por Adolfo Kuznitzky
Introducción
La Inquisición 
española marcó con tanta fuerza la historia de España que puede considerarse que 
tanto su vigencia como su fenecimiento dividen a la misma en dos épocas. A la 
trascurrida luego de su abrogación podemos denominarla como posinquisitorial y 
es en ese marco temporal, que arranca en el siglo XIX hasta nuestros días, que 
consideraremos cómo se concibió al judaísmo español, que dada la expulsión 
producida en 1492, era inexistente. Por otra parte, los judeoconversos se 
integraron, aunque no con pocas dificultades, totalmente a la sociedad 
mayoritaria cristiana con excepción del caso de los Chuetas de Mallorca que 
fueron discriminados étnicamente hasta muy avanzado el siglo XX y la pervivencia 
de algunos tics etnoreligiosos en el resto de España de escasa importancia 
social. Este grado de fusión fue casi total al punto que resulta casi imposible 
determinar genealógicamente quienes descienden de conversos, a pesar de que 
estudios genéticos recientes dan cuenta que el veinte por ciento de la población 
española desciende de judeo conversos[1]
No obstante, para 
ubicar en el contexto histórico el tema que abordamos resultará útil hacer unas 
breves consideraciones sobre la historia de los judíos españoles que fue 
singular bajo diversos aspectos, siendo los principales el cuantitativo porque 
ninguna nación europea albergó a tantos, al punto de considerarse como un 
porcentaje, si bien discutido, considerable de la población, y el cualitativo 
que deriva de las conversiones masivas al cristianismo.
Por otra parte, el 
judaísmo preinquisitorial o medieval cumplió un importante papel y pudo 
convivir, aunque no siempre armoniosamente, con con la casta musulmana y 
cristiana y a esta última sirvió de distintas maneras colaborando, por ejemplo, 
activamente en la Reconquista lo que también fue posible porque el cristianismo 
español, hasta la llegada de las órdenes mendicantes fue más tolerante con ellos 
que en resto de Europa. Esa inserción hizo que la judería de España tuviera un 
nivel muy superior al de las otras naciones permitiendo que se destaquen muchos 
de sus integrantes, lo que ocurrió incluso posteriormente con los conversos de 
ese origen y su descendiente, entre los cuales podemos mencionar al Obispo de 
Burgos Santa María, Santa Teresa de Jesús y Fray Luis de León.
Antecedentes 
históricos
Todo lo brevemente 
analizado nos da una idea del importante aporte judaico al ser español, cuya 
dimensión provocara tantas polémicas, sobre todo la que protagonizara Américo 
Castro y Claudio Sánchez Albornoz y que se enhebra con el aspecto que 
consideraremos, constituyendo el mismo una de las más relevantes singularidades 
mencionadas; el filosemitismo español de los siglo XIX y XX.
“Si se observan fisonomías es necesario remontarse al 
recuerdo de aquellos semblantes… ¡cuántas caras españolas entre los judíos de 
Tetuán! ¡Cuántas caras judías entre los españoles! Si hoy renaciera lo de los de 
cristianos viejos y nuevos, la antropología, con más certeza que un inquisidor, 
diría a muchos cristianos fervientes y hasta fanáticos sois 
judío…”.[3]
A partir de ese 
momento se crea una corriente de simpatía hacia los sefarditas dispersos por el 
mundo dado que conservaban el idioma castellano y que pronunciaban como los los 
españoles del siglo XVI[4] y muchas 
costumbres de esa época. Sánchez Albornoz nos señala que advertía en ellos 
rasgos de españolía, que no veía en los judíos cuando vivieron en España puesto 
que, como es sabido, su postura frente al factor judaico en la historia de 
España es negativa en algunos aspectos llegando a decir “ Más aún, una tajante 
oposición enfrenta lo hebraico y lo hispano…Es más fácil unir el agua con el 
fuego que hallar vínculos de parentesco entre lo hispánico y los hebraico”. 
Resalta lo opuesto que considera a lo judaico de lo español, al sostener que no 
hay tarea más difícil de armonizar o avenir, y que nada de lo esencial de la 
contextura temperamental de los hebreos ha dejado huellas entre los españoles, 
concediendo, y esto es lo que remarcamos, que los rasgos de pura españolía 
pueden encontrarse en los judíos de origen español dispersos por el 
mundo.[5]
Esos rasgos hispánicos 
que veían en los sefarditas también fueron contrastados, por quienes 
participaban de esa sefardofilia, con los ashkenazíes (judíos del centro y el 
este de Erupora), considerando, como es el caso de Pulido, a los primeros 
superiores y que se sienten españoles extrañando la patria perdida y a los otros 
como degenerados y mezquinos,. Lo curioso es que esta superioridad es 
autopercibida por ellos mismos como es el caso de Italia cuando los judíos que 
provenían de España no admitían que se les confundiese con los tudescos 
(provenientes de Alemania), como solían decir dado que presumían de ser 
españoles, y, por lo tanto, hidalgos [6] o en el 
caso de las ínfulas aristocráticas que tenían, seguramente heredadas en su 
origen español., Tal era su convicción en ese sentido, que de ello da cuenta 
Pinto, el miembro de esa comunidad en Amsterdam que con mucho dolor se dirigió a 
Voltaire por sus expresiones ácidamente antijudías, señalándole que no debía 
confundirlos con los judíos de Europa del Este[7].
