7 de Shevat de 5773
Viaje al fin del milenio (fragmento)
de Abraham B. Yehoshua
Pero mientras Ben Atar está pensando si acompañar al rabino
en su paseo por la ciudad, iluminada ahora por una luz blanca como la leche, o
pedir que le devuelvan a sus dos esposas, a quienes tras la oración de las
mujeres, algo más breve que la de los hombres, han vuelto a llevar a casa de
sus respectivos anfitriones, de repente entran en la sinagoga dos jinetes
armados, vestidos con armadura, portando la hoja de pergamino que había enviado
el oficial de la guardia de Verdún con la lista de la mercancía exenta de
impuestos, una mercancía que ahora, debido a una nueva y generosa orden
decretada por las autoridades del ducado, debía ser repartida bajo su supervisión
no solo entre los descendientes de los asesinos del Hijo de Dios, sino también
entre los que le recordaban su amor. Así que en pocos minutos, los dos carros, que
siguen parados y desenganchados al lado de la sinagoga, se vacían no solo de
los montones de saquitos y tejidos, más
pequeños y divididos gracias a la astucia de la primera esposa, sino también de
los objetos personales de los viajeros, que debido a esa nueva y generosa orden
se han convertido también en regalos. De este modo, en esa noche de fiesta, los
habitantes del Rin sazonaron los filetes de cerdo y los guisos de carne de lobo
con especias traídas del desierto, aliñaron las verduras con aceite de oliva de
Granada y colgaron en las paredes telas de seda de colores bordadas con hilo de
oro, telas que eran, en realidad, los vestidos de las esposas de Ben Atar,
mientras en la explanada de la iglesia unos niños traviesos cogían las enormes
sandalias de los marineros ismaelitas con la idea de hacer con ellas una larga
cuerda. Menos mal que los judíos de Worms en seguida compensaron a sus
consternados huéspedes dándoles otros regalos. Por eso, ahora, en vez de los
mantos de vivos colores que los entusiasmados cristianos habían hecho pedazos,
los viajeros del Mediterráneo, tanto judíos como ismaelitas, han tenido que
ponerse unos mantos oscuros que se abrochan con cinturones negros, brillantes y
con flecos de piel, y unos sombreros puntiagudos, con lo que resulta difícil
diferenciarles de los judíos del lugar, que dentro de poco mirarán al cielo
buscando el primer hilo dorado de la luna nueva que ha de traer no sólo un
nuevo mes sino también un nuevo año.
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Abraham B. Yehoshua (Jerusalém, 1936), quinta generación de judíos sefarditas en Israel, es uno de los autores más importantes dentro del panorama de la literatura israelí. Desde 1972 es profesor de literatura en la Universidad de Haifa. En 1995 fue galardonado con el prestigioso Premio Israel de Literatura. Sus obras han sido traducidas a varios idiomas.
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