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Lunes a Viernes de 13.00 a 19.00 hs. 1 Piso de la Sociedad Hebraica Argentina - Sarmiento 2233

viernes, 23 de enero de 2015

Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto

27 de enero 1945 - Liberación de Auschwitz

 

Auschwitz fue liberado por el Ejército Rojo el 27 de enero de 1945. El campo fue establecido en mayo de 1940 en los terrenos de un antiguo cuartel militar polaco. Cámaras de gas comenzaron a funcionar en marzo de 1942.
Hasta la liberación en enero de 1945 fueron conducidos a Auschwitz Birkenau por lo menos 1.3 millones de prisioneros, el 90% de los cuales fueron asesinados inmediatamente después de la llegada.



Los liberadores de Auschwitz encontraron algunos miles de supervivientes, entre ellos niños. Esta foto está sacada de una película que filmó en Auschwitz Alexander Vorontsov, un fotógrafo que acompañó al Ejército Rojo durante la liberación del campo. En la foto aparecen trece niños, siete de los cuales han sido identificados desde entonces, por ellos mismos o por otros.





Fuente: www.yadvashem.org

viernes, 16 de enero de 2015

Misceláneas judías para la pausa del Sábado

25 de Tevet de 5775

SABRA de MARCOS AGUNIS y GUSTAVO PEREDNIK (fragmento)

El niño Absha había heredado en su hogar un profundo desprecio por el imperio otomano y también desconfianza hacia el imperio alemán. por lo tanto, en el fondo de su corazón, a Absha le importaban un comino tanto el turco que invitaba como el ilustre huésped que llegaba. Pero simultáneamente se produjo otra visita que lo sacudió hasta lo más profundo, tanto a él como a los otros niños de las colonias hebreas. Todos ellos, y los adultos, los habitantes de Hadera, los de Mikve Israel y los biluitas, henchidos de júbilo, se preparaban para la aparición del visionario a quienes algunos consideraban un Mesías. Teodoro Herzl iba a poner su pie en Eretz Israel para, precisamente, entrevistarse con el káiser.
Entre el descreimiento y la conmoción, los judíos se enteraron de que el autor del libro El Estado judío, el hombre del frac y larga barba asiria, el intelectual y dramaturgo que había puesto en marcha la demanda política de reconstruir la patria hebrea, Herzl, ya no sólo aparecería en el diario de noticias discurseando en congresos, sino que ahora anclaría de verdad en el país de la Biblia.
Ellos, que trabajaban duro para crear un país independiente basado en la perseverancia, conocería al optimista de Herzl que ofrecía un posible atajo: conseguir el reconocimiento internacional a la justicia de la causa judía y, a partir de ese reconocimiento, asegurar no ya sólo unas pocas aldeas sufrientes, sino un alud de poblados, carreteras, teatros, universidades, bosques, escuelas e industrias. Quedaba por demostrar si el atajo era quimérico o si la historia dispensaría sorpresas; si la realidad reservaba regalos impensados o si el dramaturgo vienés elucubraba una más de sus fantasías. El hombre del frac seguía presentando su proyecto ante cada rey, sultán, papa y presidente que abriera sus oídos. Y por su parte, Lolik, Fanny y la Primera Aliá persistían en su alucinado reclamo de frutos a las piedras.

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Sabra es la novela que publicaron recientemente Marcos Aguinis y Gustavo Perednik. En ella se narra la historia de Absalom (Absha) Feinberg a través de la voz de un "detective histórico" que en 1967 se empecina en investigar la muerte del protagonista y las múltiples claves que dejó sembradas a su paso. Feinberg fue un joven que hizo historia, vivió aventuras en el desierto, en la París de la belle époque y allanó el avance del ejército libertador británico en la Primera Guerra Mundial.
Esta apasionante historia nos acerca a un mundo a la vez cercano y exótico, estudiado y desconocido, de espionaje audaz y de crueles batallas, de pertinaz idealismo y de una sensibilidad que exalta la condición humana.

