabí me preparó para el bar mitzvá y
en el año 1937 cuando terminé el séptimo grado empezó la discusión sobre en qué
secundario me anoto, si el comercial o el industrial. Como a mí me gustaba el
trabajo manual fui al industrial y cursé en el turno noche de 18 a 22 hs, en tanto que
durante el día trabajaba en un taller de plomería, gas y calefacción”.
“Llegamos al 1º de Septiembre de 1939, empezó la guerra, y con ella el horror y
el terror. Los alemanes atacaron por sorpresa a las 4 de la mañana,
bombardeando la ciudad y principalmente las usinas de luz, la estación
principal de trenes y de gas. También bombardearon algunos edificios de varios
pisos, matando a muchísima gente. Empezó el caos, no había muchos hospitales y
una gran cantidad de heridos quedaron tirados en las cercanías del hospital. A
las 7 de la mañana volvieron a bombardear y ésta vez fue peor que antes, ya que
bombardearon toda la
ciudad. Las autoridades polacas llamaron a la movilización a
todos los hombres de 21 a
30 años. También vinieron a nuestra casa, como así también a la de los otros
vecinos para llevarse los caballos y los carros para los hombres del ejército.
Lo mismo pasó en todas las ciudades más importantes de Polonia, siendo la más
perjudicada la capital de Varsovia. Nos quedamos sin poder escuchar las
noticias porque también habían volado las estaciones de radio, lo único que
escuchábamos eran las radios alemanas, las cuales leían comunicados diciendo
que ya tenían ocupada Varsovia y que rápidamente ocuparían toda Polonia. Los
aviones pasaban todos los días pero ya no bombardeaban porque Polonia no
ejerció resistencia ya que no tenía cañones antiaéreos, lo que sí hacían los
alemanes era bajar sus aviones a unos 300 metros de altura y
ametrallaban a todos los que podían. El ejército polaco era muy valiente, pero
la famosa caballería nada pudo hacer contra los tanques alemanes”.
“Hasta que llegó el 22 de junio de
1941. Ese día se repitió lo que vivimos en 1939. Los alemanes atacaron por
sorpresa”. “Al día siguiente empezó la tragedia para nosotros los judíos. Toda
la ciudad fue empapelada con un decreto del gobernador que decía lo siguiente: Todos los judíos deberán confeccionarse una
banda de tela blanca de 10 cm
de ancho y bordarle en el medio una estrella de David de color celeste. Esta
banda deberá estar siempre colocada en el brazo derecho. Quien saliere a la
calle sin esta banda será fusilado en el acto. No podrán ausentarse sin permiso
de sus casas. No podrán viajar de un pueblo a otro. No deberán reunirse en las
sinagogas u otros lugares. Desde la mañana a las ocho todos cuyos apellidos
comienzan con A, B, C, o D deberán presentarse en la comisaría más cercana para
ser censados, en los días subsiguientes deberán presentarse los que tengan
apellidos que empezaran con las letras siguientes, así todos hasta que dentro
de una semana estén censados”.
“Y ahí empezó el horror...”
“Los hombres y mujeres debían presentarse
en las comisarías a las siete de la mañana y ahí iban a ser seleccionados para
mandarlos a los distintos lugares de trabajo”. “Un día aparecieron nuevos
afiches y convocatorias radiales llamando a todos los intelectuales y
profesionales judíos para que se presentaran en el salón del gobernador para
elegir a los representantes de la colectividad que iban a decidir a donde se
iba a construir un ghetto. Se presentaron los abogados, los ingenieros, los
médicos, etc. y formaron un consejo judío que los nazis llamaban Judenrat. La
reunión se hizo un día martes, allí se eligió a un exdiputado como el jefe y
varios otros eran sus ayudantes, su misión era hacer el plano del Ghetto y
presentarlo a los nazis dentro de la semana. Todos los demás presentes debían ir ese
día para aprobar el plan...” “A las dos semanas se reunió de nuevo el Judenrat
ya con los planos del Ghetto. Pero todo era una trampa, los alemanes detuvieron
a todos los componentes del Judenrat y pegaron afiches diciendo que los judíos
debíamos juntar 10.000 kg.
de oro y 20.000 kg.
de plata en tres días -o sino iban a matar a los componentes del Judenrat. Las
familias de éstas 200 0 250 personalidades empezaron a recorrer todas las casas
pidiendo colaboración para poder liberar a sus familiares. Mis padres y mis
tíos entregaron sus anillos, mi hermana dio los aros y también entregamos los
candelabros de plata. A los pocos días se escuchó un comunicado por la radio
diciendo que sólo se pudo juntar 500
kg. de oro y 1.200 kg. de plata y que el día siguiente era
el último para salvar a estas personas. Pero muchos desconfiaban de que aunque
se juntara más oro y plata igual los iban a matar, y efectivamente así fue. A
esas personas no las vimos nunca más, y así murieron las personas más
destacadas de la ciudad”.
