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viernes, 28 de febrero de 2014

Misceláneas judías para la pausa del Sábado

28 de Adar I de 5774
"Shabat" de A. Y. Heschel (extractos)

El judaísmo es una religión del tiempo que aspira a la santificación del tiempo. Contrariamente al hombre con conciencia de espacio para quien el tiempo es invariable, reiterativo, homogéneo, y para quien todas las horas son iguales, indefinidas, cáscaras sin contenido, la Biblia tiene conciencia del carácter diversificado del tiempo. No hay dos horas iguales. Cada hora es incomparable y es la única que se da en el momento, exclusiva e infinitamente preciosa.
El judaísmo nos enseña a ajustarnos a la santidad del tiempo, a estar pendientes de acontecimientos sacros, a consagrar santuarios que emergen del sublime devenir del año. Los shabatot son nuestras grandes catedrales, y nuestro Sanctum Sanctorum es un santuario que ni los romanos no los griegos lograron quemar.
(...)
Todos estamos fascinados con el esplendor del espacio, con la grandiosidad de los objetos en el espacio. “El objeto” es una categoría que pesa en nuestras mentes, tiranizando todos nuestros pensamientos. Nuestra imaginación tiende a moldear todos los conceptos a su imagen. En nuestra vida diaria atendemos primero a aquello que los sentidos nos revelan: lo que los ojos perciben, los dedos tocan. Para nosotros, la realidad se traduce en objetos, formados por sustancias que ocupan espacio. Hasta Dios es concebido por muchos de nosotros como un objeto.
El resultado de nuestra conciencia de los objetos es nuestra ceguera a toda realidad que de primera intención no se identifica como un objeto. Ello resulta obvio en nuestra comprensión del tiempo, que siendo no cosa e insustancial, se nos aparece como carente de realidad.
Efectivamente, sabemos qué hacer con el espacio pero no sabemos qué hacer con el tiempo, salvo subordinarlo al espacio. Muchos de nosotros nos afanamos en aras de conseguir cosas materiales. Como resultado, padecemos de un temor del tiempo profundamente enraizado y nos quedamos pasmados cuando nos vemos obligados a mirarlo a la cara. El tiempo es para nosotros un sarcasmo, un monstruo astuto y traicionero con fauces, como un horno que incinera cada momento de nuestras vidas. Retrayéndonos, pues, de afrontar el tiempo, buscamos refugio en los objetos del espacio; las posesiones se transforman en símbolos de nuestras represiones, júbilo o frustraciones. Pero, los objetos del espacio no están hechos a prueba de fuego, sólo agregan combustible a las llamas...
Es imposible para el hombre eludir el problema del tiempo. Cuanto más pensamos, más nos damos cuenta: no podemos conquistar el tiempo a través del espacio. Sólo podemos dominar el tiempo en términos de tiempo.
(…)
Tiempo y espacio están mutuamente relacionados. Pasar por alto a cualquiera de ellos es ser parcialmente ciego. Lo que condenamos es el sometimiento incondicional del hombre al espacio, su esclavización a las cosas. No olvidemos que no es el objeto lo que da significación al momento; es el momento el que presta significación a los objetos.
(…)
La Biblia muestra más interés por el tiempo que por el espacio; ve el mundo en la dimensión del tiempo. Presta más atención a las generaciones, a los acontecimientos, que a países, a cosas. Se ocupa más de historia que de geografía. Para entender las enseñanzas de la Biblia, se debe aceptar su premisa que el tiempo tiene una significación para la vida que es por lo menos igual a la del espacio; que el tiempo tiene significación y soberanía por derecho propio...
(…)
En tanto que las fiestas celebran acontecimientos que han ocurrido en el tiempo, la fecha del mes asignado a cada fiesta dentro del calendario está determinada por la vida dentro de la naturaleza. Pesaj y la fiesta de las Cabañas, por ejemplo, coinciden con la luna llena, y la fecha de todas las festividades es un día en el mes, y el mes es el reflejo de lo que ocurre periódicamente en el reino de la naturaleza, puesto que el mes judío comienza con la aparición de la luna nueva, con la reaparición del cuarto creciente en el cielo nocturno. En contraste, el Shabat es completamente independiente del mes y no tiene relación alguna con la luna. Su fecha no se determina por ningún acontecimiento de la naturaleza, como ser la luna nueva, sino por el acto de la creación. La esencia del Shabat está completamente desprendida del mundo del espacio.
La significación del Shabat es celebrar el tiempo más que el espacio. Seis días de la semana vivimos bajo la tiranía de los objetos en el espacio; en el Shabat tratamos de estar en armonía con la santidad en el tiempo. Es un día en el cual se nos invita a compartir lo que es eterno en el tiempo, a retornar de los resultados de la creación al misterio de la creación, del mundo de la creación a la creación del mundo.

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Abraham Joshua Heschel (Varsovia, 1907 - Nueva York, 1972) fue un prominente 

rabino y uno de los principales teólogos judíos del siglo XX. Nacido en Varsovia, se formó en Alemania y escapó del Holocausto al poder viajar a Estados Unidos en 1940, donde continuó sus actividades hasta su fallecimiento en 1972.
Heschel explica muchas facetas de pensamiento judío medieval y moderno, incluido estudios sobre filosofía, cábala y jasidismo.
Heschel vio las enseñanzas de los profetas hebreos como un llamamiento para la acción social en los Estados Unidos y activó en el movimiento de derechos civiles y en contra de la Guerra de Vietnam.
Su obras más conocidas son:
  • La tierra es del Señor (1950).
  • Preguntas del hombre a Dios: estudios sobre oraciones y simbolismos (1954).
  • Dios en busca del hombre: una filosofía del judaísmo (1956).
  • Los profetas (1962).
  • El Shabbat, su significado para el Hombre moderno (1956)





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