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viernes, 21 de febrero de 2014

Misceláneas judías para la pausa del Sábado

21 de Adar I -  5774

Política de las lenguas judías: entre la etnia y la nación * de Cyril Aslanov
(fragmento)

Teodoro Herzl no asoció su proyecto de restauración de un Estado judío a la resurreción del idioma ancestral. En su escrito teórico Judenstaat, el visionario del Estado judío afirmaba que la lengua oficial del país tenía que ser aquella que se impusiera naturalmente por su carácter práctico. Adviértase, además, que la inmigración de Eliezer Ben Yehuda a Jerusalém en 1881, que fue verdaderamente el acto de nacimiento del hebreo moderno, se produce dieciséis años antes que el Congreso de Basilea. No obstante, la empresa sionista no tardó en coincidir con el proyecto de generalizar el uso del hebreo a todos los niveles de la comunicación y a todas las funciones sociolingüísticas. Cuando la visión de Herzl se concretó a nivel político con la gran ola inmigratoria de 1905 (la segunda aliá), ya estaba preparado el terreno para que el hebreo sirviera de lengua vehicular entre los diferentes judíos establecidos en Palestina.
Evidentemente, el idish no dejó de ser una lengua muy utilizada en el primer establecimiento judío en Tierra Santa. Pero su conservación sería el resultado de una cierta inercia lingüística. Por el contrario, el uso del hebreo por gente cuya lengua nativa era el idish reflejaba un fuerte voluntarismo, comparable a nivel lingüístico al voluntarismo político de los pioneros de la restauración nacional en la tierra ancestral. Entonces, la rivalidad entre el idish y el hebreo comenzó a coincidir aproximadamente con la oposición ideológica entre sionismo y bundismo.
A medida que el proyecto sionista se concretaba, el uso del idish parecía no solo retrógrado, sino también antipatriótico. Los jóvenes ya nacidos en la Palestina británica se avergonzaban de sus padres y de sus abuelos, que aún hablaban el idish, al menos en la esfera privada. De esta forma, además de reflejar una oposición ideológica entre bundismo y sionismo, la preferencia a favor del hebreo surgió como manifestación de rebelión juvenil. Dentro de la nueva sociedad pionera que los sionistas procuraban crear dentro de la Palestina británica, grupos de adolescentes manifestaban en las calles de Jerusalem o Tel Aviv con pancartas en las que se leían eslóganes a favor del uso exclusivo de la lengua hebrea. El más conocido era: yehudí, daber ivrit! (¡judío, hable hebreo!). La identificación de la juventud con el uso vernáculo del hebreo revela el carácter profundamente revolucionario del proyecto del renacimiento del idioma ancestral. Si el sionismo político de los años 1900-1948 fue un movimiento de índole revolucionaria e izquierdista, el equivalente de este proyecto en el ámbito sociolingüístico surge como una verdadera revolución cultural. No es fortuito que a través de la oposición entre hebraístas e idishistas se expresara también un conflicto cultural muy intenso entre judíos de observancia estricta y pioneros totalmente laicizados, para los cuales el hebreo no era una lengua santa.
El hecho de que los no menos laicizados bundistas de Europa Oriental y los judíos ortodoxos conicidieran con su negativa al hebreo como lengua nativa se debió a una convergencia objetiva que no refleja ninguna coincidencia ideológica. La razón de la oposición ortodoxa al uso vernáculo del hebreo es solamente religiosa. Como el hebreo es una lengua santa, utilizada en la liturgia sinagogal y en los libros sagrados, su vernaculización la expondría a una banalización sacrílega. Hasta una fecha bastante reciente, no era raro ver carteles escritos en hebreo que prohibían el uso de la lengua santa al nivel trivial de la comunicación oral. Lo más paradójico de esta oposición al uso vernáculo del hebreo fue que la prohición estaba formulada en hebreo. Así, se leía en hebreo que estaba “prohibido hablar en la lengua de la santidad” (asur ledaber bileshon ha-kodesh). De modo que, en la guerra entre los idiomas, la confrontación entre idishistas y hebraístas era al menos doble: oponía a los hablantes de hebreo tanto a los bundistas de Europa Oriental como a los piadosos judíos ortodoxos, sin que los dos campos del idishismo hiciesen causa común.