La campaña filosemita se corporizó en Emilio Castelar que 
presidió el gobierno en 1881, que había 
escrito un libro Recuerdos de Italia en el que hace hincapié en el carácter 
español de los sefardíes, tarea en la que fue seguida por el doctor Angel 
Pulido, que se llevó una enorme sorpresa al encontrarse con judíos que hablaran 
español, y desde entonces dedicó su vida este tema y escribe un libro que se 
titulará Españoles sin patria y la raza sefardí con el objetivo reconquistar al 
pueblo judeoespañol para mostrar al mundo que España ya no es más la nación 
intolerante y fanática[8]
Análisis de la 
naturaleza de la sefardofilia.
m
Se crearon institutos de estudios relacionados con la 
historia de los judíos españoles y lo curioso es que el interés o la denominada 
Sefardofilia no se limitó a los sectores liberales sino también a los sectores 
más tradicionales cuyo representante más genuino y eminente fue Menéndez y 
Pelayo, a pesar de que para él la estirpe liberalesca 
representaba una idea ajena por completo y aún contraria a la esencia de 
España que equiparaba catolicismo y casticismo porque era consustancial a 
España, doctrina que sirvió de base y fundamento al nacionalcatolicismo tal como 
se forjó en la España de Franco. No obstante, Menéndez y Pelayo admiraba el 
talento metafísico y la actitud del pueblo judío para las altas especulaciones 
intelectuales y en un epigrafe que escribe les dedica el siguiente homenaje: “A 
los sefarditas repartidos por el mundo, que, con nostalgia inextinguible, 
recuerdan a España dedica esta página reivindicatoria [9].
Su concepción 
filosófica e histórica es la de una nación eterna, en una visión esencialista y, 
por ende, ahistórica, porque sólo concebía una Hispania católica, sin 
heterodoxias y, lamentablemente, al estudiarla, llega a la conclusión de que la 
historia de España es una historia de heterodoxias.
Incluso es dable 
atribuir a Menéndez y Pelayo cierta simpatía por los judeoconversos porque 
cuando considera a la limpieza de sangre entiende que se trata de un “antipático 
asunto” y para exculpar a los españoles de esa actitud Américo Castro 
aparentemente recoge de él una extraña teoría[10] y es la 
que atribuye a los judíos haber inspirado a los racistas españoles al considerar 
a la religión judía como étnica. En ese afán exculpatorio llega a decir que “la 
sociedad española acogía con los brazos abiertos a los neófitos, insinuando de 
alguna manera que los conversos no correspondieron condignamente a esa fraternal 
acogida”.[11]
Con esos antecedentes 
no resulta extraño, a pesar su casticismo esencialista, que fuera convencido con 
los argumentos filosefarditas de Pulido, juntamente con Pérez Galdós, Unamuno, 
Echegaray, Pardo González, y Valera[12]
No obstante todo lo 
expuesto Pérez señala que se hizo poco desde el punto de vista político y 
social, sobre todo porque el antijudaísmo se mantuvo muy activo, y en ese 
sentido la hispanista belga Christiane Stallaert sostiene que los tics 
etnoreligiosos permanecían vigentes en pleno siglo XX, y que padeció nada menos 
que el apóstol de la reivindicación de los sefarditas, Ángel Pulido, al tener 
que adoptar la precaución de declarar en 1905 en su libro su pertenencia 
etnoreligiosa expresando “Somos cristianos descendemos de cristianos 
viejos”.
Si bien los resultados de la causa defendida por Pulido 
fueron relativos, avanzó mucho en el campo intelectual y científico. Se fomentó 
el interés académico por los estudios hebraicos y entre ellos a los 
medievalistas y especialistas en historia de la literatura, como la escuela de 
Ramón Menéndez Pidal, quien vio en aquella producción conservada por la 
tradición oral entre los sefardíes de Marruecos una confirmación de sus tesis 
sobre el viejo 
romancero medieval, es decir, se interesó por la cultura sefardí como testimonio 
vivo de su españolidad. 
