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viernes, 27 de septiembre de 2013

Misceláneas judías para la pausa del Sábado



23 de Tishrei de 5774
Jag Sameaj

Finalizando el festejo de Simjat Torá, se transcribe en este espacio un fragmento del prólogo de "Génesis: el origen de las diferencias" de Daniel Colodenco (Buenos Aires, Lilmod, 2006), una novedosa traducción  en la cual los comentarios talmúdicos y rabínicos tradicionales conviven con reflexiones de filósofos actuales, con los aportes de la historiografía y la arqueología, y hasta compara las lecturas judías, cristianas e islámicas sobre el texto. Este texto se encuentra disponible para consulta en nuestra Biblioteca.

Vigencia

El Libro de Génesis sigue vigente hasta nuestros días, entre otros motivos, por haber posibilitado, tal como la Biblia entera, la interpretación, la diversidad de lecturas, el comentario, el diálogo con sus lectores, por haber habilitado la posibilidad de expandir y actualizar el sentido de su discurso.
Gran parte de las diferencias que separan a judíos, cristianos y musulmanes derivan de la manera de interpretar y abordar el Génesis en particular y la Biblia, en general.
Un judío ortodoxo no se aproxima a este libro de igual manera que un kadí musulmán o un cura católico, pero tampoco lo hace del mismo modo que un académico en estudios bíblicos, un poeta, un pintor, un psicoanalista o un historiador. Las lecturas de cada uno estarán sesgadas por años o siglos de interpretaciones previas.
El judío que participa semanalmente de la lectura pública (1) de la Biblia en la sinagoga, que estudia el texto regularmente, siguiendo a los exegetas tradicionales y que vive según sus preceptos, considera que el texto bíblico es sagrado y revelado, mientras que el judío secular, cuya distancia con el mismo es producto de una decisión en la que él ni siquiera ha participado, mantiene un alejamiento desencantado, mediado por una lectura occidental y laica, que entiende a la Biblia como una literatura.
La lectura pública de la Torá, que la tradición remonta a los tiempos de Ezra en el siglo V a.E.C. tenía y sigue teniendo un efecto fascinante sobre la audiencia, al permitir la puesta en acción de lo leído, el escuchar las historias con un ritmo musical determinado, el compartir con otros, el concebir los relatos como genuinos, el vincularlos intensamente con la historia personal. Muy lejos de aquello que ocurre con la mirada desapasionada y secular que instalaron el iluminismo y el positivismo.
Pero tampoco la descripción gráfica de la creación pintada por Miguel Ángel en los frescos de la Capilla Sextina resulta ser la imagen que un rabino recrea en su mente.
Incluso quien lea el texto por primera vez no podrá hacerlo virginalmente. Aún cuando alguien jamás llegase a leer el texto, los temas de Génesis han estado y seguirán estando presentes, de una u otra manera, en su vida.
La mayor parte de los lectores sólo pueden acceder a este libro por medio de una traducción. Un acto de interpretación que intenta ser lo más fiel posible al original y lo más comprensible posible en el idioma de destino. Un acto de amor que intenta acercar dos lenguas, dos maneras de decir y de expresar. Un intento casi imposible de comunicar dos mundos, en el tiempo y en el espacio.
Sin embargo, gran parte de lo que conocemos del Génesis lo es a través de interpretaciones, es decir: traducciones, pinturas, comentarios, citas, otros libros, discusiones políticas, etc. Esta multiplicidad hermenéutica se encuentra presente en distintos aspectos de nuestra cotidianidad, de nuestro pensamiento, de nuestra concepción de vida. Más allá del texto, con su vida propia e, incluso, sin que seamos conscientes de ello. La Biblia, dice Northrop Frye, “constituye un elemento importante de nuestra tradición imaginativa, más allá de lo que aceptemos creer de ella.” (2)

(1)   “Leer bien es participar en una reciprocidad responsable con el libro que se lee, es embarcarse en un intercambio total” (George Steiner, Pasión intacta, Madrid, Siruela-Norma, 1997).
(2)   El Gran Código, Madrid, Gedisa, 1988.


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