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viernes, 21 de septiembre de 2012

Misceláneas judías para la pausa del Sábado



Viernes 21 de Septiembre de 2012 - 5 de Tishrei de 5773 


Selección de cuentos, relatos, poemas y fragmentos de las letras judías, de los más diversos autores y de todas las épocas, seleccionados del archivo bibliográfico de la Biblioteca Popular “Alberto Gerchunoff”, con el fin de “iluminar”, a través de la lectura, ese momento particular de la semana : “la pausa del sábado”, como lo llamó tan secular y poéticamente, el poeta judeo argentino César Tiempo . 
GMAR JATIMÁ TOVÁ !!!

Los judíos
de  Yehuda Amijai (Würzburg, 3 de mayo de 1924 – Jerusalén 22 de septiembre de 2000)

Los judíos son como fotografías expuestas en un aparador
todos juntos en distintos tamaños, vivos y muertos,
novios y novias, muchachos en su bar-mitzvá con sus bebés.
Y hay retratos reconstruidos de viejas fotos amarillentas.
Y a veces llegan y rompen la vitrina
y queman las fotos. Y entonces son fotografiados nuevamente, revelados
y expuestos una vez más dolientes y sonrientes.

Rembrandt los pintó envueltos en turbantes
turcos en la belleza de su oro opaco.
Chagall los pintó flotando en el aire
y yo los pinto como mi padre y mi madre.
Los judíos son la reserva de un bosque primigenio
cuyos árboles se alzan apretados que ni los muertos
podrían yacer. Se apoyan, parados, sobre los vivos
y no se pueden distinguir. Sólo que el fuego
quemará a los muertos más rápido.

¿Y qué hay de Dios? Dios ha permanecido
como el perfume de una hermosa mujer que alguna vez pasó
sobre sus rostros sin que su cara se viera,
dejando su fragancia, aromas diversos,
creador de varios perfumes.

Un hombre judío recuerda la Sucá en la casa de su abuelo.
Y la Sucá recuerda por él
la peregrinación en el desierto que a su vez recuerda
la compasión por la juventud[1] y las piedras de las Tablas de la Ley
y el oro del becerro y el hambre y la sed
que recuerdan a Egipto.

¿Y qué hay de Dios? Según el contrato
de divorcio del paraíso y del Templo,
Dios ve a sus hijos sólo una vez
por año en el Día del Perdón.

Los judíos no son un pueblo histórico
ni un pueblo arqueológico siquiera, los judíos
son un pueblo geológico con grietas
y derrumbes y capas y lava ardiente.
Su historia debe medirse
con otra escala.


Los judíos roídos por el dolor y pulidos por el tormento
como piedrecillas junto al mar.
La ventaja de los judíos está solamente en su muerte,
como la ventaja de las piedrecillas sobre el resto de las piedras:
cuando una mano fuerte las arroja,
saltan dos o tres veces
sobre el agua antes de hundirse.

Hace poco me encontré con una bella mujer
cuyo abuelo me circuncidó
mucho antes de que ella naciera. Le dije,
ni tú me conoces ni yo a ti,
pero nosotros somos el pueblo judío,
tu difunto abuelo, yo el circunciso y tú, su bella nieta
de cabellera dorada: somos el pueblo judío.

¿Y qué hay de Dios? Cantábamos
“no hay como nuestro Dios” y ahora cantamos “no hay Dios”,
pero cantamos, nosotros todavía cantamos.


Traducción: Claudia Kerik


[1] Jeremías 2: 2.

Yehuda Amijai, revolucionario y dueño de casa  por Amos Oz  

Palabras de Amos Oz, pronunciadas con motivo del fallecimiento de Yehuda Amijai


Yehuda Amijai

Hace más de cuarenta años apareció Yehuda Amijai, un poeta joven cuyos poemas hablaban con una voz cotidiana y produjo una “revolución cívica”. Cambió una escala de valores completa.(...) Él se atrevió, en una época de militancia nacional y clasista, a decir: “La pequeñez del día a día, la santidad de la vida cotidiana”. En su revolución, Amijai condujo su poesía desde lo público, lo histórico, lo guerrero y lo general a lo íntimo, lo casero, lo prosaico, lo corriente. Así, cuando leemos a Amijai, sentimos como si escribiese en nuestra casa, en la cocina o en el dormitorio de los niños, o en nuestra alcoba, en el jardín o en la sala de estar. Hoy en día parece obvio, pero entonces, fue una revolución.
Este hombre, el poeta más hogareño de nuestra poesía -el poeta de las escaleras, del jardín, del hall, de la cama matrimonial- fue a la vez un poeta religioso y antirreligioso. En realidad, Yehuda Amijai no fue un hombre laico. Dios entraba y salía de su sala de estar no menos que el electricista o el plomero, no menos que el vecino o que su amada. Dios es un íntimo amigo de la casa y Amijai mantiene con Él un diálogo personal y habla con Él con dureza. Al mismo tiempo, Amijai es un poeta antirreligioso, porque odia la religión institucionalizada, la religión nacionalista, la religión mesiánica, la que se transforma en herramienta en manos de las legiones que marchan a la conquista.
Este poeta hogareño mantuvo conversaciones, casi a diario, con la historia judía, con la Biblia, con la Antigua Jerusalén, con sus padres muertos, con generaciones anteriores de judíos, con la lengua hebrea. Todo, como un hombre que dialoga con su vecino. Habla con los héroes bíblicos -con el rey Saúl, David y los profetas- como se habla con conocidos y vecinos. A veces, quejándose; otras, con una sonrisa indulgente.
(...) Amijai nos recuerda que la cultura de Israel no habita la sinagoga, no vive en las sagradas sepulturas, sino en nuestra lengua, por todas las generaciones. La cultura de Israel no reside en algún Shulján Aruj o en la orden de afeitar el cabello de las mujeres piadosas, sino que habita la lengua hebrea.
Desde este punto de vista, Amijai fue un amigo de la casa y también el dueño de casa de la cultura hebrea.

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