Desde finales del 
siglo XIX, el folklore judeo-español suscitó una serie de investigaciones que 
procuraron recoger, publicar y comentar aquel tesoro insospechado,. También los 
músicos se ocuparon en el mismo sentido[13]
Por otra parte, 
tenemos lo que para Pérez constituye un filosefardismo de derechas del que 
participaron activamente intelectuales como Giménez Caballero y Foxá, que luego 
confluirán en el falangismo, una suerte de fascismo español. Entendemos que esta 
corriente debe ser diferenciada de la nacionalcatólica por razones ideológicas, 
del que como vimos Menéndez y Pelayo fue un precursor, a pesar de que ambas 
apoyaron a Franco. Para comprender esa actitud, según ese autor, hay a partir de 
la visión negativa que muchos militares africanistas solían tener de los 
“moros”, considerados como unos bárbaros y degenerados y, por el contrario, los 
sefardíes se les antojaban mucho más educados y medio españoles. A partir de 
ello la Junta de relaciones culturales organizó una gira por los Balcanes para 
que Ernesto Giménez Caballero pronunciase varias conferencias en las comunidades 
sefardíes, rechazando el antisemitismo de Pío Baroja, y escribió en La Gaceta artículos sobre esa tendencia.. En tareas 
parecidas, tanto los diplomáticos Agustín de Foxá como José María Doussinage 
propiciaban el “Sefarditismo económico” por el que se trataba de mostrar, 
reiterando los argumentos de Pulido, que eran superiores a los otros judíos 
debido a su mezcla racial con los castellanos y creían que podían ser un arma de 
penetración española.[14]
Esa tendencia también 
es contemplada por Gonzalo Álvarez Chillida quien señala que el rey Alfonso XIII 
y sus gobiernos desde el inicio del protectorado español en el Norte de 
Marruecos, en 1912, apoyaron el filosefardismo habida cuenta del apoyo de los 
hebreos de la zona a la penetración española y como consecuencia de ello – 
señala – surge ese filosefardismo derechista en el que militarán en los años 
veinte intelectuales que destacaron más tarde – según hemos visto – en el 
falangismo, como los mencionados Ernesto Giménez Caballero y Agustín de Foxá. 
Ahora bien, este autor distingue – a nuestro juicio acertadamente – entre una 
derecha liberal y otra antiliberal y autoritaria y la instalación de la 
república, por distintas razones, hizo virar drásticamente a estos dos 
intelectuales que acabaron abrazando la causa antisemita. Aún siendo así, la 
situación, estos sectores siguieron haciendo una no tan sutil diferenciación 
entre los hebreos sefarditas y los de origen ashkenazi, con lo cual el 
filosefardimo, si bien alto relativizado, no desapareció. Veremos el caso de la 
ilustre pluma del periodismo y la intelectualidad derechista como es el caso de 
Luis Astrana Marín, cuya prédica era esencialmente ideológica porque en España 
no había casi judíos y llegó a decir “No habrá paz en el mundo mientras existan 
los judíos”, con un sesgo potencialmente exterminador, pero que aún deja lugar 
para hacerse eco del filosefardismo y expresó: “Yo, aunque antisemita sin 
rebozo…dejo aparte a los verdaderos sefardíes, porque antes que antisemita soy 
español… Ése ya no es el judío que yo combato… Ese judío no es propiamente 
judío”. Esto no hace más que evidenciar el antisemitismo de derechas y cómo 
preocupaba a los españoles la sangre judía que ellos mismos llevaban, lo que lo 
hace decir también: “ de tantos judíos como hay, no sabe ya quién lo es ni quién 
no lo es”.[15]
Por esas razones el 
antisemitismo español presentó ciertas singularidades que no fue común a las 
otras naciones europeas movió a Stanley Payne a hablar de la “Paradoja española: 
el prejuicio tradicional y sefardofilia”.
El carácter paradójico 
que señala este autor quedó evidenciado, además, en situaciones como, por 
ejemplo, el filosemitismo catalán que produjo reacciones adversas en otras 
regiones y provocó que los habitantes de algunas de ellas por rivalidades 
anteriores, adjudicaran a su adversario una supuesta descendencia judía para 
desprestigiarlo y como forma de insulto.
