24 de Elul de 5774
En vísperas de Rosh Hashaná, transcribimos
una reflexión del filósofo francés Stéphane Moses*, sobre la concepción judía del
tiempo:
En el caso del judaísmo, el tiempo detenido
tiene también, y quizá ante todo, un objeto diferente, que es anular la
distancia – aunque sea incalculable – que separa el presente del futuro más
lejano, es decir, de la meta ideal del proceso histórico. Solo un tiempo
absolutamente sincrónico puede permitir actualizar el futuro más lejano en el
fulgor del instante presente, es decir, anticipar la Redención. Esta
anticipación equivale en cierta forma a una extraña aceleración del tiempo,
ya que lleva a suprimir el intervalo entre dos puntos que, sobre un eje
horizontal, podrían estar infinitamente alejados uno de otro. Esta forma
específica del tiempo religioso produce un efecto eminentemente paradójico: la inmovilización
del tiempo podría ser igual a su infinita aceleración. Esta paradoja está en el
centro de la experiencia religiosa del pueblo judío: desde hace dos mil años,
su existencia congelada, al margen de la historia, casi anacrónica, lo ha
mantenido en la proximidad inmediata, no solo de sus mitos fundadores sino
también del término mesiánico de la historia. Es más: porque su pasado más
lejano ha estado siempre más presente que la actualidad más inmediata, la
realización de sus esperanzas, incluso las más quiméricas, siempre le ha
parecido cercana. En el orden de este efecto paradójico se encuentra una
experiencia religiosa absolutamente específica: la de la contracción del
tiempo. Es lo que provoca la contemporaneidad absoluta del pasado, del
presente y del futuro. La posibilidad de ver realizadas las promesas mesiánicas
desde este momento viene de una técnica espiritual milenaria, de una
familiaridad ancestral con la experiencia interior de la condensación, en un
punto único, de las tres dimensiones del tiempo.
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* Stéphane Mosès
Nacido en Alemania en 1931. En 1937 emigró con su
familia a Marruecos. Estudió en París; obtuvo una licenciatura en alemán y un
doctorado en la École Normale Supérieure. Fue profesor en la Sorbona y en la
Universidad de París-Nanterre. En Israel, donde se instaló en 1969, dictó
clases de literatura alemana y de literatura comparada en la Universidad Hebrea
de Jerusalém, de la que fue profesor emérito. Falleció en Paris en 2007.
El fragmento corresponde a su libro El Angel de la historia, `Rosenzweig,
Benjamin, Scholem` .
Los tres autores que aparecen en el subtítulo de la obra imaginaron en la Alemania de los años 20 una nueva visión de la historia que ponía en escena la idea de utopía mesiánica y se han ocupado, durante la primera mitad de nuestro siglo, en cuestionar la idea de la historia como una totalidad continua, evolutiva o progresiva, guiada por una misión y una finalidad. Han propuesto, por el contrario, la irrupción de lo que Benjamin denomina «el Ángel de la Historia»: una serie de instantes discontinuos, presentes y absolutos, que no se dan ni como síntesis del pasado ni como espera del futuro en tanto teleología del presente. Ante el espantoso espectáculo de un Occidente entregado a la guerra, estos pensadores cedieron a la lógica de la guerra misma, que es la negación de la historia, pues instaura la discontinuidad radical de la muerte y el imperio del hecho puro, aniquilante.
Los tres autores que aparecen en el subtítulo de la obra imaginaron en la Alemania de los años 20 una nueva visión de la historia que ponía en escena la idea de utopía mesiánica y se han ocupado, durante la primera mitad de nuestro siglo, en cuestionar la idea de la historia como una totalidad continua, evolutiva o progresiva, guiada por una misión y una finalidad. Han propuesto, por el contrario, la irrupción de lo que Benjamin denomina «el Ángel de la Historia»: una serie de instantes discontinuos, presentes y absolutos, que no se dan ni como síntesis del pasado ni como espera del futuro en tanto teleología del presente. Ante el espantoso espectáculo de un Occidente entregado a la guerra, estos pensadores cedieron a la lógica de la guerra misma, que es la negación de la historia, pues instaura la discontinuidad radical de la muerte y el imperio del hecho puro, aniquilante.
Puede entenderse que el tiempo de la vida humana está hecho de instantes inconexos y aislados, pero esta concepción es incompatible con cualquier idea de historia. La pura y radical discontinuidad carece de historia, es el éxtasis del instante que «descubrieron » los posmodernos.
Mosés propone explicar estas actitudes angelicales ante lo histórico como expresiones del pensamiento mesiánico judío: cada interrupción del tiempo es un episodio redentor que replantea la necesidad de la utopía como plenitud ideal del presente, y da lugar a la esperanza en un escenario apocalíptico.
Angelus Novus de Paul Klee |
Paradójicamente de las ruinas de la
razón histórica puede surgir la esperanza. Mosés se sitúa bajo el ideal del
Angelus Novus de Paul Klee para orquestar una reflexión esencial sobre la
utopía.
Con ello, desde luego, se restaura el problema del sentido, sin el cual la utopía tampoco existe.
SHANÁ TOVÁ UMEVORAJAT!
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