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viernes, 31 de octubre de 2014

Misceláneas judías para la pausa del Sábado

7 de Jeshvan de 5775

Piedra por piedra (fragmento)
de Batya Gur

Ella empezó a venir en el otoño y no dejó de hacerlo ni una noche. Boris Tabashnik, el vigilante nocturno empleado por el moshav, se acordaba perfectamente de la primera vez, porque había caído una lluvia breve y repentina, y antes de que empezara a llover había lucido una luna diluida en un halo borroso, como en las noches de siroco, una luna que asomaba por entre las nubes pesadas y rojizas.
También esa noche, como todas las demás desde el otoño, Boris vio a la mujer al final del estrecho camino interior paralelo al vallado - el que rodea el moshav hasta llegar al cementerio - aproximarse a la farola grande que ilumina el portón automático que se cierra cada tarde al oscurecer. Como todas las noches de los últimos meses la miró cuando pasaba bajo la farola, hasta que se fue alejando. Estaba sentado en la silla de madera que había colocado junto a la puerta de hierro marrón abierta a la oscuridad, como si la estuviera esperando. A medida que las noches iban pasando la figura de ella, que aparecía siempre entre la media noche y la una de la madrugada, se iba convirtiendo en la señal para hacer la primera pausa en la guardia de una noche de trabajo, para poner a hervir el agua del café y sentarse al escritorio. El regreso de ella caminando por aquella carretera, unas veces al cabo de dos horas y otras al amanecer, cuando la noche empezaba a palidecer, le hacía levantar la vista del asiento de madera, junto a la desvencijada mesa, hacia la ventana estrecha que miraba al exterior, convirtiéndose eso también en señal de algo, como una especie de muesca en el tiempo: unas veces como recordatorio para estirar un poco los músculos y otras como un impulso para salir a la carretera, dar una vuelta alrededor del moshav y cerciorarse de que todo estaba en orden.
A medida que iban pasando las noches reconocía en su interior la esperanza de que ella apareciera de nuevo. Durante las últimas noches, desde que le había visto el rostro a la luz del día, su agitación iba en aumento al verla aparecer caminando. Nunca volvía la cabeza hacia él cuando pasaba por delante de la entrada iluminada de la garita. Tampoco esa noche. Boris volvió a sentir ahora que la habitación entera, tan estrecha e inhóspita, con sus resplandecientes paredes blancas y la cama de hierro con el viejo colchón cubierto por una colcha naranja peluda y áspera, se convertía, en el momento en el que ella pasaba a poca distancia, en una especie de entregado centinela que proyectaba una silueta oblicua sobre la oscuridad del exterior.
Había estado lloviendo durante toda la última semana y el cuerpo alargado de espalda encorvada y cabeza gacha, con unas botas negras que a cada paso desgajaba el barro que cubría el camino, se movía con una pesadez mucho más patente que de costumbre. Al pasar bajo la farola que había junto al portón automático, la luz se proyectó sobre lo que primero pareció una joroba, pero que ahora, a la luz del foco, resultó ser una mochila grande y oscura que le cubría la espalda y los hombros. Con las dos manos sujetaba un cilindro largo y grueso oculto por un envoltorio blanco. A pesar de que su paso era firme y de que tenía el andar propio de quien sabe adónde se dirige, y a pesar también de que ahora Boris ya sabía que la mujer había nacido en el moshav en una familia respetable y veterana en el lugar, esta vez despertó en él, quizá por la carga que llevaba en las manos, que desde lejos parecía pesada, y por la mochila, una sensación de camaradería mezclada con piedad, como si estuviera ante una refugiada.

Batya Gur, Piedra por piedra, Editorial Siruela, Madrid, 2005.

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Batya Gur (Tel Aviv, 1947 - Jerusalén, 2005) se doctoró en Literatura Hebrea por la Universidad Hebrea
de Jerusalen, donde fue profesora durante más de 20 años. Ha publicado varias novelas que pertenecen a la serie policiaca de Michael Ohayon, por las que es muy conocida entre los lectores de habla hispana. 

Piedra por piedra no corresponde a esa serie, pero como en aquellas, Batya Gur pone al descubierto las contradicciones de la sociedad israelí y examina los conflictos de su país.




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