Cuando Álvarez 
Chillida se refiere a Franco lo describe como filosefardí desde sus años en la 
guerra de Marruecos, para lo cual recuerda el apoyo judío a los españoles, y 
que, en 1926, publica un artículo titulado “Xauen la 
triste”, en la Revista de tropas coloniales, 
en el que resaltaba la gran dignidad y las virtudes de los hebreos que 
acompañaron a los españoles en su retirada de la ciudad ciudad rifeña a finales 
de 1924. Imagen que contrastaba con el salvajismo que atribuía al enemigo 
musulmán. Desde aquellos años africanos Franco mantuvo la amistad con varios 
notables judíos de aquel territorio, algunos de los cuales le ayudó activamente 
cuando la sublevación de julio de 1936. Ya en 1942, con el Eje en el apogeo de 
su poder, Franco inserta en un guión cinematográfico que escribiera y que 
denominara RAZA ese pensamiento. En el mismo, el protagonista principal, que 
sería él, guía a su madre por Toledo y frente a la Iglesia Santa María la 
Blanca, que fue anteriormente sinagoga, le cuenta que los judíos se purificaron 
al contacto con España y que los judíos de Toledo se opusieron a la crucifixión 
cuando fueron consultados por los fariseos. Para él, la superioridad de la 
nación española se manifestaba por su capacidad de purificar hasta a los judíos, 
convirtiéndolos en sefardíes, bien diferentes de sus correligionarios., Ese 
filosefardismo se había manifestado oficialmente ya un año antes cuando el 
Consejo Superior de Investigaciones Científicas creo la Escuela de Estudios 
Hebraicos, que comenzó a editar la revista Sefarad.[16]
Otra manifestación de 
lo que podríamos filosefardimo oficial o político fue la que se expresó en el 
gobierno de Primo de Rivera en el año 1924 concedió la nacionalidad española a 
protegidos de origen español entre los que se encontraban los sefardíes de la 
diáspora
Conclusiones.
La génesis del 
filosefardismo la podemos rastrear en la singularidades de la historia de los 
judíos de España y los conversos de ese origen según las consideraciones 
introductorias que hicimos, pero en la España posinquisitorial debemos tener en 
cuenta, de acuerdo a lo enseña Pérez, que el antisemitismo moderno nacido en la 
Mitleeuropa hizo poca mella y <no ingresa a España [17]. Al no existir judíos se exteriorizó 
solamente en la faz ideológica conspirativa y no racialmente. De esta manera las 
referidas singularidades se podrán evaluar, concretamente, en diferentes 
acontecimientos y contextos como, por ejemplo, la guerra civil y la actitud de 
Franco frente a la segunda guerra mundial y el Holocausto.
También vimos que esa 
tendencia puede ser clasificada de distintas maneras según sea su vertiente, 
cultural académica, política, oficial o histórica.
[1] Diario El País; “Sefardíes y moriscos siguen aqu”í;Javier Sampedro 5 de 
diciembre de 2008.
[2] Pérez, Joseph; “Los Judíos en España”; Ed. 
Marcial Pons; Madrid 2005; p. 296.
[3] Stallaert, Christiane, Ni una gota de sangre impura, Editorial: Galaxia 
Gutenberg, Barcelona, 2006; p. 251
[4] Pérez; ob. cit; p. 
278
[5] Sánchez Albornoz, Claudio; “ España, Un 
Enigma Histórico”; Ed. Hispano América, Barcelona 1973; “ Españoles ante la 
Historia”; pp 163-4-76-
[6] Pérez; ob.cit.; 
p..264.-
[7] Poliakov, León; “ Historia del 
Antisemitismo”II; “De Mahoma a los Marranos”; Ed. Siglo XX, Buenos Aires 1968 y 
Ed Raíces, Buenos Aires 1988. ob. cit., pág. 222: “No usan barba y su vestimenta 
no presenta ninguna particularidad; los más ricos conceden tanta importancia a 
la elegancia y el fasto como los más encumbrados de los otros pueblos europeos, 
de los sólo se diferencia por su religión…”; pág. 262. “(…) El personaje del 
judío barbudo… les irritaba especialmente que se fundiera en una misma imagen 
poco halagadora a todos los judíos”.
[8] Perez; ob. cit; p. 
301
[9] González Blanco, Pedro : “ Contribución de 
los Judíos Españoles a la Cultura Universal “; Ed. Cajica Mexico; p. 
95
[10]Netanyahu, Benzion; “Los Origenes de la 
Inquisición; Ed. Critica; Barcelona 1995; .p. 884.
[11] Netanyahu; ob. cit; p. 
145
[12] Pérez; ob.cit; p. 
302-
[13] Perez; Ibid.; 303
[14] Pérez; ibd,; p. 
308.-
[15]Álvarez Chillida, Gonzalo, El Antisemitismo en España: la imagen del judío 1812-2002, 
Marcial Pons Ediciones de historia, Madrid, 2002; p.. 313; Álvarez 
Chillida, Gonzalo e Izquierdo, Ricardo Benito; El 
Antisemitismo en España; pp.181; 187 y 189.
[16] Álvarez Chillida; El Antisemitismo en 
España; p. 189
[17] Pérez; ob. cit.; p 
295.-
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