El Holcausto flageló cruelmente a las comunidades judías de Europa Oriental que constituían la masa más considerable de hablantes del idish. Aún en las zonas controladas por los soviéticos, esta lengua padeció la represión asesina que Stalin desencadenó contra los escritores de expresión idish. No menos de seis representantes de la literatura idish de la Unión Soviética (Der Nister, David Hofstein, Iztik Fefer, Leib Kvitko, David Bergelson, Péretz Markish) fueron fusilados en 1952. El idioma, empero, siguió siendo reconocido como una de las lenguas oficiales de la Unión. La coexistencia con el ruso, lengua dominante a nivel federal, y con las distintas lenguas étnicas de la URSS, era siempre muy desigual y desfavorable para el idioma minoritario.Jurídicamente, el idish se hallaba en el nivel de los idiomas étnicos sin base territorial o con una base territorial completamente ficticia. En efecto, la República de Birobidzhan, cuya lengua oficial era el idish, nunca tuvo una mayoría judía. El ruso, en cambio, no solo era la lengua común de la federación entera, sino también el idioma de la nacionalidad rusa, la más favorecida en la sociedad soviética.
(…)
En el ámbito soviético, el idish logró sobrevivir únicamente entre la generación nacida antes de la Segunda Guerra Mundial. El exterminio de grandes cantidades de judíos en Bielorrusia y en Ucrania en los primeros meses de la invasión alemana en 1941, la dispersión de los sobrevivientes hacia las zonas orientales de la URSS, que rompió la continuidad espacial y generacional de la idishofonía, y la competencia desigual entre le ruso y el idish provocaron la declinación de la práctica de la lengua ancestral. Además, el despertar de la identidad judía en la URSS en los años 1970 y 1980 se manifestó a nivel lingüístico a través de una focalización en el hebreo, el idioma prohibido, y no en el idish, vieja lengua agonizante, solo hablada por personas mayores. De esta forma, la lengua étnica ancestral ni siquiera logró sobrevivir en la Unión Soviética, en la que se prefería el idish al hebreo por razones políticas.
(…) El idish, que en vísperas del Holocausto casi se había vuelto la lengua más representativa del pueblo judío, perdió esta prerrogativa en la mayor parte del mundo judío. Los pronósticos en cuanto a su supervivencia no son optimistas, a pesar de los grandes esfuerzos que últimamente se han llevado a cabo, tanto en las diásporas como en Israel, para preservar la herencia lingüística y cultural del idish.
La declinación del idish en la segunda mitad del siglo XX revela, en contraste, la importancia de la estructura estatal para la preservación del idioma. El hecho de que desde 1922 el hebreo funcionara como lengua oficial del embrión de Estado constituido por la comunidad judía de la Palestina británica le dió una extraordinaria ventaja con respecto al idish, portador de una identidad étnica y no estatal, en el marco siempre más hostil de la Europa Oriental.
La desaparación progresiva del uso de la lengua idish en las diásporas del mundo libre se debe, entre otros factores, a la integración de la etnicidad judía en la nación moderna. Una vez que las comunidades de inmigrantes se hicieron reconocer como ciudadanos de pleno derecho pertenecientes a una tradición religiosa, la función del idish como portador de identidad étnica perdió su razón de ser. Ni el reciente renacimiento de la etnicidad en los Estados Unidos logró frenar la inexorable declinación del idish en el ámbito diaspórico. Las primeras señales del despertar de la etnicidad en los años 1970 llegaron demasiado tarde para salvar al idioma agonizante... Debido a la sionistización de la identidad judía y a la rejudaización de la ideología sionista, el hebreo asumió una función clave como agente identitario, además de su función principal de lengua oficial del Estado de Israel.

  • Artículo publicado en: Skura, Susana (compiladora), Reflexiones sobre el idish, Sholem Buenos Aires, Buenos Aires, 2012.
    Este libro se encuentra disponible en nuestra Biblioteca

Cyril Aslanov ( Francia, 1964) es lingüísta graduado en La Sorbona. Se desempeña como profesor de Lengua, Lingüística y Literatura Francesa en la Universidad Hebrea de Jerusalem.
Ha dictado seminarios de posgrado y doctorado como profesor visitante de la Universidad de Buenos Aires, la Universidad Nacional Autónoma de México, la Universidad de Moscú y la Universidad de San Pablo.

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