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Alusivo a Lag Baomer, que se celebra el pxmo. 28 de Abril, transcribimos un fragmento de la "Historia Social y religiosa del Pueblo Judío"
de Salo W. Baron
Para ese entonces la judería palestinense estaba lo bastante
recuperada como para organizar una nueva gran insurrección dirigida por Simeón
Bar Kojba (132-135).
(...) Bar Kojba y sus partidarios palestinenses lucharon
solos y durante tres años y medio resistieron a “los mejores generales enviados
por Adriano”. Dío Cassio, de quien tomamos la frase, comprendió el peligro que
habría entrañado el que esta rebelión se extendiese por todo el mundo del
Mediterráneo. Adriano en persona concurrió en seguida a la escena de la
batalla, y pasó mas o menos un año y medio
en Guerasa. la dirección material de la campaña la confió a su famoso general Sexto Julio Severo, quien
debió acudir desde Bretaña. Severo tenía a su disposición la Décima Legión y elementos de
otras nueve, o sea unos 35.000 hombres en total, con tropas auxiliares que
probablemente duplicaban esa cifra. Enfrentados con estas fuerzas
poderosísimas, los judíos se consolaron recordando la victoria final de los
Macabeos contra un enemigo cuya superioridad también había sido abrumadora. Bar
Kojba acostumbraba fijar su pensamiento en el ejemplo de los Macabeos, y acuñó
monedas con la leyenda “Simeón, Príncipe (nasí)
de Israel”, que traían reminiscencias de Simeón el Hasmoneo. Otras monedas
ostentaban lemas propagandísticos tales como el año de “la Redención de Sión” o de
“la Libertad
de Israel”. Al proclamar así su intención de emular a los guerreros Macabeos y
de renovar la gloria del templo, Bar Kojba debió impresionar grandemente a la
judería de Palestina y de la Diáspora. Es
posible que también contase con obtener, por medio de esta última, algún apoyo
exterior, particularmente de Partia. Otras monedas, que ostentaban la leyenda
Eleazar ha-Kohen (el Sacerdote) se referían evidentemente al jefe sacerdotal de
la revuelta, de la cual R. Akiba era el jefe intelectual y Bar Kojba el militar
y político.
(...) Cuando la legislación de Adriano volvió a tocar un
nervio vital del judaísmo, R. Akiba y otros (aunque no todos los rabinos) se
convirtieron en cabecillas de la rebelión. Consideraban que esta lucha era una miljémet mitsvá (guerra en defensa de un
mandamiento), y como tal, constituía el deber sagrado de cada individuo y de
toda la nación. Muchos de ellos murieron como mártires.
(...) Por fugaces que hayan sido, las medidas antijudías de
Adriano constituyeron para los judíos una advertencia permanente de que en
cualquier momento los romanos podrían barrer sus instituciones religiosas
sobrevivientes.
(...) El estudio de la Torá se convirtió en la médula misma de la
supervivencia. Recordando el viejo adagio de Simeón el Justo: “El mundo
descansa sobre tres pilares: la
Torá, el culto y la misericordia”, las generaciones que
siguieron a la caída de Jerusalén se concentraron en la construcción de los
tres pilares institucionales del judaísmo: la academia, la sinagoga y la
beneficencia comunitaria.
Fuente: Baron, Salo, "Historia Social y religiosa del Pueblo Judío", Editorial Paidós, Buenos Aires, 1968.