¡Basta!
A propósito del conflicto
palestino-israelí
No tenemos dudas en decidir de qué
lado estamos. Pero dejémoslo claro. No es tan simple la obvia
elección. Cuando decimos, con las vísceras sobre la mesa, para que
las palabras queden grabadas en el espacio y en el tiempo, no
hablamos sólo de Israel. Aparecen en el mismo momento, una
proliferación de conceptos que son vivencias, que pueblan los
recintos diastólicos de nuestra existencia. Es la historia, es un
sueño de 2.000 años que en el ´48 se hizo posible. Es un país
nuevo con pasado milenario que nos incumbe y que no se contradice;
son los valores que circundan y protegen la vida ante cualquier
circunstancia. Digámoslo otra vez, con más fuerza, si cabe:
protegen la vida. Proteger la vida en la tierra del pueblo judío.
¿De qué se trata esta forma de protección en estos momentos?
Pongamos un ejemplo. Elijamos el país que uno quiera. El nuestro u
otro conocido. De pronto caen sobre su geografía, día tras día,
centenares de misiles cargados de muerte, para dar cumplimiento a una
consigna de origen: destruirlo, matar a su gente, arrojarlos de la
tierra. Es la principal meta del agresor. Es una necesidad potenciada
por el fanatismo en un encuadre religioso que no admite la más
mínima alteración. De cara a ello, los muertos que podría
provocarles este delirio, pareciera carecer de importancia. Por el
contrario: son héroes. ¿Cuál sería la respuesta a semejante
agresión? No son muchas. Destruir los emplazamientos de los misiles,
esten donde esten. Pero si hablamos de Hamas, los hechos se complican
mucho. Hasta lo inverosímil. Los misiles se disparan desde lugares
habitados por civiles: hombres, mujeres, niños, familias, escuelas,
hospitales. ¿Cómo se llega a programar de esta manera?
Ninguna contienda conocida, antes y
ahora, llegó a tal grado de locura. Hamas expone al pueblo palestino
en lugar de protegerlo. Una minoría de terroristas usa como refugio
a su propia gente. Difícil pensar en un encuadre más siniestro. La
tragedia ya no es shakespiriana. Es entre pueblos. Israel no tiene
otra alternativa que defender a su gente. Toma partido en
representación de la vida en un encuadre que desata la muerte.
Israel tiene enorme experiencia en cuidar la vida de sus habitantes
judíos o árabes o quienes sean. Sin diferenciarlos. Un sólo muerto
es una tragedia irreparable.
La historia ha demostrado hasta el
hartazgo que si el terrorista no mata, se queda sin tarea. No tiene
sentido su existencia. La paz no figura en ninguno de sus planes.
Primo Levi se preguntaba ¿si esto es un hombre? La dramática
respuesta es afirmativa. Golda decía: “nunca les perdonaré que
nos obliguen a matar a su propia gente."
Volvamos al principio:
La Declaración de la Independencia del
Estado Judío dice en uno de sus párrafos: “Ofrecemos la paz y la
amistad a todos los Estados vecinos y sus pueblos y los invitamos a
cooperar con la Nación judía e independiente para el común
beneficio de todos...”
Desde la guerra de liberación a la
fecha no ha habido un sólo día real de paz. Esa fue y sigue siendo
la tremenda respuesta.
Estos contenidos reflejan sumariamente
algunos aspectos del acontecer geopolítico de Medio Oriente.
Pero, cuando hablamos de tragedia, a
partir de la más elemental consigna humanista, la confrontación
bélica en sí, por más consideraciones y responsabilidades que se
hagan, tiene como hecho central e ineludible a la muerte. Esto es una
resultante que atañe, en definitiva, a ambos pueblos. La pregunta en
el trágico siglo XX y ahora entre israelíes y palestinos es:
¿Cuántos muertos se necesitaran para que esto llegue a su fin? ¿
Es la única forma?
Permítanos apelar a un profeta de la
paz. A Itzjak Rabin*1, asesinado por
defenderla:
“Nosotros, los soldados
que hemos visto a nuestros compañeros y amigos asesinados delante de
nuestros ojos, nosotros que hemos asistido a sus funerales y no
podemos mirar a sus padres a los ojos, nosotros que hemos venido de
una tradición en que los hijos entierran a sus padres, nosotros que
hemos luchado contra ustedes los palestinos, nosotros les decimos en
voz fuerte y clara: ¡Basta!
Nosotros, como ustedes,
somos personas que quieren construir un hogar, plantar un árbol,
amar, vivir dignamente, con empatía, como seres humanos, como
hombres libres. Hoy estamos dando una oportunidad a la paz...” *2
Gerardo Mazur
*1
Visitante ilustre . Estuvo en Hebraica en 1970.
En el Teatro SHA, nos habló de la paz.
*2
Fragmento de su discurso sobre la coexistencia.
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