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viernes, 26 de julio de 2013

Misceláneas judías para la pausa del Sábado



19 de Av de 5773
Job (fragmento)
de Joseph Roth

-         ¿Qué te sucede, Mendel? ¿Por qué haces fuego? ¿Quieres quemar la casa?
-         Quiero quemar – contestó él – algo más que una casa y más que un hombre. Vais a quedar asombrados cuando os diga lo que quiero quemar. Os vais a asombrar y vais a decir: mendel también se ha vuelto loco, como su hija. Pero yo os aseguro que no estoy loco. Lo he estado. Durante más de sesenta años he sido un loco y ahora ya no lo soy.
-         Dinos entonces; ¿qué es lo que quieres quemar?
-         ¡Quiero quemar a Dios!
De los labios de los cuatro amigos brotó al mismo tiempo un grito. Ninguno de ellos era tan piadoso como Mendel. Los cuatro vivían desde hacía bastante tiempo en América, trabajaban los sábados, pensaban sólo en el dinero, y un polvo gris cubría su vieja fe. Habían olvidado muchas costumbres, habían faltado a muchos mandamientos, habían pecado de pensamiento y de obra. Pero aun vivía Dios en sus corazones. Y cuando mendel blasfemó contra Dios, sintieron como si con sus flacos dedos les hubiese tocado en sus corazones desnudos.
-         No blasfemes, Mendel – dijo Skovronnek tras un largo silencio. – Mejor que nosotros sabes tú, puesto que lo has aprendido muy bien que los castigos de dios tienen un fin oculto. Nunca sabemos por qué El nos castiga.
-         Pero yo sí lo sé, Skovronnek – contestó Mendel. – Dios es cruel, y cuanto más le obedecemos, más severo se muestra con nosotros. Es más poderoso que todos los poderosos, y al más fuerte puede matar con una uña, pero no lo hace. Prefiere aniquilar a los débiles. La flaqueza del hombre excita  su fuerza, y la obediencia su ira. Es un gran Ispravnik cruel. Si acatas sus mandamientos, dice que los acatas por tu conveniencia. Y si no los acatas, te persigue con mil castigos- Si quieres hacerle una mala jugada, te hace polvo en el acto; si eres honrado, aguarda a que intentes hacérsela. En toda Rusia no hay un Ispravnik peor que El.
-         Acuérdate, Mendel – comentó Rottenberg – acuérdate de Job. El sufrió tanto como tú. Estaba tumbado en el suelo, con ceniza sobre la cabeza, y sus llagas le dolían de tal modo que se revolcaba como un animal. También él blasfemó contra dios. Y todos sus males habían sido sólo una prueba. ¿Qué sabemos nosotros de lo que pasa arriba? Acaso el espíritu del mal haya ido hasta Dios, como en aquellos tiempos, y le haya dicho: “Hay que tentar a un justo”. Y quizás le haya respondido Dios: “Tienta a Mendel, mi siervo.”
-         Y ya ves tú – añadió Groschel – que tu reproche no está justificado, pues Job no era un pobre ni un débil, sino un poderoso. Y tampoco tú era un pobre, Mendel. Tu hijo tenía un almacén, y cada año se hacía más rico. Tu otro hijo, Menuchim, estaba casi curado y a punto de llegar a América. Tú has tenido buena salud, así como tu mujer; y tu hija era linda, y casi habías encontrado un buen marido para ella.
-         ¿Por qué atormentas mi corazón, Groschel? – contestó Mendel - ¿Por qué me recuerdas cuánto ha sido y no es? Aun no están bien cicatrizadas mis heridas, y tú las abres nuevamente.
-         Tienes razón – dijeron los otros tres.
Y empezó Rottenberg:
- Tu corazón está herido, Mendel, ya lo sé. Pero como podemos hablar contigo, y tú nos permites que participemos de tu dolor, tal como si fueses nuestro hermano, no te irritarás contra nosotros si te rogamos que pienses en tu hijo Menuchim. Tal vez hayas tentado desbaratar los planes de dios abandonando a Menuchim. Has tenido un hijo enfermo y has obrado con él como si hubiese sido un mal hijo.

Se hizo  el silencio. Durante un gran rato Mendel no dijo nada. Cuando empezó de nuevo a hablar, lo hizo como si no hubiese oído las palabras de Rottenberg, pues se dirigió a Groschel diciéndole: 

      - ¿Y de qué sirve tu ejemplo de Job? ¿Habéis visto con vuestros propios ojos un milagro? ¿Un milagro como se cuenta en la historia de Job? ¿Es que mi hijo Schemarjah puede levantarse de su tumba, allí en Francia? ¿Podrá hallársele vivo a mi hijo Jonas, el desaparecido? ¿Saldrá del manicomio mi hija Mirjam con salud? Y si saliese ¿podría encontrar un buen marido y vivir con él tranquilamente, como si no hubiese estado loca? ¿Se levantará mi mujer de su tumba, que todavía está húmeda? Y en cuanto a mi hijo Menuchim, aun en el caso de que todavía se halle vivo allá, en medio de la guerra, en rusia, ¿podrá presentarse aquí? Y no es verdad, - añadió volviéndose ahora a Rottenberg- que yo haya castigado a Menuchim para castigarle como a un mal hijo. Tuve que salir de Rusia por otras razones. A causa de mi hija, que comenzaba a andar con los cosacos, ¡con los cosacos! ¿Y por qué estaba enfermo Menuchim? ¿No era ya su enfermedad una muestra de que Dios estaba irritado contra mí y me enviaba uno de los primeros castigos que yo no había merecido?
                                                                
                                                                   **********

Moses Josep Roth (Brody, Imperio austrohúngaro, 2 de septiembre de 1894 - París, 27 de mayo de 1939) fue un novelista y periodista austríaco de origen judío.
Escribió con técnicas narrativas tradicionales varias novelas de calidad como Fuga sin fin, La leyenda del santo bebedor, La cripta de los capuchinos o La rebelión. Su obra más conocida es La marcha Radetzky, que describe a una familia durante el ocaso del Imperio austrohúngaro. Está considerado, junto con Hermann Broch y Robert Musil, uno de los mayores escritores centroeuropeos del siglo XX. Formó parte de la literatura del exilio provocado por el nazismo. Su obra fue reconocida póstumamente.

Job. Romance de un hombre sencillo (en alemán, Roman eines einfachen Mannes) es una novela que Joseph Roth, escribió en 1930, inspirada en el personaje bíblico de Job. Trata sobre la lucha de los judíos de Europa Oriental, en una analogía moderna de la historia bíblica.

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