viernes, 9 de enero de 2015

Misceláneas judías para la pausa del Sábado

18 de Tevet de 5775
El verano del setenta y seis
de Etgar Keret

En el verano del setenta y seis hicimos obras en casa y añadimos un cuarto de baño más. Ese fue el cuarto de baño privado de mi madre, con baldosines verdes, unos visillos blancos y una especie de tablilla para escribir que se podía poner sobre las rodillas para hacer crucigramas. La puerta del cuarto de baño nuevo no tenía cerrojo, porque sólo era de mi madre y de cualquier forma nadie más tenía permiso para entrar. Aquel verano fuimos muy felices. Mi hermana, que era la mejor amiga de Rina Mor, Miss Universo, se casó con un dentista muy majo que había inmigrado de Sudáfrica y se fueron a vivir a Raanana. Mi hermano mayor se licenció en el ejército y consiguió un trabajo como agente de seguridad de El Al. Mi padre ganó un montón de dinero. Mi padre ganó un montón de dinero con las acciones de las prospecciones del petróleo y pasó a formar parte como socio de la empresa propietaria del parque de atracciones. Mientras que yo me pasaba los días obligando a los demás a hacerme regalos.
“Personas diferentes – sueños diferentes”, eso es lo que ponía en el catálogo de productos del extranjero del que yo me dedicaba a escoger mis sorpresas. Todo estaba allí, desde la pistola que dispara patatas hasta muñecos de tamaño natural del hombre araña. Y es que cada vez que mi hermano volaba a Estados Unidos, me dejaba escoger una cosa del catálogo. Los niños del barrio me tenían verdadera admiración por mis juguetes nuevos y me hacían caso en todo. Los viernes por la tarde íbamos toda la clase al parque Leumí a jugar al béisbol con el bate y el guante que me había traído mi hermano. Yo era el número uno, porque Jeremy, el marido de mi hermana, me había enseñado a lanzar la pelota con tal efecto que nadie era capaz de batearla.
A mi alrededor podían suceder cosas terribles, pero a mí no me afectaban en absoluto. En el mar Báltico tres marineros se habían comido a su capitán, a la madre de alguien de mi colegio le amputaron las tetas, el hermano de Dalit se mató accidentalmente en unos ejercicios militares. Einat Moser, que era la niña más guapa de la clase aceptó, y sin pedirles consejo a sus amigas, la proposición que le hice de que fuéramos novios.
Mi hermano dijo que esperaba con ansias que llegara mi cumpleaños para llevarme, como regalo, de viaje al extranjero. Entre tanto, los días de fiesta, nos llevaba a Einat y a mí al parque de atracciones en su Prinz azul, y yo les decía a los empleados que era el hijo de Schwartz y entonces nos dejaban subir gratis a todas las atracciones.
Para las fiestas íbamos a Zikron a casa del abuelo Reubén y él me estrechaba la mano con tanta fuerza que yo arrancaba a llorar, y entonces él me gritaba que era un mimado y que tenía que aprender a dar la mano como la da un hombre. El abuelo siempre le decía a mi madre que me había educado muy mal, que no me había preparado para la vida como era debido. Y mi madre siempre se disculpaba y le decía que justamente sí me había preparado para ella, pero que lo que pasaba era que la vida de hoy no se parecía en nada a la de antes. Que hoy ya no hacía falta saber preparar cócteles molotov con alcohol de quemar y clavos, ni matar para comer, que bastaba con aprender a disfrutar de la vida. Pero el abuelo insistía, tan testarudo como siempre. Me pellizcaba la oreja y me susurraba que para saber disfrutar, también había que saber lo que era sufrir. Porque si no, no servía de nada. La verdad es que yo lo intentaba, sólo que la vida era tan bonita entonces, en el verano del setenta y seis, que por mucho que me esforzaba, no conseguía sufrir por nada.
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De: Keret, Etgar, La chica sobre la nevera y otros relatos, Siruela, Madrid, 2006.

Etgar Keret nació en Tel Aviv en 1967.  Es un escritor de cuentos cortos, guionista de televisión y director de cine israelí, considerado el máximo exponente de la narrativa moderna en hebreo, por su empleo del lenguaje corriente para contar historias donde la vida cotidiana, el humor negro, el surrealismo, lo grotesco y lo infantil forman parte de un mismo universo.
Sus cuentos, consumidos masivamente en Israel por un público mayoritariamente adolescente, se han traducido a más de diez idiomas. En tanto, su carrera cinematográfica es muy promisoria. 

jueves, 8 de enero de 2015

Novedades en Biblioteca

- Rebelión de los oficios inútiles de Daniel Ferreira (Premio Clarín de Novela 2014)
- Fuera de la jaula de Fernanda García Lao
- Por el sendero de las lágrimas de Gloria Casañas
- Jasy de Florencia Bonelli
- El puñal de Jorge Fernández Díaz














- El estudiante de John Katzenbach
- Nos vemos allá arriba de Pierre Lemaitre (Premio Goncourt 2013) 
- Las siete cajas de Dory Sontheimer
- La simetría de los deseos de Eshkol Nevo




                                                              

viernes, 2 de enero de 2015

MIsceláneas judías para la pausa del Sábado

11 de Tevet de 5775
 
Balada del judío que llegó del gris al azul
de Itzik Manguer *

El gris amanecer se posó descalzo en el patio
y golpeó en la ventana más pobre,

y despertó del sueño el pobre judío
y vistió sus ropas grises.

Cargó en sus hombros el zurrón de mendigo
y tomó en la mano su bastón gris,

y así, los dos, él y el bastón,
se encaminaron con pasos lentos por el camino gris.