“En esta selección sacaron al grupo
donde trabajaba mi papá. Los tuvieron unas dos horas apartados y al no
presentarse al trabajo, el General para el cual trabajan fue a pedir por ellos
diciendo que los necesitaba por un tiempo más, después de discutir llamaron al
jefe de la Gestapo y éste les dio permiso para que se lleve a este grupo fuera
del Ghetto haciéndole a él responsable por estas personas. Iban a dormir en un
galpón municipal. Cuando mi hermana y yo volvimos a la casa nos enteramos que el
grupo de mi papá había sido llevado a algún lugar de la ciudad pero no sabíamos
adónde. El sábado nos enteramos por un capo de policía que papá y su grupo
estaban en el galpón de la
municipalidad. A la tarde fui al comando de la Gestapo y les
pedí permiso para ir a verlo y para llevarle ropa para que se cambie. Me dieron
dos horas, salí corriendo pero no pude verlo porque el galpón estaba cerrado,
pero uno de los que estaba adentro se subió al techo, me tiró una soga en la
que até la ropa y se la dio a papá. Luego papá se acercó al portón y pudimos
hablar. Me dijo que cuando se le presente la ocasión se iba a escapar y nos iba
a avisar adonde se había ido. El hombre que se subió al techo me dio varios
papeles con las direcciones de los familiares de los que estaban en el galpón
para que les avisara que estaban vivos. El domingo les llevé las novedades a
las familias de los compañeros de papá, ninguna familia sabía que estaban vivos
y cuando yo les entregaba el papel escrito por un hijo o esposo me abrazaban me
besaban y lloraban de alegría, y yo me sentía muy conmovido. En una casa estaba
un hombre viejo con una larga barba sentado en una sillita baja y rezaba la
Biblia, en el saco tenía un corte en la solapa señal de duelo por pérdida de
algún familiar, cuando le saludé y le di el papel escrito por su hijo en el
cual le explicaba donde se encontraba, se quedó como paralizado, me miró de
arriba abajo se me acercó me abrazó fuertemente y me dijo: yo estaba de duelo
rezando por mi hijo pensando que ha muerto y vos traés noticia que vive y está
bien, entonces DIOS me ha escuchado y vos enviado por EL, por eso quiero
bendecirte en nombre de EL y él me dijo agachá la cabeza, yo soy rabino muy
religioso, mi bendición te va a ayudar y a tu familia a sobrevivir estos tiempos
y te vas a salvar y vivir por muchos años. Agaché la cabeza me puso las manos
encima y rezó algún párrafo de la Biblia después me puse a llorar junto a él.
Salí de la casa, sentí que hice una obra de bien.”
(*) Meller, Herman. Mi historia de la Segunda Guerra Mundial.
Edición del autor, Buenos Aires, 1998.
Herman Meller nació el 3 de agosto
de 1923 en Blotnia, un pueblo que está en el sudeste de Polonia. Ahí también
nacieron sus abuelos, su padre Mejl y su hermana Fanny. Su mamá Nunina nació en
Rohatin. Alrededor del año 1932 se mudó a Lwow. Terminó la escuela secundaria
en un colegio industrial. Luego de declarada la guerra quedó un año bajo el
dominio ruso, trabajando en un taller. El 22 de junio de 1941, Lwow fue atacada
por los alemanes. En un comienzo siguió trabajando en la fábrica fuera del
Ghetto, hasta que junto con su familia decidieron esconderse en la casa de unos
polacos. Sin embargo, su hermana no pudo ir con ellos y fue asesinada en un
campo de concentración. Luego de pasar por varios escondites, sobrevivió a la guerra. Permaneció
un tiempo más en Europa hasta que con la ayuda del Joint viajó a la Argentina
donde vivía un tío que había salido antes de la guerra. En la Argentina
trabajó junto a su tío y su padre. Hicieron una empresa exitosa. Se casó en
1954 con Aída Waizbrot y tuvieron tres hijos: Teresa, Mario y Claudio, ocho
nietos y una bisnieta. Siguió trabajando hasta su jubilación. Actualmente, a
sus 88 años vive junto a su esposa.
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