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Job (fragmento)
de Joseph Roth
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¿Qué te sucede, Mendel? ¿Por qué haces fuego? ¿Quieres
quemar la casa?
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Quiero quemar – contestó él – algo más que una casa y
más que un hombre. Vais a quedar asombrados cuando os diga lo que quiero
quemar. Os vais a asombrar y vais a decir: mendel también se ha vuelto loco,
como su hija. Pero yo os aseguro que no estoy loco. Lo he estado. Durante más
de sesenta años he sido un loco y ahora ya no lo soy.
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Dinos entonces; ¿qué es lo que quieres quemar?
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¡Quiero quemar a Dios!
De los labios de los cuatro
amigos brotó al mismo tiempo un grito. Ninguno de ellos era tan piadoso como
Mendel. Los cuatro vivían desde hacía bastante tiempo en América, trabajaban
los sábados, pensaban sólo en el dinero, y un polvo gris cubría su vieja fe.
Habían olvidado muchas costumbres, habían faltado a muchos mandamientos, habían
pecado de pensamiento y de obra. Pero aun vivía Dios en sus corazones. Y cuando
mendel blasfemó contra Dios, sintieron como si con sus flacos dedos les hubiese
tocado en sus corazones desnudos.
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No blasfemes, Mendel – dijo Skovronnek tras un largo
silencio. – Mejor que nosotros sabes tú, puesto que lo has aprendido muy bien
que los castigos de dios tienen un fin oculto. Nunca sabemos por qué El nos
castiga.
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Pero yo sí lo sé, Skovronnek – contestó Mendel. – Dios
es cruel, y cuanto más le obedecemos, más severo se muestra con nosotros. Es
más poderoso que todos los poderosos, y al más fuerte puede matar con una uña,
pero no lo hace. Prefiere aniquilar a los débiles. La flaqueza del hombre
excita su fuerza, y la obediencia su
ira. Es un gran Ispravnik cruel. Si acatas sus mandamientos, dice que los
acatas por tu conveniencia. Y si no los acatas, te persigue con mil castigos-
Si quieres hacerle una mala jugada, te hace polvo en el acto; si eres honrado,
aguarda a que intentes hacérsela. En toda Rusia no hay un Ispravnik peor que
El.
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Acuérdate, Mendel – comentó Rottenberg – acuérdate de
Job. El sufrió tanto como tú. Estaba tumbado en el suelo, con ceniza sobre la
cabeza, y sus llagas le dolían de tal modo que se revolcaba como un animal.
También él blasfemó contra dios. Y todos sus males habían sido sólo una prueba.
¿Qué sabemos nosotros de lo que pasa arriba? Acaso el espíritu del mal haya ido
hasta Dios, como en aquellos tiempos, y le haya dicho: “Hay que tentar a un
justo”. Y quizás le haya respondido Dios: “Tienta a Mendel, mi siervo.”
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Y ya ves tú – añadió Groschel – que tu reproche no está
justificado, pues Job no era un pobre ni un débil, sino un poderoso. Y tampoco
tú era un pobre, Mendel. Tu hijo tenía un almacén, y cada año se hacía más
rico. Tu otro hijo, Menuchim, estaba casi curado y a punto de llegar a América.
Tú has tenido buena salud, así como tu mujer; y tu hija era linda, y casi
habías encontrado un buen marido para ella.
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¿Por qué atormentas mi corazón, Groschel? – contestó
Mendel - ¿Por qué me recuerdas cuánto ha sido y no es? Aun no están bien
cicatrizadas mis heridas, y tú las abres nuevamente.
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Tienes razón – dijeron los otros tres.
Y empezó Rottenberg:
- Tu corazón está herido, Mendel,
ya lo sé. Pero como podemos hablar contigo, y tú nos permites que participemos
de tu dolor, tal como si fueses nuestro hermano, no te irritarás contra
nosotros si te rogamos que pienses en tu hijo Menuchim. Tal vez hayas tentado
desbaratar los planes de dios abandonando a Menuchim. Has tenido un hijo
enfermo y has obrado con él como si hubiese sido un mal hijo.
Se hizo el silencio. Durante un gran rato Mendel no
dijo nada. Cuando empezó de nuevo a hablar, lo hizo como si no hubiese oído las
palabras de Rottenberg, pues se dirigió a Groschel diciéndole:
- ¿Y de qué sirve tu ejemplo de Job? ¿Habéis visto con
vuestros propios ojos un milagro? ¿Un milagro como se cuenta en la historia de
Job? ¿Es que mi hijo Schemarjah puede levantarse de su tumba, allí en Francia?
¿Podrá hallársele vivo a mi hijo Jonas, el desaparecido? ¿Saldrá del manicomio
mi hija Mirjam con salud? Y si saliese ¿podría encontrar un buen marido y vivir
con él tranquilamente, como si no hubiese estado loca? ¿Se levantará mi mujer
de su tumba, que todavía está húmeda? Y en cuanto a mi hijo Menuchim, aun en el
caso de que todavía se halle vivo allá, en medio de la guerra, en rusia, ¿podrá
presentarse aquí? Y no es verdad, - añadió volviéndose ahora a Rottenberg- que yo
haya castigado a Menuchim para castigarle como a un mal hijo. Tuve que salir de
Rusia por otras razones. A causa de mi hija, que comenzaba a andar con los cosacos,
¡con los cosacos! ¿Y por qué estaba enfermo Menuchim? ¿No era ya su enfermedad una
muestra de que Dios estaba irritado contra mí y me enviaba uno de los primeros castigos
que yo no había merecido?
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Escribió con técnicas narrativas tradicionales varias novelas de calidad como Fuga sin fin, La leyenda del santo bebedor, La cripta de los capuchinos o La rebelión. Su obra más conocida es La marcha Radetzky, que describe a una familia durante el ocaso del Imperio austrohúngaro. Está considerado, junto con Hermann Broch y Robert Musil, uno de los mayores escritores centroeuropeos del siglo XX. Formó parte de la literatura del exilio provocado por el nazismo. Su obra fue reconocida póstumamente.
Job. Romance de un hombre sencillo (en alemán,
Roman
eines einfachen Mannes) es una novela que Joseph Roth,
escribió en 1930, inspirada en el personaje bíblico de Job.
Trata sobre la lucha de los judíos de Europa
Oriental, en una analogía moderna de la historia bíblica.
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