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viernes, 22 de agosto de 2014

Misceláneas judías para la pausa del sábado

26 de Av de 5774
 
Un árabe en el sótano (1) 
de Zippi Sharoor

Le conté a Ibrahim, el lavacopas de la cafetería Satwa en la que soy mesera, acerca de las ratas que pululan en el sótano de mi casa y roen el libro El Cantar de los Cantares.
- No tengo ningún problema en desalojar a tus roedores – dijo Ibrahim, a quien en la cafetería llaman Eibi – me los llevaré junto con sus excrementos, solo si hablas con Shmil para que me traslade al mostrador.
Eibi ya había detectado la preferencia que Shmil siente por mí.
- Tengo cierta antigüedad, pero sigo clavado en la cocina, porque soy árabe.
Hablé con Shmil. Las ratas continuaron royendo líneas completas del papel cromo mate, 150 miligramos, encuadernación de 350 miligramos, laminación artesanal francesa, con relleno hebreo dinámico. Eibi no obtuvo su ascenso en la cafetería Satwa, se enojó y me dijo en voz baja que, si fuera un poco más musulmán, se convertiría en un shahid (terrorista suicida) y haría explotar la cafetería, junto con todos aquellos que vienen de la India y de Sudamérica, y se la pasan sentados allí, drogados por los porros y la hierba que Shmil les vende. Y que él no crea que no ve lo que sucede; una palabra suya y lo liquida.
- ¿Qué crees... que no me doy cuenta de que la mitad de los que se encuentran acá están enloquecidos por las pastillas y los hongos alucinógenos?
Fuera de eso, Eibi no cree que 70 vírgenes lo esperen porque ya no hay 70 vírgenes, ni siquiera en toda su aldea.
- ¿Qué me miras así? No hablaba en serio, ¿parezco tan chiflado? Es que quiero ser actor.
Eibi estudia teatro en un centro comunitario en el sur de Tel Aviv, es lo que puede permitirse y lo que le conviene por las horas de trabajo en la cafetería.
- Entretanto, esto me alcanza y quizás, allí, alguien me descubra – explica.
El opina que su acento árabe lo ayudó a ser aceptado en el elenco.
- Están montando una obra sobre la convivencia esa que ustedes inventaron, tal vez por eso recibamos más apoyo de la Municipalidad y de una organización internacional. La directora dijo que había una fundación especial dedicada a obras de teatro de este tipo. Dios existe, como dicen ustedes, porque yo les caí justo en el momento preciso.
El teatro calma su necesidad de vengarse de Shmil y de los vagos de Satwa.
- Es por mi laicismo árabe – se ríe.
Al final de la conversación, en la que esencialmente habló él, nos hicimos un poco amigos, le prometí ir al estreno y quién sabe, tal vez lograse convencer a Shmil de que lo promueva. Me contó que ese día asistiría el alcalde, los que hicieron la donación y algunos personajes importantes del mundo del teatro. Por su parte, él llevaría a su madre, su hermana y su hermano gemelo.
- Pero no esperes demasiado... - dijo – no te olvides que no es teatro profesional.
En el descanso, entre los turnos, Eibi se sienta a mi lado y aprovecha cada oportunidad para hablar sobre la obra de teatro comunitario. Ensaya conmigo algunas escenas y asegura que tengo cabeza artística.
- Podrías ayudarnos a escribir el texto. Lo escribimos nosotros mismos. Yo interpreto el papel del muchacho árabe bueno, que pasa de casualidad junto a un jardín de infantes, en el momento exacto en que llega un terrorista árabe, que pretende hacer explotar el jardín y a los niños pequeños.
- Entonces tú evitas la catástrofe – digo con cinismo, pero me arrepiento, porque él responde con seriedad.
- Yo, es decir, el árabe bueno, soy herido y después la policía de Israel me otorga una medalla al mérito. Pero no es tan simple como piensas, él se recupera, pero en el hospital se enamora de una enfermera.
- ¿Una enfermera judía?
- ¡Por supuesto! Es una obra política, no una telenovela. Convivencia, como a ustedes les gusta. ¿Entiendes lo gracioso del asunto? En el teatro interpreto el rol de alguien que salva niños judíos y ayer a la noche, cuando regresé del ensayo, el dueño del departamento me echó porque descubrió que yo era árabe. Hablo contigo sobre la convivencia, mientras mi cabeza está ocupada en resolver dónde iré a dormir esta noche. Si viajo a la aldea, no lograré llegar a tiempo mañana al trabajo.
- Tengo un sótano, pero con ratas. ¿Quieres vivir allí mientras tanto?
- No temo a las ratas. Te dije que iba a sacártelas.
- No hay muebles allí. Solamente libros.
- Tengo un televisor, una cama y un pequeño armario. ¿Hay suficiente lugar para eso en el sótano?

Eibi expulsó a las ratas del sótano, raspó los granos de excrementos que se había secado sobre le suelo, juntó los restos de papel roído, lavó, aireó, extendió una alfombra, colocó un colchón que había traído consigo de la aldea y lo cubrió con una manta a rayas aterciopelada, que había recibido de su hermana. Colgó de la pequeña ventana la longi que había tomado de la cafetería y sobre la pared expuso la foto de una belleza hindú, que lucía un sari verde. Colocó el pequeño armario junto a la pared y, sobre el piso, el televisor blanco y negro.
- Te armaste un hermoso departamento – dije – Puedes disponer de mi cocina, el servicio y la ducha, y también puedes mirar películas en un televisor “normal”.
Eibi me preguntó si me parecía correcto que un árabe se sentase sobre mi cama y mirase conmigo televisión.
- Mientras mi madre no lo vea, es correcto – respondí.
- A veces creo que eres buena conmigo, solamente porque soy árabe.
- ¿Qué es la convivencia? ¿Algo más que esto? Míranos, sentados descalzos, juntos, sobre la cama, con las piernas levantadas, observando el mismo programa de televisión, comiendo maníes del mismo plato, sorbiendo cerveza de la misma botella y riéndonos y emocionándonos de este programa para retardados.

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(1) fragmento del libro Almas gemelas, Editorial Gvanim, 2007.
Este fragmento fue publicado en la antología El libro de la paz, compilado por Yaron Avitov (Ecuador, 2010), con traducción de Tamara Rajczyk. 

El libro de la paz reúne, por primera vez a escritores israelíes - judíos y árabes - en un proyecto literario por la paz,  a través de relatos y poemas escritos por los escritores más representativos de Israel

Zippi Sharoor nació en Tel Aviv. Es escritora, poeta, editora de la revista de la Asociación de Escritores de Israel y coordina talleres de escritura. Ha publicado mas de una veintena de libros. Obtuvo cinco premios literarios y ha sido traducida a varios idiomas.

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