Camina y camina y el gris se torna
cada vez más espeso y pesado como plomo;

se entristece el pobre judío gris
y en sus ojos centellea una lágrima.

Una lágrima grande que rueda lentamente
y cae silenciosa en su barba gris;

la barba gris del judío se torna azul
por la fina, plateada luz de la lágrima.

Pero ¿cuánto dura la luz plateada de una lágrima?
Breves momentos y desaparece.

El judío se detiene ante un árbol gris
y reza en voz alta una plegaria:

“¡Creador del mundo! Borra lo gris
de todos mis caminos. Y que sean

mi errar y ambular por este mundo Tuyo
radiantes y luminosos.”

Concluida la plegaria, aliviado el corazón,
y esta plegaria – una mariposa azul -

aletea delante de él, un puntito azul
en un paisaje que va de gris en gris.

El pobre judío sigue su camino y ve
que entre las rutas se erige

una hostería gris y en el umbral
una rubia mujer vestida de azul.

Los ojos del judío se agrandan sedientos
y su mirada bebe todo el azul.

Y dice la rubia mujer: “Que Dios os ayude, Reb Id (1),
seguramente estáis cansado del camino,

entrad entonces por un momento a nuestra casa,
tenemos suficiente pan y vino.”

El judío abre la puerta con manos cansadas
y ve encaladas paredes pintadas de azul.

En el rincón está sentado el dueño de la casa
teniendo en sus brazos a su benjamín,

al que narra un cuento del reino azul
rodeado por doquier por un río azul.

Lo escucha el judío y cansado del azul
cae en un sueño, cansado del azul.

El sueño teje un camino, y éste es azul,
y el bastón es azul, el zurrón es azul.

Y el pájaro, que pasa volando, es azul,
y azules son el campo, el bosque y el río.

Pasmado mira el tabernero, y mira su mujer,
cómo del judío desborda el azul

y llena la habitación y rebosa
y envuelve con azul toda la casa.

¿Quién llora? ¿Oyes? Afuera llora
el camino gris, tal como llora un niño:

“¿Por qué el judío me dejó solo,
afuera, desamparado a merced del viento?”

El tabernero despierta al judío: “Despertad, Reb Id,
afuera os espera el camino!”

Sonríe el judío soñando: justito
llegó al portón del reino azul.

He aquí que abre el portón y ve
en el valle las tres ciudades azules.

Pasmado mira el tabernero y mira su mujer,
como del judío desborda el azul

y llena la habitación y rebosa
e inunda en el azul a toda la casa.

Y lo azul se torna murmullo y tartamudeo y vuelo,
y susurro y ruido y canto del más allá;

se torna hoja y rama y tronco y árbol
y nube y bosque y sueño que supera a otro sueño.

Y lo azul se torna ola y río y mar,
concepción del misterio y su rima sagrada

se torna paso y taconeo y danza y alegría,
se torna dicha suprema y eternidad.

Se torna centelleo y brillo y rayo y luz,
se torna sombra y sustancia y se torna rostro.

Pasmado mira el tabernero y mira su mujer,
cómo el judío desborda el azul

y llena la habitación y rebosa
y envuelve de azul toda la casa
y................................................


(1) Textualmente “Rabí Judío”, es una manera de dirigirse respetuosamente a un judío cuyo nombre se desconoce.
Traducción: Simja Sneh
 
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* Itzik Manguer nació en 1901 en Chernovitz, su padre era sastre y sustentaba el hoga con grandes dificultades. Su trayectoria en la poesía idish tiene un profundo calor popular y se nutre en los folklores judío y eslavo. Su obra, que incluye poemas y baladas, fue escribiéndose a lo largo de de una vida vagabunda, cuyo último puerto fuera Tel Aviv, ciudad a la que arribó en medio de homenajes oficiales, en 1967 y donde falleció dos años más tarde.

Esta balada fue extraída del libro "Pájaros nocturnos" (AMIA, 1975), prologado por Ernesto Sábato que escribió:

"En el comienzo de este siglo apocalíptico, señalado para el mayor y más bárbaro exterminio de su raza, nacía Itzik Manguer en un ghetto cualquiera de la Europa Oriental. Y allí creció, entre las angustias y alegrías de ese misterioso pueblo, capaz de volver a reír y bailar sobre las cenizas del último pogrom. El destino no le ahorrará ni dolor, ni pobreza, ni exilio, ni enfermedad, pues Dios pone a prueba el temple de los que un día deberán cantar y llorar el corazón del hombre...
Así, a través de su espíritu mediador, recibimos la palabra del gran poeta remoto.Que con la lengua de judío, cantando sus esperanzas y desventuras de judío, con nostalgia y meditación de judío, nos hablaba finalmente de cada uno de nosotros, de los interrogantes últimos de cualquier ser que espera, siente, ama y sufre en cualquier lugar de la tierra."