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El Golem (fragmento de Cuentos judíos con fantasmas & demonios)
de Ana María Shúa
El rabino Yehuda Loew, el Maharal de Praga, es un personaje histórico.
Existió realmente, según lo confirman muchos documentos de la época. Y
fue muy importante para su comunidad. Gracias a su inteligencia y a su
sabiduría, llegó a ganarse el respeto del rey Rodolfo de Bohemia. Y
consiguió que se emitiera un decreto prohibiendo acusar a los judíos del
“crimen pascual”. En ese entonces (y también mucho antes y mucho
después) los gentiles creían que los judíos amasaban el matzá (o pan sin
levadura) con sangre de niño cristiano. En Pesaj, la Pascua judía,
nunca faltaba alguien dispuesto a dejar el cadáver de un niño en las
calles del ghetto para después acusar a los judíos de haberlo matado. La
acusación no recaía sobre el supuesto asesino judío, sino sobre toda la
comunidad, autorizando así terribles masacres.Yo debía tener once o
doce años cuando leí una de las leyendas de Bécquer, ese poeta español
romántico, cuyos versos hacían suspirar a las chicas. En el relato de la
leyenda Bécquer da por supuesto que la famosa acusación es totalmente
justificada y cuenta la historia de una buena muchacha judía que,
enamorada de un cristiano, denuncia a los monstruosos y repugnantes
judíos, y salva una vida. La leyenda me causó miedo y horror: de Bécquer y
de los que pensaban como él. Y comprendí que, cuanto más disparatada es
una acusación, tanto más difícil resulta rebatirla. Pero volvamos al
siglo XVI y al ghetto de Praga. El rabino Loew, entonces, existió de
verdad. Lamentablemente no podemos estar tan seguros de que haya
existido el Golem. Según la leyenda, el Golem fue un muñeco de barro al
que el rabino Loew logró dar vida mediante sus artes mágicas, tomadas de
la Cábala. El Golem se convirtió en el servidor del rabino y en el
protector de toda la judería de Praga. Era enorme y tenía un aspecto
temible. Durante la Pascua patrullaba disfrazado las calles del ghetto
para asegurarse de que no entrara ningún extraño llevando un bulto
sospechoso. Si era necesario, su amo podía volverlo invisible. Gracias a
su intervención, más de una vez se salvó a los judíos de ser masacrados
por los indignados habitantes de Praga. El Golem no tenía inteligencia
ni voluntad propia. El rabino Loew podía darle vida y quitársela a
voluntad según le pusiera en la mano un papel con el Nombre Secreto de
Dios. Tampoco tenía el don de la palabra, porque algo creado por el
hombre no podría estar a la altura de la Creación Divina. En cambio por
su extraño origen, el Hombre de Barro podía ver y oír a los espíritus
errantes y tenía relación con fuerzas del Más Allá. Su nombre fue José,
según algunos porque se implantó en él el alma de Joseph Sida, mitad
hombre y mitad demonio, un personaje del Talmud. Los vecinos del ghetto,
con muy poco respeto, lo llamaban Yosele Golem o también el Tonto
Yosele. Hubo muchas leyendas sobre Golems, en que las figuras a las que
los rabinos daban vida se rebelaban contra su amo y se volvían
amenazadoras. Pero el Golem de Praga jamás dejó de obedecer al Rabí
Loew, y cuando su ayuda ya no fue necesaria, el rabino le ordenó subir
al desván de su casa y quedarse allí.Y allí debe estar todavía, en
alguna antigua casa de Praga, o entre sus ruinas, esperando el Día del
Juicio Final para volver a levantarse.
***
En Cuentos judíos con fantasmas y demonios, Ana María Shúa cuenta de
dónde vienen los demonios,
según los mitos, cuentos y leyendas del
pueblo judío, que forman parte también de la tradición judeo-cristiana.
También hay historias de fantasmas, judíos por supuesto. Y como casi en
cualquier otro pueblo, historias de muertos que se levantan de sus
tumbas o almas que visitan a los vivos.Ana María Shúa (Buenos Aires,
1951), conocida escritora judeo-argentina, plantea en este libro un tema
poco conocido tratado con la cuota de humor que la caracteriza.
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